Perdiéndote

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Hola, hoy la verdad que no me siento muy bien. Así que voy a dejar el capítulo y me voy a dormir, disculpen pero no voy a poder responder los comentarios del cap anterior. Pero sepan que siempre es un placer para mí charlar con ustedes sobre la historia y saber sus impresiones. Nada más que hoy estoy de malas, pero no quería dejarlos sin saber qué pasaba... saludos y buena lectura. 

Capítulo XXVIII: Perdiéndote

"Todo en mi mente es caos siempre, hay voces, ruidos, olores, dolores, sobre todo dolores. Pero en contadas ocasiones también hay tranquilidad, calidez y resignación.

Resignación para lo que fuese me deparase el futuro, si eran cinco minutos, cinco meses o cinco años, tan sólo quería pasarlos así. Con esa calidez que a veces me roza las mejillas, la frente y de tanto en tanto se posa en mis labios, como el vuelo de una delicada mariposa que maravilla a aquel que sabe captar el detalle y no se deja obnubilar por su belleza.

Cuando se aleja todo se vuelve un desierto helado, todo es frío y solitario, oscuridad. Pero está allí, siempre regresa, ella, sólo ella; quien aprendió a detener su vuelo para observarme en verdad. Esa que con sólo verme, supo que la estaba llamando a gritos sordos. Yo sin consentir pedirlo o desearlo, sin siquiera reconocer su valor, la tuve entre mis manos para luego simplemente dejarla volar.

Y la reconozco, sin necesidad de verla paseándose en los recovecos de mi oscuridad. Son los recuerdos de sus roces que ya no puedo confundir, el de su dulce aroma que invade cada uno de mis sentidos y el murmullo de sus palabras que evocan lo único que yo considero sagrado en mi mente.

¿Por qué está aquí nuevamente? Tomándome la mano como si temiese romperla, acariciándome casi con timidez, como si no nos conociéramos de todos los modos posibles. Y aunque deseo verla y devolverle ese simple apretón, tomarla una vez más, apresarla con un desesperante anhelo, sé que no puedo.

Algo me lo impide.

Por supuesto, es esa sombra que me arrastra al abismo una y otra vez, no puedo escapar y muchas veces pienso que no quiero. Porque si me aviento a sus brazos, puede que no haya nada que detenga mi caída, tal vez ella ya no desee volar a mi lado. ¿Y es que acaso puedo culparla? No podría decirlo, allí voy de nuevo... adiós calidez, bienvenido dolor. El dolor que para hombres como yo, ya es más que un simple sentir, es nuestro modo de subsistir.

Del Conde Fantasma.

Desde Donde moran las sombras."

****

Los días fueron pasando, no pudo determinar cuántos estuvo lucido y cuántos los pasó dormido. Pero algo era muy evidente en ese momento, estaba despierto y aunque el dolor seguía allí latente, al menos ya no estaba delirando por la fiebre. En sus delirios al parecer le atacaba la vena poética y parecía que sólo podía pensar versos inconexos, bastantes cursis y muy pocos propios de él. Se incorporó con premeditada lentitud hasta alcanzar una postura semi erguida, reprimió una pequeña mueca al intentar ponerse firme, a su alrededor se encontraban sus cuadros de aves y animales disecados. Estaba en su casa, mejor aún, estaba en su habitación y en ese instante la puerta se abría.

—¡Oh! —Ailim dio un respingo que casi la hace volcar la bandeja que cargaba. Iker intentó sonreír, aunque fue más trabajo del que esperaba—. Ha despertado.

Ella no aguardó respuesta, rápidamente dispuso la bandeja sobre una mesa auxiliar y corrió hacia la ventana para abrir las cortinas de par en par. No había luz, eso significaba que lo que Ailim le traía, era la cena. La vio ir de un lado a otro, como si la habitación no estuviese lo suficientemente limpia ya.

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