24~Alma destrozada

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Dormíamos, comíamos y vivíamos en ese hospital. No íbamos a separarnos en ningún momento de ella.

La tos imparable de aquel día iban a quedar siempre en su memoria.

Max y yo nos acompañábamos en cada momento. A veces era inevitable no llorar juntos.

— Les hice este dibujo para que lo pongan en la pared y este cuando volvamos a casa —otro dibujo a su carpeta.

— Ya no llores mi cielo —limpie la lágrima que caía por la pálida mejilla de mi hija.

Nuestros padres entraron a la habitación y luego ella pidió vernos nuevamente.

Más y yo nos sentamos a cada lado de ella.

— Los amo mucho a los dos... son los mejores del mundo —su voz se notaba cansada— dale mucho amor a mi mami papi, y tu a papi a mami... son hermanos pero se aman...  yo los amo y los amaré siempre.

Ninguno de los dos dijo nada solo la abrazamos hundiendonos en un mar de lágrimas depositando besos en sus mejillas.

— Nosotros siempre te amaremos a ti mi pequeña...

Los dos dijimos lo mismo a la misma vez y ella sonrió débilmente.

Salimos de allí y nuestros padres acompañados de Jacob, esperaban afuera.

— Esta durmiendo —dije en voz baja.

— Vayan a casa a bañarse nosotros nos quedaremos aquí —hablo mamá.

Volvimos al departamento haciendo todo rápido. Sentía una presión extraña en mi pecho Max me miró de la misma forma llevando su mano al suyo.

Entramos al hospital y como obra del destino un globo color rosa explotó, sentí una fuerte puntada en mi corazón. Max y yo nos miramos y empezamos a correr.

Nuestros padres seguían en la sala de espera, pero los doctores y enfermeras aparecieron dirigiéndose a la habitación donde se encontraba mi hija.

Los dos nos asomamos llenos de preocupación,  fue el pitido de la máquina y el rostro de los profesionales.

Retrocedi chocando con Max, solo me desplome en sus brazos para luego soltar un grito desgarrador.

Como si mi alma hubiera sido arrebatada ese pedazo de mi se había esfumado.

El ser que había llevado por nueve meses en mi vientre, ese pequeño ser que había protegido siempre con mi vida ya no estaba.

No podía soportarlo ese dolor era demasiado pesado me dolía el alma y solo quería desaparecer,  despertar y pensar que solo había sido un mal sueño.

Me recosté sobre la cama y allí a mi lado el sitio vacío. No podía aceptarlo y tampoco quería hacerlo mi hija la luz de mi vida y mi esperanza.

— ¡Mitzred! —grite llena de dolor.

Senti que la puerta de la habitación se abrió a mi lado alguien se recostó envolviendome entre sus brazos.

Los dos llorabamos desconsoladamente con nuestros corazón destruidos. Un dolor compartido que solo ellos podían entender.

Nuestra princesa ya no estaba y su pronta partida nos había destrozado.

— La extraño muchísimo... —dije entre sollozos apretando las manos de Max.

— Lo se mi vida... lo se... los dos extrañamos a nuestra princesa... —Max tampoco paraba de llorar.

Ninguno en ese momento tenía idea como apagar ese dolor solo se quedaron allí...

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