La Segunda Estocada

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Bueno, ¿cómo están? Espero que la vida los esté tratando bien. Este capítulo tiene un poco de todo, espero que los disfruten y gracias a todos por seguir del otro lado ^^


Capítulo XIV: La Segunda Estocada

«Tras horas de permanecer en la misma posición, en completo silencio e incluso conteniendo el aliento, Iker estaba casi seguro que obtendría su tan preciada recompensa. La paciencia era una de sus pocas virtudes; decía su abuela, y él podía dar fe de esas palabras. Los pichones reclamaban a vivo pulmón por la presencia de su madre, era hora de ser alimentados. Iker había estado medio acostado en esa rama, desde el mismo momento en que el sol comenzó a alzarse en el horizonte. Ya toda la casa estaba despierta y él aún no se movía de allí, aguardando a que la madre de los pajarillos hiciera su aparición. A decir verdad hasta él comenzaba a sentir hambre, pero se dijo que nada de alimento hasta poder descubrir cómo comían las aves. Movió una de sus piernas que llevaba la última media hora cosquillándole, no había elegido un punto idóneo para hacer esas observaciones. Pero rayos, el movimiento involuntario de ese miembro activó algo más peligroso en su anotomía, no era apetito, sino todo lo contrario. Tenía que orinar.

Apretó las piernas dispuesto a pensar en otra cosa, pero las ganas simplemente iban en aumento. No debió beber tanto té en el desayuno, pero bien, eso ya no podía remediarse. Lo único que quedaba por hacer era darle pase libre a las aguas y esperar que nadie pasara por debajo de ese árbol mientras lo hiciera. Lentamente se irguió hasta poder conseguir una posición sentada en la rama, luego sin darle muchas vueltas al asunto se removió un poco las ropas y dejo ir parte de su alma en forma líquida.

—¡¡Ahh...!! —La gracia divina, Dios no podría haberle hecho mejor regalo a los hombres.

—¡¿Que demonios haces?! —El repentino llamado lo entorpeció, al punto de casi hacerlo caer de bruces. Pero logró sostenerse y tras recuperar la compostura, se inclinó para mirar abajo—. ¿Acaso eres un animal?

Iker abrió los ojos como platos, de todas la personas que podrían haber pasado por allí, ¿por qué tenía que ser él?

—No, señor —respondió ocultando el rostro detrás del tronco mayor.

—Baja de ahí. —Iker echó una rápida mirada a los pichones que continuaban tan solos como antes, reclamando con sus picos al cielo. No quería abandonar tantas horas de trabajo, pero sabía que si no obedecía las cosas podían ponérsele feas. Decidió seguir lo que la costumbre dictaba y con un brinco descendió del árbol—. ¿Qué hacías ahí arriba? Además de fertilizar las tierras.

—Nada, señor. —Jonathan frunció el ceño, alternando un vistazo del árbol a él respectivamente.

—¿Nada? —Le envió una mirada dubitativa, Iker se sacudió incómodo antes de dirigir el rostro enrojecido al piso. Allí descubrió el florín de su padre, el cual seguramente lo había dejado caer cuando tuvo que apartarse de su disparo. Quiso sonreír por eso, pero se contuvo—. ¿Bueno y a qué esperas? ¿Vas alcanzarme mi espada o no?

—Sí, señor.

—Sí señor, no señor, nada señor... —Lo remedó con voz chillona—. ¿Acaso no sabes decir otra cosa? —Iker sacudió la cabeza y se dispuso a levantar el florín—. ¿Alguna vez empuñaste una espada?

—No, señ... —Se detuvo para no causar otra burla por parte de Jonathan—. Non monsieur.

Su padre frunció el ceño al oírlo hablar en francés, pero por primera vez se guardó el regaño que normalmente le seguía a un acto por el estilo.

El Conde FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora