Capítulo 25

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Salir del recinto fue una travesía, en la cual la oscuridad y sus trajes poco vistosos fueron sus mejores aliados. Louis agradeció profundamente que en esa oportunidad Harry haya decidido lucir algo más discreto, pues de haberse envuelto en conjuntos de muchos brillos y colores hubiesen estado perdidos. También un poco de suerte jugó de su lado, permitiéndoles no ser captados por el considerable tumulto de paparazis asentados a la salida, hambrientos por una declaración o impresión de la inolvidable velada, con sus cámaras y micrófonos en posición de alerta.

De allí en adelante el camino fue expedito y tranquilo, ellos dos con la silenciosa compañía de un chofer cualquiera de Los Ángeles, quien pareció lo suficientemente viejo como para reconocerlos. Se notaba a leguas que el hombre solo quería su dinero y que estos dejaran de invadir su taxi lo antes posible, sin una pizca de interés por saber de sus vidas.

Y así fue, antes de que se construyera un silencio demasiado incómodo en el vehículo, llegaron a la residencia Tomlinson. Esa fue la elección para permanecer el resto de la velada, ya que había motivos de sobra para suponer que el hotel de hospedaje de Harry estaría atestado de otro grupo de paparazis; y por otro lado, ir a algún club o recinto privado podía ser riesgoso.

Prefirieron evitar escándalos y compartir con la apacible privacidad, sobre todo ahora que todo parecía conspirar a su favor

—Lindo lugar... horriblemente desordenado, pero lindo.

—No molestes.—Replica Louis rodando los ojos, entrando a sus espaldas.—Hoy fue un día... agitado, no tuve tiempo de ordenar.

Tal como se discute, el espacioso y bien decorado penthouse del más bajo se alza glorioso ante los ojos de ambos, con el infortunado detalle de por medio de una sala principal caótica. Camisas, corbatas, pares de zapatos y pantalones por doquier. La escena del crimen que delata a alguien que estuvo horas batallando con la indecisión al momento de elegir un vestuario apropiado.

—Ya veo.—Asiente sonriente, conteniendo las ganas de reír.—¿Cuántas veces te cambiaste, ochenta?—Intenta averiguar, tomando una corbata que yace olvidada en medio de una alfombra.

—Ya sabes que los eventos formales no son lo mío, no seas cruel.—Louis le quita la prenda, fastidiado.—Hice un gran esfuerzo por ir decente a la ocasión, sin a-

—¿Mi asesoramiento?—Completa por él, presumido.

—Sin ayuda, eso iba a decir. ¿Crees que eres el único que puede cumplir aquella labor acaso?—Louis arquea una ceja, adquiriendo una postura defensiva.

—Conozco mejor que nadie las prendas y colores que te favorecen, además de lo que soportas y lo que no en cuestión de patrones y texturas.—Jactándose, Harry sonríe de manera ladina.—Así que sí, lo soy.

—Me conmueve tu seguridad, pero para tu información estás equivocado.—Le guiña un ojo, retirándose hacia la cocina.

Harry se mantiene estático en su lugar mientras lo ve alejarse, atrapando su labio inferior con sus dientes en medio de una sonrisa. En eso logra advertir los empaques blancos con el logo de Gucci descansando sobre un sillón. Se ríe para sus adentros, fascinado ante la idea de que Louis no pidió su ayuda directamente, pero sí siguió los consejos que alguna vez le dio al pie de la letra.

—Tan terco.—Murmura, negando para sí mismo.

Los pasos ajenos se hacen nuevamente presentes, haciendo que el rizado redireccione su mirada hacia el castaño que vuelve a hacer acto de presencia, esta vez con un par de copas y una botella de champaña. La sonrisa se dibuja otra vez en su rostro de forma inconsciente.

Y es que allí repara en que hasta ese momento no había halagado lo jodidamente bien que le quedaba aquel traje azul marino a su compañero.

—Por si las dudas, apruebo rotundamente la elección.—Harry finalmente admite, señalando el conjunto del contrario.

GUCCI & ADIDAS | Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora