𝓤𝓷 𝓻𝓮𝓰𝓪𝓵𝓸 𝓹𝓪𝓻𝓪 𝓵𝓪 𝓵𝓾𝓷𝓪 // ʟᴏꜱ ʜᴇʀᴍᴀɴᴏꜱ ᴍɪʏᴀ ✔

Capítulo 2

Un día más para ambos gemelos. Trabajo. Lo mismo de siempre. Lo único bueno es que a ambos les gustaban lo que hacían.

Osamu estaba preparando el arroz para los onigiris antes de abrir su negocio. Apenas unos cuantos de sus meseros habían llegado y les pidió limpiar las mesas.

Por recomendación del médico, Osamu para evitar que propague su gripe, usó un cubre bocas con estampado de onigiris con caras lindas.

— Buenos días Miya-san — saludó su asistente, llegando a la cocina.

— Buenos dí- ni siquiera termino de hablar cuando comenzó a toser. Mucho, de hecho, el peli negro sentía como se le iba irritando más la garganta y no terminaba de toser. Su asistente algo desesperado, le sirvió rápidamente un vaso con agua y se lo dio a beber.

Él lo aceptó con gusto y eso logró calmar un poco la tos y su eminente ardor en la garganta. Luego se aclaró la garganta.

— Pensé que se moría — comentó algo preocupado.

— No te preocupes, ya estoy mejor — respondió Osamu y le sonrió con serenidad.

— Espero y usted se esté cuidando — le dijo su asistente al mismo tiempo que iba a su casillero a guardar su mochila.

— Claro que sí, me estoy tomando todos mis medicamentos. Incluso ayer no me dormí con el aire acondicionado encendido, y con este calor que hace — añadió Osamu. Termino de preparar el arroz, lo metió en un bol de metal y lo guardo en el refrigerador.

— Eso es bueno, señor ¿qué más le dijeron ayer?

— Que dejé de meterme hielos a la boca porque eso me enfermó y nada más; me pusieron como quince minutos un ventilador porque les dije que luego no podía respirar bien — él sacó atún, salmón y surimi del refrigerador, posteriormente lo puso encima de la mesa.

— Bueno, espero y se sienta mejor la próxima semana — le sonrío.

— Yo también espero sentirme bien mañana ya mismo — pidió, — pero ahora ya es hora de abrir, ve a decirle a los muchachos que abran.

(...)

Esa misma noche, Osamu se levantó por que no aguantaba la tos incontrolable que tenía. No hacía ni diez minutos que se había tomado su medicina.

Se levantó a la cocina por un vaso de agua, y después fue al baño a tomarse una pastilla más. Encendió la luz, se miró en el espejo un segundo, buscó la caja de las pastillas y se la tomó con el agua.

Se tomó todo el vaso. Apagó la luz de nuevo, se fue a su cama y se acomodó de nuevo. Se cubrió bien con las mantas desde la punta de los pies hasta sus hombros.

"¿Por qué me siento peor que ayer?"

(...)

Habría pasado unas dos semanas desde que a Osamu le llegaron los ataques incontrolables y frecuentes de tos, tanto por el día como en la noche. La garganta la sentía desecha, y en efecto se quedó afónico.

Se sentía cansado, demasiado, pero no quería tomarse unas vacaciones. Quería estar en su negocio todo el tiempo que fuera posible.

— Señor ya casi es hora de cerrar, podría por favor tomar una siesta — pidió su asistente mientras limpiaba la barra. Osamu quien estaba recogiendo los platos de las mesas, volteo a verlo algo desconcertado.

— ¿Qué? ¿por qué? — preguntó en un hilo de voz casi inaudible, — si estoy fresco como una lechuga.

— Parece un vagabundo que no ha dormido desde hace cinco años, duerma por favor

Osamu sonrió ante el comentario, pero para que su asistente le dijera eso, es porque realmente se veía fatal. Termino de recoger los platos, que luego dejo en la barra y se sentó en una de las sillas de esta para acomodarse entre sus brazos.

Pero justamente cuando estaba a punto de caer en los brazos de Morfeo, llegó una breve dosis de tos que lo hizo volver a ponerse despierto.

— Lleva semanas así ¿no será mejor ir a ver a un doctor, de nuevo? — pregunto preocupado. El peli negro no le contestó, estaba muy ocupado tosiendo y por inercia se llevó una mano a la boca.

En menos de cinco minutos, dejó de toser. Sin embargo, antes de quitar su mano, sintió algo baboso en ella. Vio su mano, notó que había una sustancia verde semi transparente, como un moco con baba.

— ¿Qué es, señor?

— Es una flema. Antes mi tos era seca pero ahorame salió una flema. — respondió lo más fuerte que pudo, — que asco.