16. Strangers.

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Sukuna estaba listo. No sabía cómo, pero realmente quería hacerlo.

Había dejado pasar días, había intentado realmente acercarse nuevamente a Megumi, poco a poco, casi como alguien quien busca solamente como una amistad y está en proceso de conocer más de la persona. Preguntaba y tenía respuestas. Era como si ambos estuviesen listos para algo, y ese algo simplemente significaba seguir o intentar arreglar al menos, como pegamento cuando algo está roto e intenta ser reparado de una manera rústica, intentando pasar como nuevo.

Sukuna amablemente, le pidió salir como un amigo y eso estaba en palabras implícitas que dejaba aquel mensaje que se atrevió a mandar. Que tenga lo que tenga que ser.

"¿Podemos vernos? Por favor".

Megumi, como quien no conocía de vergüenza alguna, como quién desconocía para qué, aceptó. Necesitaba escuchar de su propia voz que era lo que había sucedido, por más que sintiera que eso no volvería a tener sentido y que ya las cosas estaban hechas. El orgullo carcomía su ser, pero también, peleaba en contra de lo que quería de Sukuna. Había pasado tiempo y eso le ayudó a sanar sus pensamientos pero no sabía si realmente, a que lo que sentía por él dejara de existir.

No habría ropa distinta ni arreglos de más, que se jodiera, lo vería tal y como estaba. No era una salida especial como una de las tantas que había tenido con él, esas dónde bromeaban y se recostaban en un parque, dónde Megumi solía comprar alimento para darle a cualquier animal que se encontraba siendo libre por ahí, solo para que se acercaran. Sukuna solía verlo ser tan amable, incluso con las personas que lograban acercarse a él, preguntándole cualquier duda o inconveniente y eso lo hacía sentir miedo, miedo porque realmente a pesar del poco tiempo que tenían saliendo, podía sentir como cambiaba por él, haciendo que ese pesar creciente en su pecho y roda oscuridad que le rodeaba, se fuera despacio.

Megumi era luz.

Junto a Sukuna, era como si fuese una fusión correcta, algo que los demás veían y curiosamente, sabían que se habían encontrado. La gente que los observaba, ciertamente podía decir que notaba que los dos se veían con esos ojos de enamorados que pocas veces encuentras en los libros, un amor fugaz que recién parecía comenzar. Esos de los cuales, era curioso ver en persona y cuando te los encontrabas, a pesar de no ser explícitos, envidiaban. Sus miradas se cruzaban y decían más que cualquier beso o prueba física de amor pudieran darse. Era mágico que a pesar de lo que hubiese pasado, esa conexión seguía ahí.

Sukuna terminó de vestirse. Había tomado un baño y ese mismo se había alargado al pensar en qué realmente era la primera vez que no sabía muy bien que hacer. Se puso su ropa casual y salió de su hogar para volver a envolverse en sus pensamientos. Comenzó a andar por la calle, pensando en qué comprarle para no llegar con las manos vacías y poder recolectar los mejores recuerdos posibles para él. No le diría aún que tenía que irse, esperaría realmente a que una señal del destino le hiciera ese favor o que Megumi, terminara de no sentir absolutamente nada por Sukuna. Esperaba que al menos la ilusión de aquello, pudiera funcionar y que el lidiar con un corazón roto, sólo fuera cosa de la que el mismo tuviera que encargarse. Del suyo propio, específicamente.

Finalmente se decidió a regalarle  unas flores sencillas. Jamás le había regalado algo así del todo y creía que si era la primer persona con la que había salido, quería dejarle el mejor recuerdo posible de sus primeras veces y esas, incluían todas las que pudiera recolectar.

Una vez que llegó a su casa, tocó para presentarse. Un fornido hombre salió para abrir y desde ahí, se veía tan amenazante que la alta estatura de Ryomen parecía simplemente nula. Con una media sonrisa el de pelo rosa saludó, intentando enderezarse y esconder detrás el arreglo floral solo para evitar preguntas que no sabía si debía responder por respeto a Megumi, no por miedo.

Brokendate. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora