14. Tolerancia Cero.

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'Tolerancia Cero'

—¿Que haces aquí? —vuelvo a preguntar.

—¿De quién es ese boxer? —pregunta, enojado.

—¿Que te importa, Sean?

—Me importa porque mi futura novia está utilizando un boxer de un hijo de puta que apenas lo vea le partire la cara.

Resopló.

—Imposible partirle la cara a un muerto, Sean, en todo caso el dueño de la ropa interior no es, es con quién lo hice.

—No te entiendo Juliette.

—No es necesario que me entiendas Sean.

—Quitatelo —pude percibir la rabia en voz —Que te lo quites. Ya. Ahora.

—¿Y sino no lo hago que, Sean? Me golpearas, o me insultaras, o no, falta que me digas perra.

La confusión en su rostro no pasa desapercibida. Creo que tambien hay confusión en el mío porque se que esas no eran las palabras que debían salir de mi boca pero estoy tan... tan exasperada.

—No eres nada mío Sean para que me estés exigiendo algo, te largaste y ojalá no hubieras vuelto ¿Felicidad? —río secamente —¿Que felicidad? Si lo que haces es amargarme la vida desde que volviste. ¿Porque no te quedaste allá? Dónde murió tu hermana, donde tu madre te abandono. Aceptalo no volviste ni por tu felicidad, ni porque te hacíamos falta, volviste para dejar tu pasado aunque no creo que ayude mucho.

—No volví por ti —escupe.

No sé porque esas palabras obtiene un impacto en mi, aunque no lo demuestro lo hacen, esas palabras fueron un golpe bajo. Supongo que le creí el teatrico ese de volver por mi, por su felicidad, pero no.

—Volvi porque tengo un deber y...

—No me importa Sean.

Camino hacia mi closet y saco un camisón y una pantaleta, prácticamente estoy en paños menores delante de un chico porque el top solo cubre mis pechos y el boxer parece que fue un diminuto short. Doy otro mordisco a mi comida.

Siento la mirada de Sean sobre mi.

Ingreso al baño de mi cuarto y me doy una ducha rápidamente, me coloco frente al espejo de mi baño antes de colocarme la gran camisa.

Bajo mi vista a mis pechos y creo que mis ojos se salen de mi cara. Tengo muchos, demasiados círculos rojos y morados. Chupones.

¡Mierda! ¡Me voy a ir al infierno!

Me sobresalto por unos golpes en la puerta, pongo la mano en mi pecho sintiendo los latidos de mi corazón que de un momento a otro se volvieron rápidos.

—¿Te vas a quedar a vivir ahí? —pregunta algo impaciente. Me coloco el camisón.

—¿No te has ido? —pregunto abriendo la puerta del baño —Porque por eso es que no he salido. —cruzo mis brazos —¿Que quieres Sean?

—Quiero explicarte muchas cosas.

—Te escucho.

Juliette Langston © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora