Atsushi

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Algo raro (y probablemente malo) está pasando. Ya llevan días en las que Dazai llega más temprano que de costumbre, y lo que es peor, trabaja. De mala gana y se la pasa quejandose, pero lo hace.

Kunikida no podría estar más feliz. Apovechaba la situación cuanto podía. Debo admitir que me molestó un poco su actitud, tanto de él como la de los demás, y no era algo que se limitaba con lo de ahora, no entendía la actitud indeferente que tomaban los demás ante los constantes intentos de suicidio de Dazai. ¿Realmente estaban tan seguros que iba a sobrevivir o sólo les importaba poco?

Caminé por las calles irritado por la idea. Hace unos momentos, Ranpo me había mandado por dulces. 

A zancadas, llegué a la tienda, donde agarré los primeros dulces que me encontré y me dispuse a hacer la fila para pagar porque al parecer solo una caja estaba abierta, ¿por qué no abrían las tres? había suficiente personal. Estaba tan ocupado hallando más razones para enojarme más que no miré la precencia de alguien con quien debía tener cuidado.

—Hey, tigre, yo iba primero.—me reclamó un pelinegro, acercandose amenazante. Aunque, las bolsas que traía cargando, donde sobresalian cajas de galletas de animalitos, le quitaban un poco lo intimidante.  

—Ah, perdón, Akutagawa.—me movi, haciendome a un lado para que pasara. 

Nos quedamos un rato en silencio, esperando nuestro turno. Al parecer, un cliente estaba teniendo problemas con su tarjeta de credito.

—Así que... ¿Qué te trae a esta tienda?—pregunté para romper el hielo.

—Sólo aquí venden algo que quiero.—miró con cierto cariño los paquetes de galletas. Después regresó a su mirada vacía.

Tal vez estaba loco y tonto, pero se me hizo un poco tierna la escena.

—Ohh.—expresé sin saber como seguir con la conversación. Me fije si el cliente ya había resuelto su problema, pero estaba discutiendo con el empleado, así que iba para largo.—¿Y cómo está Nakahara-san?

—¿Nakahara-san?—me observo como si no supiera de quien hablaba.—Oh, Chuuya-san.—todo un poco para luego proseguir con su larga descripción del estado de su compañero.—Raro.

Asenti, si, Dazai también parecía que le estaba yendo bastante mal, se veía algo decaído y hasta estresado.

—¿Las galletas son para él?—le cuestioné como si tratara con un niño pequeño.

El fruncio su ceño, ofendido por la pregunta.

—No, son para mi. Él ya tiene su vino.—reí nerviosamente, sin saber que responder a eso.

Un par de gritos y ruidos de golpes del empleado y el cliente, ayudaron a que no se propagara un silencio incomodo.

—¿Sabes por qué Dazai y Chuuya-san están así?

—¿Dazai también?—dijo, prestandome mucha más atención que antes. 

Asenti, esperando una respuesta a mi pregunta. Él se quedo pensando un rato, como si tratara de recordar una vieja conversación.

Se oyeron las sirenas de alguna patrulla afuera de la tienda, pero no le presté mucha atención. 

—Tal vez se deba al amigo de Dazai-san.—respondió por fin, sin preocuparse por los policias que entraban a detener la pelea entre algunos clientes y los empleados.

—¿El amigo de Dazai-san?—el pelinegro asintió. No sabía que Dazai tenía amigos.—¿Crees que Nakahara-san este celoso de él?

Akutagawa negó con la cabeza.

—No creo que esté celoso de un muerto.

Me quedé un poco impactado por la forma tan natural y fría en que la dijo. Lo vi durante un largo rato tratando de hallar alguna expresión que me indicara que bromeaba, o que se encontraba un mínimo cohibido ante la forma en que lo dijo. Pero su expresión era la de siempre, seria y neutra.

El escándalo de la tienda por fin paró. Como algunos clientes fueron detenidos por alteración del orden público, Akutagawa pasó directamente a la caja, sin intenciones de explicar que tenía que ver el amigo de Dazai con la relación de nuestros superiores.

—Hey, Akutagawa.—saludó una de las pocas empleadas que no había sido detenida. El nombrado no respondió.—¿Cuatro cajas como siempre?—preguntó sin mirar las bolsas, solo escribiendo en el computador.

—Esta vez, cinco.—contestó, aclarandose un poco la garganta.

—Ohh, ¿vas a compartir con alguien?—inquirió, subiendo y bajando las cejas repetidamente mientras sonreía sugestivamente.

Una vez mas, el pelinegro no respondio, en cambio, sacó su cartera y pagó. Salió de la tienda sin despedirse de nadie. 

Me acerqué a la caja, acomodando las cosas frente a la empleada para que escaneara el código. 

—¿Eres su amigo?—me preguntó.

—Ahh, no, no creo que lo seamos.—reí un poco nervioso.

—Que raro, usualmente no habla tanto con la gente como lo vi hacer contigo. Y eso que no habla si no es extrictamente necesario.—soltó una fuerta carcajada que me aturdio un poco.—Ten un buen día.—dijo después de cobrarme y colocar las cosas en bolsas.

Salí de la tienda, mirando a los lados, alcanzando a ver una figura negra a lo lejos, que se empequeñecia cada vez más.

Me encaminé hacía el lado contrario, un poco feliz por lo que había dicho la empleada, pero más concentrado en lo que dijo Akutagawa. El amigo de Dazai.

Me parecía un poco increíble que hubiera tenido un amigo. En la Agencia, Dazai, a pesar de que siempre estaba bromeando, se veía tan apartado de los demás, como si no se permitiera a si mismo relacionarse con nosotros o como si creeyera que en realidad no debía estar aquí.

Tal vez cree que el lugar donde pertence es la mafia y por eso se enganchó a un miembro de la Port Mafia.

O tal vez se siente solo y se engancha a alguien que ya conoce.

O tal vez sólo estoy sacando conclusiones apresuradas sin saber absolutamente nada.

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Por si se lo preguntaban, el empleado y el cliente del fondo terminan siendo boifriens, se conocieron mejor cuando acabaron detenidos y compartiendo celda. Descubrieron que a ambos les gustaba naruto y se casaron. De hecho, Akutagawa fue invitado a la boda porque el empleado lo conoce por ser cliente frecuente. Fin :)

Las galletas de animalitos son las mejores >:)

Este es el primer capitulo de los dos que voy a publicar hoy.

Not Enough || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora