-500 ml de morfina

Escuché una vez más, mi vuelo no pudo ser emprendido, pero mi cuerpo se empezó a sentir más pesado, al igual que mis párpados, solo sentí un pequeño pellizco cerca de mi cuello, y todo se nubló, de repente, todo se había vuelto oscuro, deje de escuchar, de sentir, de tener control sobre mi misma, no podía abrir mis ojos, me sentía como un cadáver en el mar, que disfrutaba del movimiento de las olas, las cuales lo guiaban a lo desconocido, me sentía como ese cadáver, que no tenía preocupación alguna, que sabía que era arrastrado a algún lugar, pero no le daba gran importancia; no había muerto, eso lo sé, pues dudo que el infierno luciera tan hermoso, y el cielo, es algo de lo que jamás podré gozar, pues desde que nací me fue arrebatado de las manos.
Aún respiraba, eso estaba claro, sin embargo, no podía hacer nada, más que gozar de una tranquilidad a la cual estaba obligada a vivir, podía sentirme como su estuviera en una isla desierta, nada ni nadie a mi alrededor, una brisa que chocaba contra mi cuerpo causando escalofríos, el agua tibia del mar, demasiado solitario, demasiado silencioso, demasiado perfecto, hasta que, mi mente se tornó oscura, sombras por doquier, aves, ramas, el cielo teñido de rojo, como si hubiera sido pintado con la sangre del mismísimo diablo, la marea se volvió agresiva, tormenta en lugar de tranquilidad, angustia en vez de paz, gritos en vez de silencio, y todo... Porque no fui obligada a relajarme; sino fui obligada a recordar...

El Origen de la SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora