Dazai

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Entendia, racionalmente, el concepto de bien y mal, pero nunca me importo en realidad. No lo hizo nunca, ni cuando pobres desgraciados exclamaban piedad en nombre de sus hijos.

Hasta que Odasaku murió. 

Sólo en ese momento me di cuenta de que tan manchadas mis manos estaban, no podría definir como culpa lo que sentí, pero si como asco. Uno del cual aún no me deshago.

Por un largo tiempo le tuve repudio a tomar, no queria hacerlo si él no estaba ahí. 

Pensar en esos momentos me hizo soltar un profundo suspiro, salí de la agencia a paso tranquilo, con las manos en los bolsillos de mi gabardina y el sol pegandome directo a la cara. 

Una extraña melancolia se asomaba, asi que para evitarla pensé en las posibles maneras de cometer suicidio. Para este punto ni siquiera lo intentaba verdaderamente, y lo hacia mas por hábito que por cualquier otra cosa. 

Mire a las personas que caminaban a mi alrededor, tratando de adivinar que pensaban, como vivian, si alguien estaba tan esperanzado con morir como yo, alguien con quien hacer suicidio doble, pero la mayoría eran personas sombrías que lo que esperaban era una aventura, esos arranques de adrenalina de las cuales yo estaba cansado. Las pocas personas alegres que se veían, parecían estar demasiado agusto con su vida, ninguno aceptaría. 

Segui caminando por las calles de Yokohama, era un lindo día, hacía un buen clima pero era lunes, lo que le quitaba el encanto. Quise observar los edificios a mi lado, pero el reflejo del sol en las ventanas rapidamente me hicieron  arrepentirme.

Con mis ojos recuperandose del repentino rayo de luz, vi a una cabeza pelirroja cuyos ojos azules se refrejaban en una vitrina. Él no era alto, ni sus ojos eran pequeños, y su cabello no era de ese encantador color vino, era mas bien naranja. Y no soy muy fan de las naranjas. 

Paré mi caminar, debatiendo si dirigirme hasta donde la naranja andante estaba o dar media vuelta y que cada quien siga con su vida, aunque, molestar a alguien nunca esta de más.

Chuuya parecía muy concentrado en una prenda que se exhibía en la vitrina de una tienda, caminé hasta él, lento con la intención de tomarlo por sorpresa y asustarlo. 

— Vaya, Chuuya, sigues teniendo el pesimo gusto de siempre-- en realidad ni habia visto la prenda, pero estaba seguro de que era fea.

Vi como Chuuya abria más sus ojos al reconocer mi voz, siguio en la misma posicion sin voltear a mirarme por un rato. Que lento. 

—Agh, ¿qué no tienes trabajo que hacer, momia?-- dijo por fin.

—Por favor, no te vuelvas una version enana de Kunikida— respondí con  burla.

—¿De Kuni- qué?— volteo a verme esta vez.

—Olvidalo— movi mi mano, restandole importancia.— ¿Qué haces por este lado de la ciudad, Chibi?

La mirada de Chuuya se enfureció, parecía no andar de buenas hoy, pero nunca andaba de buenas cuando me veía.

—Eso no te interesa, bastardo. 

—Oh, vamos, Chuuya, hace tanto tiempo que no nos vemos que-

No pude terminar la frase, Chuuya había comenzado a marcharse a paso rapido. Entendí que quería evitarme, pero no es que me importara eso. Lo segui a paso tranquilo, con el sol despidiendose de esta parte del mundo.

—¿Tanta prisa tienes que no puedes hablar con un viejo companero?—me burle.

Chuuya se detuvo, me sorprendí un poco y lo imite, temiendo que hubiera decidido que estaba completamente cansado de mi existencia y quisiera terminarla. Aunque, siendo sinceros, ¿eso no me haría a mi un favor?

La sorpresa se fue cuando vi que Chuuya había aprovechado su habilidad saltando hasta lo alto de un edificio. Mis labios se curvaron un poco, pero no lo suficiente para considerarlo una sonrisa. 

Di la media vuelta y me encamine a mi departamento. 

El sol ya se había ido.




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A mi si me gustan las naranjas 😔👊






Not Enough || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora