Lo peor ni siquiera había comenzado y ya no tenía cabeza para más.
Megumi salió del lugar totalmente herido. No sabía porque le estaba dando tanta importancia, por qué le costaba tanto asimilar esa escena.
El pelirosa salió tras él. Dejarlo ir era algo que se estaba atravesando entre su orgullo y entre el genuino pensamiento sobre si en verdad estaba preocupado de perder aquella oportunidad con Megumi o simplemente de ser dejado por él y que no fuese al revés. Era una mierda, sí, pero le importaba.
—Megumi... ¡Megumi! Para, no es lo que crees, de verdad... Yo... ¡Megumi! ¡Ven!
Fushiguro sintió que sus manos temblaban del enojo que sentía. Todavía se atrevía a ir tras él y aquello lo enfermaba terriblemente. ¿Tan difícil era dejarlo seguir solo?
Se atrevía a mentirle así y ni siquiera se arrepentía. Las lágrimas cayeron sobre sus mejillas ya sin poder aguantarse, una sobre otra, dejándole empapado el rostro que rojizo se encontraba ya, guardando un montón de sentimientos negativos.
En esa pequeña fracción de tiempo, y tan lejos de casa que estaba, Gojo creyó que aquel ya no era su asunto. Había hecho demasiado por Megumi y aunque quiso ver si estaba bien, sabía que iba a poder manejarlo solo. Conocía un poco a ese muchacho y si lo dejaba ir, era porque sabía que prefería manejarlo por su cuenta.
Pero quién vió todo y le provocó repudio la actitud de aquel tipo, fue Noritoshi Kamo. Un universitario que esa noche se encontraba en el lugar y tiempo correcto.
Fue detrás de aquel chico del cabello rosado, totalmente cegado por su instinto y en cuanto vió que intentó tomar el brazo del otro, lo apartó bruscamente, había sido un impulso por el que pocas o ninguna vez se había dejado llevar y eso, lo impresionó, pero sabía que no podía irse sin hacer algo.Los amigos de Kamo veían atónitos la escena. Aquel chico con las prendas mas caras, ese que no aceptaba salir a bares tan concurridos y ni siquiera sabía con que tipo de gente se podía cruzar; estaba a punto de meterse en una pelea por un total desconocido. Ese mismo chico que cuidaba tanto lo que hacía e iba tan correcto al caminar, derrochando clase y una elegancia atónita para alguien de su edad.
No era él. Lo habían cambiado. Toge iba a impedir aquello pero fue interceptado. Esa pelea parecía ser de dos y esperaron por si la «cosa» se ponía peor y tenían que intervenir. No podían negarlo, era tan cómico ver a alguien como su amigo meterse en una pelea en un bar cualquiera, por un desconocido.
Sukuna reaccionó enseguida. Pensó en quién era él y por qué se atrevía a tocarlo principalmente. Porque ponía sus sucias manos sobre su brazo y lo detenía en su camino hacia Megumi. Estaba enojado y se podía ver por la sonrisa tenebrosa y forzada que le mostraba al de pelo largo. Lo miraba con tanto desdén, que cualquiera que lo viera sabía que quería moler su cara a golpes.
—Aléjate, pedazo de mierda. ¿Quién te crees que eres para atravesarte en algo que no te incumbe en lo más mínimo? ¿Uh?
—¿Y tú qué? Te dijo que lo dejaras en paz. ¿No es lo mínimo que puedes hacer, basura? —contraatacó el otro, mientras Sukuna le quitaba el brazo decidido a ir por un Megumi que miraba la escena aterrado al nunca haber presenciado algo así y menos por él.
Quería estar urgentemente en su casa. Nunca había tenido un ataque de pánico, pero sabía que lo que estaba sintiendo en ese momento, se asemejaba bastante. Sentía que iba a morirse en cualquier momento y que su corazón latía rápidamente, dándole una dolorosa taquicardia.
Le costaba respirar, estaba deteniendo su pecho con dificultad en un intento por normalizar su respiración, tenía la mirada perdida y en lo único que Sukuna prestaba atención era en la especie de pelea que se estaba formando. Ni siquiera notó que Megumi necesitaba ayuda alguna. Al contrario de el otro chico, que había notado como el desconocido de los ojos azules estaba paralizado y le costaba irse.
—Mira lo que estás haciendo. ¡Déjalo ir! —vociferó Kamo con un tono de voz exigente, tirando un golpe directo a su rostro que Sukuna no tardó en responder. El cabrón sabía golpear y eso lo desestabilizó. Giró su rostro tocándose la mandíbula mientras veía a su Megumi siendo llevado a otro lugar por los que parecían ser amigos del sujeto.
Mierda.
Mierda, mierda, mierda. Había lastimado a Fushiguro. Y desde ese momento, era algo que estaba doliendo de ver.
No lo podía permitir. No quería que lo viera así y eso era lo que estaba sucediendo. Estaba mostrando su versión más horrible (o la más sincera) tan pronto y toda en ese misma noche. No sabía si estaba avergonzado de que hubiera sucedido tan pronto o simplemente sorprendido por ello.
Un molesto Sukuna, respondió a aquel golpe nuevamente. No había nadie que le hubiese ganado jamás en una pelea y estaba tan enojado que quiso desquitarse con él antes de ir tras Megumi. La cólera lo estaba cegando y repartía golpes que solo terminaron en sus compañeros de banda tomándolo por los brazos para separarlo del desconocido por completo o si seguía así, iba meterse en un problema serio.
Tiraba patadas y golpes hasta que regresaron por él otro llévandolo a la fuerza también, se fueron tan rápido que sólo alcanzó a ver cómo subían a los coches rápidamente, un pinchazo de preocupación lo tomó por sorpresa. Eso era lo que rondaba su cabeza, se llevaron a su novio y no conocía a ninguno de ellos.
Unos desconocidos se habían encargado de recoger los pedazos de un roto Megumi, que el mismo Sukuna se había encargado de regar por el suelo.
Arrastraron de vuelta a Ryomen sobre el suelo y tomaron lugar, atendiendo su nariz sangrante y quizá, alguna otra parte de su cuerpo rota. Quería ir tras ellos pero Mahito lo detuvo de inmediato, tomando su brazo con suavidad.
—Déjalo ir. Fue suficiente.
Y Sukuna, golpeando el suelo con su mano de la misma frustración, tomó la decisión más sensata en lo que iba de la noche al aceptar.

ESTÁS LEYENDO
Brokendate.
Fanfiction-¿Qué apostamos si ese chico está loco por mi a final de mes? -Sukuna, él no se ve así. Es Megumi Fushiguro. Está lejos de tu liga, y aunque no fuera así, no puedes jugar con él. Y Sukuna, listo para poner su plan en acción, ignoró que el corazón d...