Equivocada

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Creo que ya muchos se habrán dado cuenta que estoy de vacaciones, porque esto de que yo aparezca seguido es raro. Pero bueno, ayer terminé de editar esta historia y pensé en ir apurando el desenlace. Qué piensan? Buen plan? Ya me lo harán saber, porque tal vez quieran que le meta suspenso xDD En fin, les dejo un nuevo cap... les digo que ayer mientras leí el final hasta me emocioné un poco, no me acordaba que lo había hecho de ese modo. Es medio raro leerse a uno mismo años después, no lo niego. Bueno ya me callo, a leer...

Capítulo XXVI: Equivocada

Aturdido, no era palabra suficiente para describir como se sentía.

Perdido, bueno quizás esa entraba mejor en la categoría.

Pero Iker tenía una mucho más clara y aplicable, se sentía como la mierda. E incluso la mierda no apestaba tanto como él, en un sentido figurado por supuesto. Porque a decir verdad, el que apestaba era su orgullo. Se había dejado magullar, insultar y vuelto a magullar por unos ineptos. ¡Oh su pobre orgullo! ¿Dónde había ido a parar? Seguramente venía arrastrándolo junto a su decencia.

Subió las escalinatas de su casa con pasos lentos y poco elegantes. Sentía que algo le palpitaba en la cabeza y la sangre seca en su cabello, sólo aumentaba la sensación de estar llegando con la derrota sobre los hombros. Era un deplorable conde, ni siquiera tenía el derecho de entrar por la puerta principal pero no es como si tuviese fuerzas para ir a buscar la de servicio. ¡Con un santísimo demonio! Como odiaba perder.

—¿Milord?

Iker pegó un brinco como una liebre asustada, para luego sacudir la cabeza y poner los ojos en blanco en dirección al cielo. Realmente estaba siendo muy indigno de él ese comportamiento errático. Todavía no podía creer lo fácil que fue atrapado, lo fácil que fue trasportado y desechado luego. Luego de una paliza que casi no recordaba, por supuesto. ¿Qué había pasado? ¿De aquí a cuando él era una presa?

—¿Stephen? —preguntó al vestíbulo en penumbras. Una sombra se movió desde su lateral izquierdo y allí estaba su ayuda de cámara.

—¿Qué ocurrió? —inquirió, mostrándose contrariado y quizá algo preocupado también. Iker hizo un gesto con la mano, indicándole que lo siguiera.

Le costó sus buenos tumbos llegar al estudio, pero le valió una mierda el dolor o las repentinas nauseas. Debía asegurarse de algo y luego podría morir en paz, estaba casi seguro que los repetidos golpes en la cabeza habían desbaratado lo último que quedaba sano en él. Tomó una pluma y papel, y con claros trazos escribió una rápida nota.

—Llévale esto a Rafe.

—¿Pero qué ocurre? —Stephen esperaba una explicación, pero Iker sólo podía pensar en su amigo. Después de todo, tenían el escrito que él cargaba en su chaleco. ¿Le habrían hecho daño? Tenía que asegurarse, si habían llegado a ponerle un dedo encima a Rafe, él en persona se encargaría de torturarlos. Y Dios, cómo iba a disfrutar de esa tortura.

—Sólo ve a ver a Rafe y espera una respuesta. —Su ayuda de cámara asintió, sin ánimos de contradecirlo por primera vez—. Y Stephen. —El hombre se volteó, justo cuando se dirigía a la salida—. Alquila un carruaje, no vayas a pie...

—Señor, ¿está seguro que se encuentra bien?

Iker sonrió con una leve mueca de dolor.

—Sí, sólo aturdido.

Stephen asintió y se retiró sin emitir juicio, pero no sin antes llamar al chico que estaba dando vueltas por el salón.

—Ve a despertar a la señora, dile que el conde ya regresó. —El muchachito frunció el ceño frente a la murmurada orden, y observó en dirección al estudio como pensando en ir a confirmarlo con sus propios ojos—. ¡Ve de una vez, mocoso!

El Conde FantasmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora