Como dije en FB estoy redecorando y acá las cosas están patas arriba, pero me hice una escapada para dejarles un nuevo cap. Tengan paciencia, todo tiene una razón de ser... ;)
Capítulo XXX: Abrázame
—¡Por favor! Soy inocente... —clamaba una voz lastimera, desde un punto que él no supo determinar.
—¡Llamen a mi hijo! ¡Él lo explicará todo! —decía alguien más, mientras Iker avanzaba por un apretado pasillo, precedido por dos hombres robustos y de muy mal aspecto.
—¡Cierren la maldita boca!—sentenció el de su derecha, pateando las rejas de la celda más próxima.
—¿Dónde está la comida...? —exclamó un tercero que al parecer no había oído el pedido de silencio del guardia.
—¡He dicho que cierren la boca! ¡Malditas escorias!
—Cálmate, Hugh, no pierdas la paciencia con estas basuras —le apuntó el otro, quien de los dos parecía ser el más sensato.
Iker continuó avanzando en silencio, conforme escaneaba todo con la vista e intentaba situarse en tiempo y espacio. Luego de que lo hubieron sacado del palacio, lo habían tirado dentro de una carreta con las ventanas cubiertas de modo que no había logrado ver el camino tomado. Pero después de una hora andando por calles no muy cómodas, habían terminado el recorrido en algún puerto. No había podido determinar cuál, pues los hombres que lo llevaban a las rastras se encargaron de pasarlo como si se tratara de un bulto cualquiera. Por el ruido y teniendo en cuenta lo tarde que era, podía pensar que estaban en Chelsea pero era difícil confirmarlo. Lo que sí supo fue que lo subían en un barco y eso no había sido nada alentador. ¿Por qué un barco? ¿Adónde lo enviarían? No era común que un prisionero de su rango fuera despachado sin la oportunidad de defenderse, lo cual sólo podía significar que Reginal había interferido de algún modo en su traslado.
Los calabozos de ese lugar estaban repletos, olían espantosamente desagradable y por lo que podía ver entre los barrotes, algunos de los pasajeros ni siquiera tendrían el placer de ver levar anclas.
—¿A dónde me llevan? —inquirió, abriendo la boca por primera vez. El guardia de su izquierda lo miró un segundo, antes de empujarlo fuertemente contra la precaria pared y asestarle un derechazo en la mandíbula.
—¿Acaso no oíste que mi amigo quiere silencio?
Hugh sonrió al ver la reacción de su camarada más "tranquilo". Iker escupió un hilillo de sangre que se escurrió por su labio y una vez más lo jalaron para ponerlo en movimiento. Los guardias del rey se habían desentendido de él en las puertas del carruaje, estas personas no sabían quien era o porqué estaba allí, sólo sabían que era un prisionero que debía ser educado.
—Este viste muy bien —murmuró Hugh, tocando la manga de su levita con sus sucios y rechonchos dedos. El otro en ese instante se encargaba de remover un ostentoso manojo de llaves, con el cual pretendía abrir una celda.
—Tienes razón —concordó, mirándolo de reojo—. No creo que eso le vaya a ser útil donde va.
—Si sobrevive al viaje, allí no necesitará nada de estas bonitas prendas. —Hugh lo empujó al interior de la celda mientras se jactaba de su ventaja para moverlo de aquí para allá, Iker se removió pero al tener las manos atadas a la espalda, resistirse a sus tirones se tornaba doblemente más difícil. Oyó el ruido de cadenas que provenían desde el oscuro interior y retrocedió un paso golpeando a Hugh en el proceso—. Oh, pobrecillo, tiene miedo.
Ambos guardias soltaron sendas risotas, mientras lo obligaban a tirarse al piso boca abajo.
—Bien, ahora dame esto —le dijo uno de ellos, quitándole los grilletes de las manos mientras el otro le aplastaba la cabeza contra el piso con su bota—. Es ropa muy fina. —Apuntó en tanto que lo despojaba de su levita y de su chaleco con jalones expertos. Para él estaba claro que esa no era la primera vez que se hacían de su propio botín allí.
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El Conde Fantasma
Tiểu thuyết Lịch sử¿Cómo explicarías la conexión entre dos extraños? ¿Lo llamarías casualidad o destino? Las personas tendemos a creer que existe en el mundo un alguien especial. Y algunos desperdician la vida entera, sumergidos en esa búsqueda. Pero ¿qué tal si lo qu...