Capítulo 19

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La ausencia de palabras no siempre significa silencio, no cuando existe la excepción del sonido escondido pero perceptible del trabajo de dos corazones, bombeando en una desesperada huelga por recordarles a sus dueños que están ahí, activos y cargados hasta la cúspide.

"Louis, tengo que decirte algo"

Es más que definitivo que la frase salió de la boca del rizado antes de que terminase de ser procesada en su cabeza, pero ahora que se asomó a la luz no puede esconderse, debe adaptarse sobre la marcha, aunque cada parte de su materia gris exija a gritos optar por el cobarde y seguro retracto. Por obra de lo que sea ya dio el primer paso, su única labor es seguir el andar de la situación y confesar lo que tanto lo aqueja.

—¿Está todo bien?—Cuestiona de inmediato el ojiazul, siendo la preocupación su primer reflejo.

Se pueden contar con los dedos de una mano las veces que Harry ha iniciado una conversación con tal nivel de seriedad, lo lógico es encender sus alarmas en pos de lo que le ocurre. Más aún cuando es sabido que las personas hacen excepciones con lo estrictamente importante.

Las preocupaciones previas por el Fashion Week a la vuelta de la esquina ya vencieron su plazo, además duda mucho que se trate de inseguridades sobre su desempeño posterior a semejante éxito. Todo eso ya está cerrado y en su oportunidad lo conversaron entre ambos. Y Louis cree conocerlo bien como para saber que nada lo ha abrumado últimamente, entonces ¿qué es eso de tanta relevancia que le tiene que decir Harry?

—Vamos ricitos, sabes que puedes contar conmigo para lo que sea.—Insiste intentando acercarse, en una búsqueda inconsciente del contacto físico.

Aquel que sabe que es capaz de reconfortar, calmar o animar al ojiverde cuando lo necesita. Pero cuando el mismo da un paso atrás para evadir la mano que intenta posarse en su hombro, es evidente que ese no es el caso.

—¿Harry?

El aludido se mantiene en la posición que adoptó, sin ninguna variación desde su última intervención, manteniendo la distancia con el contrario, en todo aspecto menos en la mirada. No sabe cómo continuar, cómo decirlo sin morir en el intento, cómo permanecer y no salir corriendo al aguardar una respuesta.

Si declararse de por sí es encerrado en el concepto de tarea difícil, hacerlo desconociendo si existe correspondencia o no es algo que simplemente no tiene nombre. Más aún si es con alguien que se define a sí mismo con una sexualidad diferente a la tuya.

—Ya, que me estás poniendo nervioso con tanto suspenso.

Los luceros azulados cargados de confusión son su perdición en ese momento, escarbando milímetro a milímetro en el centro de su pecho agitado, desconociendo que influyen enormemente a tal fenómeno. Lo miran con urgencia, suplicando por serenidad, una frase o una palabra, lo que sea.

Totalmente ajenos a que la petición no es tan sencilla como parece.

Y Harry no sabe si en realidad es un punto de descanso o de más revuelo para su corazón, pero decide fijar su mirada en un punto más abajo para liberarse de ellos.

Sus labios, finos y rosados, majestuosamente estáticos, como si fueran las mismísimas puertas al paraíso. Pero hay un detalle en lo último que Harry comprende en ese momento y lo hace reaccionar.

Esas puertas están selladas entre sí, ahora y para siempre. Selladas para él.

Aún sin dar la esperada explicación, el rizado alza una de sus manos asentadas de anillos al terso rostro contrario, específicamente a su barbilla, descansando su pulgar en la parte frontal de esta.

GUCCI & ADIDAS | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora