26. Odio.

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Advertencia:
Este capítulo contiene escenas de abuso explícito.

'Odio'

No entiendo como la confianza se puede destruir en tan sólo segundos o como una amistad de muchos años puede irse a la basura en tan sólo unos pocos minutos.

Lo último que recuerdo es que Jair me golpeó con algo la cabeza y luego desperté aquí; atada de manos y pies, acostada en el suelo de una habitación oscura.

Me duele como el infierno la frente, y mis muñecas y tobillos están siendo malditamente maltratados con las cuerdas apretadas, no oigo sonido afuera y en este momento estoy temiendo porque Jair haga algo de lo que pueda arrepentirse.

Estoy sentada, recostada en la pared, conteniendo un poco mi respiración para no llorar. No solo por el dolor que ha sido provocado sino porque soy una estúpida, una completa estúpida. Todo esto es mi culpa.

Llevo mis manos a la herida en mi frente y se que hay sangre por el olor.

Voy a matar a ese maldito cabron, apenas tenga la oportunidad, lo juro.

Después de un largo tiempo; en el que estuve maldiciendo a Jair, escucho pasos fuera de la habitación y miro hacia la puerta. Lo raro es que no hay luz que se vea debajo de esta.

Entonces, la puerta se abre y la luz como de un celular, me ciega por un momento por eso volteo mi rostro hacia el otro lado con los ojos cerrados. Escuchos pasos caminando hacia mi, se mueve por toda la habitación y de repente la noto iluminada, luego siento que se sienta enfrente de mi.

-Mira lo que te hiciste. -reconozco la voz de Jair.

Abro los ojos lentamente y lo veo a él frente a mi, con una caja de primeros auxilios. Detalló la habitación, es de color gris, hay una silla desgastada, un cajón en un rincón, un tipo de cobija encima de este y tiene un aire frío.

-¿Dónde estoy? Jair suéltame. ¿Dónde estoy?

-Estas muy lejos de casa, te lo aseguro. -dice, con una maldita paciencia, como si no estuviera pasando nada, como si él no me tuviera aquí a la fuerza.

-¿Que quieres? Dime lo que quieres, te lo daré si me dejas ir.

Él suelta una risa seca mientras revisa la caja.

-No puedes irte si quieres darme lo que quiero. -su sonrisa es de tristeza, supuestamente.

-Jair por favor, déjame ir.

Él se acerca aún más para apartarme el pelo de la cara y comenzar a limpiar mi herida.

-¿Que quieres? -insisto -Si está en mi puedo dártelo, solo dime qué quieres.

Tengo que convercerlo de que me suelte. Llevo mis manos atadas a su muslo y las comienzo a mover. El detiene lo que está haciendo y me observa, deja caer el algodón que estaba pasando por la herida.

-A ti. -murmura.

Creo que todo pasa muy rápido cuando me agarra de la nuca y estampa sus labios con los míos. Trato de alejarme pero el ejerce presión en mi nuca, obviamente no le sigo el beso pero cuando él cree que abro la boca para invitarlo a más le muerdo el labio lo más duro que puedo y el me aleja bruscamente, que mi cabeza choca contra la pared.

-¡Mierda, Juliette! Eres una puta. Mira lo que hiciste. -se pone de pie, bruscamente.

Su labio estaba sangrando. Ojalá se muriera desangrado por eso. Aunque lo más probable es que no se muera, pedirlo de deseo no está de más. El se sigue limpiando el labio con su camisa.

Juliette Langston © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora