Sibylle StoneCamino con paso firme, haciendo sonar mis tacones contra el suelo con cada paso que doy. Soy consciente de que la mirada de los trabajadores de la empresa se posa en mi pero no le doy ninguna importancia.
Apenas entrar al edificio ya me puse de mal humor y todo gracias a la secretaria del magnate Camacho, la señorita no tenía mejor cosa que hacer más que criticar la forma en la que había ido vestida hoy.
Si llevaba una falda corta era mi problema y no el suyo. Tenía unas piernas largas y bronceadas que estaba dispuesta a presumir, no iba a vestir de pantalón largo solo porque a ella no le gustara verme de esta forma.
—Al jefe no le gustará.— murmuró burlándose de mi—. Al trabajo hay que venir bien vestida, tus prácticas aquí han sido cortas.
—¿Qué insinúas?— pregunté mirándola.
–Yo no insinúo, bonita, yo digo la cosas claras.— sonrió sarcástica—. El señor Camacho te mandará de vuelta a España muy pronto.
Me es inevitable reír, algo en mi mente no acababa de entender la forma de pensar de esta mujer. Es decir, ¿que tenía de malo mi ropa?
No conocía demasiado bien al magnate con el que trabajaba pero no era tan hijo de puta como para hacer algo de ese estilo, ¿o si?
Abro la boca dispuesta a volver a hablar pero justo en ese instante alguien entra, camina con paso firme al tiempo que se acomoda la camisa, al parecer estaba remangándola.
—Buenos días.— saludó con una sonrisa ladeada—. Sibylle, estás hermosa el día de hoy.
El hecho de que sus palabras fueran acompañadas de un guiño hicieron que se me inflara el pecho de orgullo y mirara a la mujer que estaba a mi lado, ella parecía no querer creerse las palabras del magnate.
—¿No compartes mi opinión?— preguntó divertido fijando su mirada en la misma persona que yo.
—Por supuesto, señor, Sibylle está muy guapa hoy.— dijo sonriendo con falsedad—. Si me disculpan, tengo trabajo que hacer.
Y tras darle una rápida mirada a Richard se encaminó lejos de nosotros.
No me sentía incómoda cuando él estaba cerca, de hecho sentía emociones agradables que tenían repercusiones buenas en mi cuerpo.
—¿Me acompañas a mi oficina?— preguntó ladeando la cabeza—. Tal vez podamos trabajar juntos hoy.
—Por supuesto, ¿tengo que llevar algo o...?
—No es necesario.
Me guió hasta su oficina, a pesar de que yo ya me sabía el camino casi de memoria. Había cosas que simplemente no se podían olvidar, la mente no te dejaba borrar ese tipo de recuerdos.
—Era cierto lo que dije antes, te ves muy guapa.— me hizo saber.
—Gracias, me alivia que haya sido así y que no me despidieras.— murmuré divertida—. A ver, técnicamente no podrías despedirme porque no estoy trabajando para ti... Simplemente estoy de prácticas.
—¿Crees que iba a despedirte por venir hermosa a trabajar?— cuestionó alzando una ceja—. No, cariño, mis ojos te lo agradecen.
Sonrío, porque en mi interior creo que todo me arde y esa nueva sensación me encanta tanto como me aterra.
Tal vez no era asexual... Solo tal vez.
Había construido esa idea en mi cabeza durante años, al no sentirme atraída por nadie, no despertar ese deseo sexual, que todas las ganas se disiparan al quitarme la ropa con alguien... Y ahora, con tan solo el palabreo estaba sintiendo nuevas cosas, emociones que podrían jugar en mi contra.
Richard era mi jefe, no era correcto tener un flechazo por él.
—Tu secretaria opina lo contrario.— solté sin más, su expresión fue de sorpresa a pesar de que quiso ocultarlo.
—Mi secretaria es una amargada que no tiene vida propia y por eso se mete en la de los demás, no le hagas caso.– dijo encogiéndose de hombros—. Pero... Ahora quiero hablar de algo importante para ambos.
—Claro, no vamos a hablar de asuntos que no merezcan la pena.— murmuré haciendo referencia al tema de la secretaria.
Llevaba aquí apenas una semana y ya me estaba haciendo enemigos, que guay.
Tenía ese don de no caerle bien a las personas por una única razón: siempre digo lo que pienso, por lo tanto soy sincera todo el tiempo.
Y algunas personas no diferencian eso de ser antipática y borde, que a veces también lo soy... Todo depende de la persona y de cómo tenga el día.
—¿Has venido con el plan de hacer tus prácticas durante tres meses y después volver a tu país?— preguntó juntando sus manos encima del escritorio.
—Es lo que todos los europeos hacemos cuando venimos a hacer las prácticas a Estados Unidos.— dije con obviedad—. ¿Por qué querría quedarme en una empresa de aquí cuando puedo trabajar en una europea?
Una maliciosa sonrisa se dibujó en sus labios al tiempo que su penetrante mirada se clavaba en mis ojos.
—No estoy hablando de cualquier empresa.— murmuró antes de pasarse la lengua por los labios—. Te estoy ofreciendo trabajar en mi empresa, una de las cinco potencias mundiales actualmente. Las cuatro restantes son las empresas de los mejores amigos, aquí el éxito está asegurado.
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Magnate Camacho
RomanceLa vida del magnate Richard Camacho siempre fue sencilla, se basaba en trabajar para alcanzar el éxito y una vez alcanzado, seguir trabajando para no perderlo. Los dolores de cabeza comienzan cuando una joven que trabajaba su empresa le empieza a at...