Megumi volvió al hotel. Pero lo que se encontró fue una escena un tanto difícil de aceptar y un poco gris, combinaba con todo el ambiente pesado que estaba fuera, llovía y era normal en esa época del año.
Kamo siempre lucía como una persona tranquila, pacífica y con una luz que lo perseguía; esa no era la excepción. Descansaba elegantemente sobre el sofá del hotel de la suite que habían compartido, miraba hacia el techo tratando de cuidar sus palabras eligiendo sabiamente que decir, era tan elegante y siempre parecía ir con un aire de tranquilidad, en su lugar y sólo por aquella vez, de permitió ser más humano y dejar que las emociones le desbordaran. Sus manos temblaban un poco pero aún así y ni con todo eso, se veía mal. Quería guardar compostura y no hacerle más difícil a Megumi todo.
Megumi se apoyó sobre la pared y encendió un cigarrillo sin poder mirarlo más, sabía que si no lo hacía, no iba a poder seguir pero no hubo porque. No era necesario, era como si todo ese silencio supiera específicamente de que se trataba todo.
Kamo odiaba verlo fumar, pero en esa y sólo en esa justa ocasión no dijo nada. El silencio era incómodo, pero ambos lo atesoraban y nadie lo interrumpía.
Megumi había adoptado esa costumbre y nada le había servido para dejarla, en esa ocasión sentía que lo necesitaba para tomar valor de algo que intentaba decir. El humo le molestaba un poco en lugares encerrados pero ahí no importaba, simplemente no quería estar ahí, sin hacer nada.
Kamo inició con un tono de voz calmado, pero con un deje de tristeza que no lo dejaba en paz. La nube gris que llevaba, parecía haber reventado en ese instante dejando un desastre natural calmado a su paso.
Quizá en otra vida.
¿Quien sabe?
Que sea cierto el jamás.
—Hay una canción que me gusta muchísimo. ¿Sabes? Y hay una parte en específico que dice: “¿De que me sirve salir de esta inmensa ciudad, si de quién pretendo huir seguirá dentro de mi? Y eres tú”. —Kamo hizo una pausa. Se sentía ridículo diciéndolo así, pero no sabía de qué otra forma expresarse mejor. —Y hoy esa canción me hace ruido, porque sé que así será, pero... ¿Sabes? Será algo bueno, porque podré recordarte y no querré olvidarte así como así. Lo he pensado varias veces, antes ya... Y sé que podía dejarte. Y yo sé que nunca me pediste nada, todo, absolutamente todo lo hice porque te amo, Megumi.
—Kamo... Por favor. No. —El tono de voz de Megumi era firme. Sabía que era egoísta pedirte silencio, pero quería ser él quien se disculpara.
—No, no tiene nada de malo decirlo tal cual y lo haré, no me lo quedaré. Te amo, Megumi Fushiguro, te amé y seguramente te seguiré amando hasta el fin de los tiempos, pero tengo que hacerlo y alargarlo es completamente inútil. Sé cuál es mi lugar y lo que hice al contactar con él fue la mejor decisión que he tomado en años, aparte de la de acercarme esa noche para cuidarte. Si piensas en todo lo que ha sucedido, el que te agradece el tiempo soy yo. ¿Sabes? Tu tiempo. Sabía que estaba en la sombra de alguien que no iba a dejar tu corazón, yo lo sabía. No me debes nada, hermoso. Todo lo que pudiste ofrecerme lo hiciste, todas esas noches que abrazaste mi alma y cuidaste mis pensamientos... No voy a tener cómo pagártelo, así que hice lo único que podía para regresarlo y ya no tienes que seguir atado en ningún lugar. Ni aquí, ni en Alemania, en un lugar tan frío que no le hace justicia a nada de lo que tú eres y tu alma tan cálida. Vete, corre de ahí, huye y construye tu vida cerca del sol, porque es con lo que te puedo comparar, lo mereces. Hazlo ahora, Megumi, hazlo antes de que yo te tome de la mano y me arrepienta de dejar lo más lindo que pude tener.
Fushiguro terminó su cigarro casi cuando sus yemas sintieron el calor abrazando sus dedos. No le había dado ni tres caladas desde que lo había escuchado todo, le dolía el corazón con una culpa que no podía explicar. A pesar de todo él lo seguía viendo de tal forma, que lo enfermaba al no sentirse así ni cerca. Kamo era la persona más noble que conocía y aunque la lealtad que le había tenido no bastaba, agradecía que le estuviera diciendo todo eso. Egoístamente se sentía aliviado y sentía que era una mierda por pensar en ello.
Megumi aguantó una lágrima que se deslizó por su mejilla, reacia a quedarse en su pupila. Le enojaba. Kamo odiaba verlo llorar y se había prometido jamás verlo así por su culpa, por lo tanto ahí se rompía otra promesa; muchas de las que ya no podía cumplirle pero que estúpidamente había hecho.
A veces, las promesas no se cumplían y eso también estaba bien, porque cuando se hacían, eran con el corazón en la mano y sabía que lo había hecho así.
Kamo se levantó. Las maletas estaban en su coche y sabía que todo en Alemania estaba concluido y no tenía porque volver. Era su despedida definitiva y al menos quería darle un abrazo para poder tener ese último recuerdo y poder cerrar definitivamente todo, o al menos obligarse por completo a ello. Se acercó y Megumi correspondió ese abrazo con fuerza, aguantando las lágrimas al apretar los puños en su espalda.
—Perdón. Perdón. Perdón. No debí. No debiste. No era tu obligación.
—Todo ha acabado bien. ¿Sabes por qué? Porque lo que nunca empieza entonces no tiene final. Y tú y yo fuimos más que una simple historia que tiene esas partes de guión que quedan en nada. Gracias por darme los mejores años de mi vida, precioso. Gracias por enseñarme a amar y convertirme en el hombre que soy ahora. No hay manera en que no esté agradecido contigo y por eso lo hago, te dejo ser feliz. Me diste todo y más de lo que podías, aunque pienses que no fue así. Esto tenía que pasar.
Megumi negó con la cabeza. Le dolía tener que despedirse, le dolía que sintiera que le debía algo, pero aún más, saber que Kamo no lo merecía. Sabía que él estaba destrozado y así era, pero el amor que le tenía era tan infinito, que dejarlo ser feliz era el mejor regalo que podía darle. Y el mejor regalo de vuelta que Megumi podía darle, era dejarlo ser libre también.
La vida era una mierda. El amor lo era. No poder elegir de quién enamorarse era un problema usual en aquel planeta y quizá en todos los que existieran. Era una manera de decir que los guiones no existían y que poco podíamos hacer ante las circunstancias de un corazón siguiendo impulsos o hilos conectados.
"Relajate. Está aliviado. ¿Ves? Todo ha acabado bien..."
Megumi lo soltó. Lo miró por última vez a los ojos y asintió a las últimas palabras que le dijo, riendo. Se las guardaron para si mismos y Kamo dejó un beso sobre su frente para despedirse, acariciando por última vez esa mejilla y mirando con el amor que le quedaba, los ojos azules más bonitos que había visto.

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Brokendate.
Fanfiction-¿Qué apostamos si ese chico está loco por mi a final de mes? -Sukuna, él no se ve así. Es Megumi Fushiguro. Está lejos de tu liga, y aunque no fuera así, no puedes jugar con él. Y Sukuna, listo para poner su plan en acción, ignoró que el corazón d...