Yonsun me despertó con sus patas golpeando mi nariz. La bajé de la cama, me puse mis pantunflas, tomé la toalla y me fui a bañar; aún era bastante temprano, así que no corría riesgo de toparme con alguien más, de cualquier forma hice una ducha rápida para poder irme lo más pronto posible a mi habitación.
Al regresar, vi que Yonsun había proclamado mi almohada como su cama, busqué en la bolsa de ropa algo que ponerme, ya que el pans que traía puesto ya estaba sucio.
-Bañate, depílate y arréglate, que el jefe quiere verte. -escuché la voz de Wang pasando por mi cuarto, no sé detuvo, solo ordenó y se siguió-
-Pero ya me bañé.
-Vuelve a hacerlo -
-No hay nada con que pueda depil... -busqué alguna excusa para evitar un nuevo baño-
-Abre la puerta -obedecí y vi en el suelo una pequeña toallita roja-
-Gracias -la tomé, entré al cuarto y la abrí- Ou.

Un pequeño rastrillo color rosa era lo que escondía ese pequeño trapo rojo.

-Aún están dormidos, puedes volverte a bañar. -Se escuchó desde el pasillo-

Solté un pequeño suspiro

-Aquí vamos otra vez.

Y nuevamente al baño, otra ducha, depilación rápida pero efectiva, una envoltura en la toalla y volvemos a la habitación.
Vi nuevamente la bolsa y solo había dos vestidos, ambos eran lo suficientemente cortos como para saber que había debajo de ellos.

-¡Sunbae! -grité desde el interior de mi cuarto provocando que Wang se acerca
-¿Mmh?
-Eh... No hay algo que pueda ponerme. -entró sin pena a mi cuarto y yo con asombro sujeté bien mi toalla-
- Ahí hay dos vestidos -dijo sin darle importancia a mi existencia enrrollada-
-Pero están muy cortos.
-¿Y?
-No puedo entrenar con algo tan corto.
-No vas a entrenar, vas a ver al jefe.
-Pero...
-Solo hazlo -sonó serio-
-¿Puedes irte?
-¿Por qué?
-Tengo que cambiarme
-Rápido -salió y pude vestirme-

Ajustado, apretado y corto... La ropa que más puedo odiar. Intenté bajarlo lo más que pude, quería que al menos cubriera las cicatrices, no podía moverme mucho o el vestido se subiría, me puse las pantunflas y salí.

-¿Usaste lo que te dí?
-Piernas suavecitas y perfectas.
-¿Por qué usas pantunflas?
-Porque un vestido no se ve bien con tenis.
-Vamos con el jefe y después te consigo unos zapatos.

-¿Puede ir más lento? -me quejé mientras íbamos camino a la oficina-
-No hay tiempo, apúrate.
-Hay un pedazo de tela que me impide correr.
-O sea que si no lo trajeras puesto ¿Podrías correr?-ignoré su pregunta y seguí caminando-

Llegamos a la oficina, entramos, hicimos reverencia, y cada quien tomó su debido lugar.

-¡Hyo-ri! ¡Qué gusto me da verte! ¡Qué lindo se te ve ese vestido!
-Gracias señor, pero no me siento cómoda realmente.
-Si, ese no es mi problema. Por favor, siéntate -hice mi mayor intento para sentirme cómoda, pero a cada respiro todo se volvía cada vez peor-
-¿Me necesitaba para algo, señor?
-¿Tienes prisa?

No, pero si usted tuviera un vestido que no le cubre ni la conciencia, estando en presencia de un anciano, un guardia y dos gorilas, también querría irse.

-No señor, pero estoy ansiosa de conocer mi utilidad en este día -Wang me miró con un leve asombro y el jefe sonrió-
-Me encanta esa actitud -miró a Wang- Lo estás haciendo bien -felicitó a aquel hombre- me han dicho que has mejorado en ciertos aspectos de tu entrenamiento -se dirigió a mi está vez- y eres justo lo que necesito el día de hoy.
-¿De verdad?
-Si, acompañarás a algunos de mis hombres y harás lo que Wang te diga...
-¡¿Voy a salir?! -pregunté emocionada-
-Así es, pero debes calmarte. -Wang me reprendió con disimulo-
-Si quieres ser recompensada, todo debe salir a la perfección, de lo contrario, serás castigada, y tu avance, se verá estancado. ¿Entiendes?
-Si señor.
-Puedes retirarte.
-Gracias, señor. -hice reverencia y regresé a mi cuarto, Wang se quedó con el anciano, para después de un rato regresó conmigo-

El Origen de la SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora