26.5: Extra.

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‘Extra’

Desconocido.

Desee que solo hubieran pasado minutos desde que le envié el último mensaje al oficial Langston pero no era así. Pasaron horas, pasaron días.

Observé mi computadora con el volentin que emitio la policía de una persona desaparecida. Era Jul.

Nadie sabía del paradero de ella. Ni su familia, ni Sean, ni Phillip. El cual ahora mismo está averiguando sobre el tema con sus amigos, se había marchado hace una hora.

Mire mi reloj por milésima vez, también mire la imagen que tenía de ella sobre la mesa, volví a mirar mi computador, y nada. Cierro la pantalla de este de un golpe. Si se parte me compraré otro.

Fuimos a todos los lugares donde pudo haber ido Jul, la buscamos por cielo, mar y tierra, debajo de las rocas pero no la encontramos.

Supe también que habían armado un grupo para buscarla en todo el condado pero no habían dado con su paradero.

Mi teléfono vibra y rápidamente lo cojo pensando que es un mensaje de Phillip pero no es de ese estúpido que me hace esperar sino de un tipo que necesita droga.

X: Necesito más droga.

La venta de la droga había bajado pero eso no era lo primordial para mí.

Ignoró el mensaje y llevo mi vista al estante de enfrente, la foto del abuelo está enmarcada con un color dorado... su favorito.

Conté cada segundo, cada minuto y las horas iban pasando, solo pensaba en Jul, y en quien podría tenerla, aunque me hago una maldita idea pero no quiero pensar en eso porque si ese estúpido la secuestro y le hizo algo... lo mató.

Ni siquiera me ha dado hambre. Jul me tiene mal. Me tiene la cabeza patas arribas. Y no sé cómo sacarla de mi cabeza o arrancarla de mi corazón.

Desde que el abuelo me mostró su foto me ha parecido una mujer sexy igual que todas las que he conocido. Pero hay algo que la diferencia de las demás... Jul no está muerta.

Mi celular vuelve a vibrar pero está vez insistentemente por lo que inquiero es una llamada. Al ver el nombre enseguida contesto la llamada.

—Ellos la tienen. Voy llegando. —dice y cuelga.

Conté cada maldito segundo que espere a que la puerta se abriera y entrara Phillip por ahí.
En cuanto lo hizo, le di tremenda bofetada que me dejó doliendo la mano.

—¡A-UU!

—Habla.

—¿Me tuviste que golpear?

—Habla, Phillip.

—Calmate, estúpido. Primero... ¿puedes hackear el celular de Dylan?

—¿Que es esa pregunta estúpida? Claro que puedo.

—Hazlo.

Camino hacia mi computadora y la abro. Hackear un celular no es tan difícil como parece o suena por lo que no me demoro ni dos minutos cuando ya lo tengo hackeado.

—Entra a sus mensajes.

Voy hacia sus mensajes y leo.

—No tenía la certeza de que ellos la tuvieran pero Jair hoy actuó muy raro, se excuso con que su mamá estaba mal pero le llegaban mensajes insisitentes de alguien, cuando fui a acercarme a su teléfono, él lo guardo rápido pero alcance a ver el nombre Dylan. Y cai en cuenta que el no había llegado hoy entonces le pregunté a Jair el porque y me dijo que se había enfermado, pero luego le escribí a Dylan y me respondió que su hermana se había enfermado y la estaba cuidando por eso no había ido. Pero entonces me entró otra duda...

—Dylan no tiene hermanas. —concluí.

—Tuve que seguir a Jair aunque al principio todo pareció normal, fue a su casa, luego a una cafetería, pero entonces aparecio una invitada que por supuesto tenía que entrar en esta historia.

—¿Sam? —inquiero.

—¿Que comes que adivinas, hermanito? Si, se reunieron en la cafetería, no se demoraron ni cinco minutos ahí pero salieron con cuatro bolsas de comida. Se fueron en el carro y para decirte todo mi culo todavía duele de estar tanto tiempo sentado, fueron hasta el condado de Chester. Lo otro ya es historia no dude en devolverme... ¿Y si le escribes a Dylan?

—No.

Lo esperaba de Jair pero de Dylan y Sam... mejor me río.

—Matalos.

—¿A los tres? —cuestione en un berrinche.

—A los tres, Phillip.

—Eh...

—¿Que? —observe el movimiento que hacía con sus manos.

—Yo... bueno, creo que eso no se va a poder porque ya le dije a Sean dónde estaba probablemente Jul y puede que probablemente ellos ya estén allá.

—¿Le dijiste? ¿Frente a frente? ¿Quieres que...?

—No, le dejé una nota en la puerta de su casa, no soy tan estúpido.

—¿Nadie te vio?

—No. ¿No estás enojado?

—No, no lo estoy. Porque se que ellos de alguna forma morirán.

—A veces me asustas y eso que eres mi hermano.

—Tu eres la oveja blanca y yo soy la negra, querido hermano.

—Lo se, Daniel.

Juliette Langston © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora