Richard CamachoUna sonrisa se instala en mis labios cuando me deshago de la ropa y la veo adueñarse de mi cama, había dejado sus zapatos tirados de mala forma en el suelo y parecía cómoda con la cabeza enterrada en la almohada.
—¿Vas a dormir cómoda con el vestido?– pregunto sin ninguna doble intención, su comodidad siempre iba primero en la lista de mis prioridades.
—Si crees que la respuesta es un no y que voy a desnudarme estás muy equivocado.— dice alzando la cabeza para mirarme.
—No estaba yendo por ese lado...— digo lanzándole mi camisa—. No quiero que duermas incómoda.
—Muy bonito de tu parte, también podrías devolverme mis bragas de paso.— dice con una sonrisa de oreja a oreja.
—De eso nada, mi amor.— le guiño un ojo, dejo que mi pantalón caiga al suelo y camino hasta la cama—. ¿Podrías echarte a un lado?
—No.— dice con una sonrisa.
Alzó una ceja en su dirección y cuando estoy por dar el siguiente paso es rápida en levantarse, la observo deshacerse de su vestido para colocarse mi camisa cubriendo su cuerpo.
—Te sienta increíblemente bien.— opino sonriendo, porque era verdad.
—Pensé que todo me sentaba bien.— dice cruzándose de brazos.
—Bueno, en mi defensa, nunca te había visto en una forma tan informal... Y me gusta.
—¿Te gusto?
—Me gustas.— afirmo.
Ella sonríe al tiempo que se deja caer a mi lado, envuelvo su cuerpo con mis brazos y deposito un beso en su frente. No sé por cuánto tiempo estamos así pero al sentir su respiración más y más calmada conforme pasaba el tiempo me hizo saber que se había quedado dormida.
—Descansa.— susurro, aún sabiendo que no iba a escucharme.
Durante los minutos en los que no me duermo me dedico a acariciar su cabello, me causaba mucha tranquilidad tenerla en mis brazos con tanta paz.
Entendía con claridad que no quisiera aceptar mi propuesta de noviazgo, había sido muy poco tiempo y podría resultar precipitado. Me había dejado muy claro que lo nuestro no era más que sexo.
Esa noche me dormí pensando en ella, por lo que todos mis sueños fueron amenos y agradables, aunque bien podrían ser húmedos y no me habría quejado en lo más mínimo.
Al despertar siento su cabello cosquilleando en mi cuello, echo este hacia un lado para poder tener una buena vista de su rostro dormido.
—Buenos días.— beso su sien y me levanto de la cama, ella se remueve un poco pero no abre los ojos, lo que me da a entender que sigue dormida.
Bajo para preparar el desayuno, por un momento casi me olvido de que tengo un perro y que se la pasa ladrando toda la mañana.
—Sshhh...— pongo mi dedo índice en mis labios para indicarle silencio, este gira alrededor de sí mismo antes de soltar un nuevo ladrido—. Por favor, necesito que no hagas ruido, hoy no estamos solos.
Miro en dirección al lugar en donde dormía, a su lado había comida y agua, ¿por qué tenia entonces que ladrar si ya tenía de todo?
Niego con la cabeza mientras lo acaricio, sin duda era más caprichoso que el dueño.
—¿Dando amor desde tan temprano?— pregunta Sibylle desde la entrada de la cocina.
—¿Ya estás despierta?— preguntó negando con la cabeza—. Iba a llevarte el desayuno a la cama pero...
—Siempre tenemos la opción en donde yo vuelvo a la cama y hacemos como que estos minutos no pasaran.— dice divertida.
—No, ahora no funciona, mejor ven y dame un beso.— le indico, ella sonríe pero camina hasta mi para dejar un beso en mis labios.
Después de agacha para rascar las orejas de mi perro, quien recibe sus caricias gustoso y termina lamiendo sus manos en agradecimiento.
Observarla es una buena opción pero hacerle el desayuno es una opción todavía más increíble, ella parece no darse cuenta porque está más que entretenida.
—No sé que estás haciendo pero huele muy rico.— dice levantándose—. ¿Puedo ayudarte?
—No, sienta tu culito ahí y espera.
Ella se niega, por supuesto, y termina sentada en la mesada. Mi mirada baja por instinto a sus desnudas piernas, sé que si subo tan solo un poco más terminaré bien su rosado coño, ella se da cuenta de mis intenciones por lo que se cruza de piernas y me mira entrecerrando los ojos.
—No me mires así, eres una tentación andante.— digo haciendo un puchero con mis labios.
—No sabes qué excusas inventar para mirarme eh.— parece burlarse.
—No te equivoques, cariño.— respondo tras reír—. Yo no necesito ninguna excusa, si quiero mirarte te miro y punto.
Entreabre los labios pero no dice nada al respecto, sonrío orgulloso y sirvo el desayuno que había estado preparando hasta el momento. Me sigue con la mirada hasta la mesa y cundo ve que me siento en una de las sillas decide imitar mi acción.
ESTÁS LEYENDO
Magnate Camacho
RomanceLa vida del magnate Richard Camacho siempre fue sencilla, se basaba en trabajar para alcanzar el éxito y una vez alcanzado, seguir trabajando para no perderlo. Los dolores de cabeza comienzan cuando una joven que trabajaba su empresa le empieza a at...