Hola, ¿qué se cuentan? Bueno, acá les dejo uno de los capítulos más largos que tiene esta historia. Pero es un capítulo con un poco de todo, varias cuestiones se cierran acá para dar paso a otras nuevas. Espero que les guste y como siempre, un gusto tenerlos del otro lado ;)
Capítulo XXIII: Hay amores
Arribar a su casa con la luz del sol de mediodía calentando su nuca, debería ser ya una tradición inglesa para proponer al rey. Una vez finalizado el duelo, Iker se había dirigido a la mansión de Rafe para descansar algunas horas. A decir verdad ese era el modo de proceder comúnmente; primero matar, luego comer un aperitivo y finalmente dormir. Cualquiera se preguntaría, ¿por qué no hacer eso en la privacidad de su propia casa? La respuesta era simple, evitar su casa era una forma de evitar a algún padrino molesto increpándolo en sus propios dominios. Era sabido que varios cobardes, esperaban al ganador de un duelo en las inmediaciones de su casa para exigir una satisfacción. Sólo que jamás lo hacían en los términos adecuados, sino que atacaban a traición, justo cuando uno se encontraba más confiado. Malditos cobardes. Por eso Iker rehusaba regresar directamente a su hogar, sabía que nadie lo esperaría pasando tantas horas del duelo. Y aunque lord Antoni se veía deseoso de hacer correr su sangre fuera de su cuerpo, Iker no creía a ese hombre capaz de luchar por el honor de su amigo muerto. Pero nunca estaba demás ser un tanto precavido.
La puerta se abrió incluso antes de que él la alcanzara, un somnoliento Stephen le saludó con un ademan antes de salir de la casa.
—¿Eh, adónde vas con tanta prisa? —lo detuvo a media huida, Stephen le sonrió con aspereza.
—La señora me ha enviado de feria, al parecer está decidida a contratar más personal.
Iker frunció el ceño sin comprenderlo del todo.
—¿Qué desea?
—Doncellas, mayordomo, ama de llaves... no lo sé. —Chasqueó la lengua como si repetir el pedido de su esposa, lo molestara en demasía. Iker soltó una leve carcajada, Stephen odiaba cumplir órdenes como un lacayo pero no podía negarse al pedido de su señora—. Lo dejará en bancarrota antes de que usted lo note.
—Oh vamos, Stephen, míralo de esta forma. Teniendo más personal tú ya no tendrás que atender sus caprichos. —Le envió una sonrisa divertida, el hombre se limitó a refunfuñar entre dientes.
—Sonría, milord, usted no tiene idea.
Confundido por esas palabras, Iker lo observó con fijeza pero su ayuda de cámara se dio la vuelta ignorándolo sólo como él podría hacerlo.
—¿Qué significa eso? —instó, mientras el otro se alejaba con paso renovado hacia el portón de salida.
—Ya lo verá —exclamó por sobre el hombro, sin darle ninguna clase de explicación.
Sacudió la cabeza dejando correr el asunto, después de todo no tenía interés en conocer las maquinaciones de aquel individuo. Al ingresar en su hogar fue directo a sus habitaciones. Necesitaba quitarse la ropa que traía de la noche anterior, no solo porque apestaba a humo y perfume barato, sino porque el maldito de Edward Thompson había logrado cortarlo con su florín. Y como consecuencia normal, una mancha de sangre seca decoraba la parte frontal de su camisa. Pero afortunadamente la casaca y el chaleco lo cubrían de forma conveniente, aunque sí había echado a perder una estupenda camisa.
Se quitó la ropa con tranquilidad, pensando que podía pedirle a la cocinera que lo ayudara a quitar la mancha de sangre de su chaleco. Demonios, ese era su preferido, no estaba seguro de poder rescatarlo. Lo miró con amargura, al menos había salvado la casaca. Mientras se lamentaba por la ropa que ya no recuperaría y que sabía Stephen no mandaría a lavar, la puerta se abrió atrapándolo a medio camino de deshacerse de la camisa. Se volvió por inercia, y la sorpresa lo tomó de golpe al notar que se trataba de su esposa. No había querido pensarlo hasta el momento, ni siquiera se había molestado en buscarla con anterioridad, porque en cierta forma esperaba no tener que explicar esa situación.
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El Conde Fantasma
Historical Fiction¿Cómo explicarías la conexión entre dos extraños? ¿Lo llamarías casualidad o destino? Las personas tendemos a creer que existe en el mundo un alguien especial. Y algunos desperdician la vida entera, sumergidos en esa búsqueda. Pero ¿qué tal si lo qu...