Capítulo 8

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Sibylle Stone

En estos momentos no sé si tiemblo por estar en sus brazos o por alguna otra razón. Mi cuerpo ya se había descontrolado completamente desde el momento en el que mi mente se dio cuenta de que no era asexual.

—Tenemos que hacer algo al respecto, ¿no lo crees?— preguntó al tiempo que dejaba un beso en mi frente.

—Siempre tienes la opción de desnudarte.— murmuré mirándolo.

Él parpadeó un par de veces antes de que las comisuras de sus labios se alzaran.

—¿Así de fácil?

—Tal vez solo es un momento de atracción... Me tiene pasado antes, cuando nos quitábamos la ropa simplemente se disipaba todo.— admití encogiéndome de hombros.

—No sería un jefe decente si me quitara la ropa en este instante.— opinó.

—Entonces tengo suerte en que no seas un jefe decente.— respondí sonriente.

De sus labios se escapó una carcajada pero acto seguido se alejó unos centímetros para desabotonar su camisa. Los tatuajes de su pecho quedaron a mi vista e inevitablemente me tuve que relamer los labios.

Suspiré cuando se deshizo de la prenda y la dejó caer al suelo como si nada.

Mis ojos agradecían las buenas vistas que me estaba dando en estos momentos, mis manos picaban por tocarlo pero sabía que no sería lo adecuado.

—¿Te sigo atrayendo?— preguntó, sacándome de mi nube.

—Creo que me atraes todavía más.— confesé mordiendo mis labios, no era una mujer que solía callarse las sensaciones y en estos momentos mi cuerpo estaba a rebosar de ellas—. ¿Puedo tocarte?

—Claro que puedes, nena... Es más, deberías de hacerlo.— murmuró como si fuera obvio.

Me acerqué a él y acaricié su pecho con la yema de mis dedos, su mirada no estaba fija en mis acciones sino en mi. Con lentitud deslicé estas por su abdomen hasta que mis dedos tocaron la tela de su pantalón de vestir.

Tragué saliva, sabía lo que quería yo pero no lo que quería él.

Alcé la mirada para conectar con la suya, sus pupilas estaban dilatadas y podía apreciar como la lujuria brillaba allí.

—No me molesta que continúes.— dijo con la voz ronca, era notable su excitación.

—¿No te molesta?

—Se siente raro que quieras experimentar conmigo, ninguna chica antes me había dicho que me desnudara en mi oficina ni mucho menos pedirme permiso después para tocarme... Pero ya has puesto tus manos en mi cuerpo, me ha sido inevitable no excitarme.— explicó torciendo los labios—. Tú quieres seguir y créeme que yo también.

Sonreí ante sus palabras, se notaba que estaba acostumbrado a usarlas a diario para convencer a personas. Tal vez también era un poco el efecto que el causaba en las personas y, sobre todo, el efecto que causaba él en mi.

Mis dedos bajaron con lentitud la cremallera de su pantalón y una de mis manos acarició su polla sobre la fina tela de su bóxer. Estaba duro y yo me sentía orgullosa de haber causado ese efecto en el magnate Camacho.

Tomé el elástico de la prenda y lo bajé para dejar su polla libre, la rodee con una de mis manos a pesar de que no llegaba a cubrir todo su grosor.

—¿Te sientes incómoda con esto?— cuestionó sin despegar la mirada de mi.

—Ni siquiera un poquito.— respondí con sinceridad.

Todo lo contrario, me estaba poniendo cachonda con esto.

Me dejé caer de rodillas, sin importar que pudiera lastimarlas en el suelo. Desventajas de haber llevado falda el día de hoy.

Me relamí los labios, su polla estaba cálida bajo mi tacto y de la punta de su glande goteaba el líquido preseminal.

—Nunca le he chupado la polla a alguien.— confieso.

—No tienes porque hacerlo, nena...

—Quiero hacerlo.— le hago saber—. Solo... Espero no decepcionarte.

—Tú nunca me decepcionarías.— susurra acariciando mi cabello—. Vas a hacerlo genial y yo lo voy a disfrutar muchísimo, no te preocupes.

Realmente esperaba que fuera así porque no quería quedar en vergüenza delante de mi jefe.

Pasé mi lengua por esta, haciéndolo soltar un jadeo al instante. No debía de ser tan difícil, si con solo pasar mi lengua ya estaba temblando de placer...

Me dediqué a chupar única y exclusivamente la punta de su glande, había leído en algún sitio que esa era su parte más sensible y que tenía una gran cantidad de terminaciones nerviosas que solo producirían placer.

Lo sentía palpitante en mi boca, estaba hinchado y varias venas resaltaban por toda su longitud. De solo verlo se me hacía la boca agua y no era para menos.

Me tomé la valentía de adentrarlo por completo en mi boca, además de Richard también gemí yo. Me ayudó moviendo sus caderas para follarme la boca, no a su antojo porque se notaba que estaba limitándose de todo lo que quería para no hacerme sentir incómoda o dolorida.

Un líquido cálido y espeso chocó contra mi paladar y la garganta se me contrajo por acto reflejo, tragando este de inmediato.

Le había chupado la polla al magnate Camacho  y tras hacerlo me encontraba más caliente que el jodido microondas cuando se calienta la comida.

Yo lo sabía.

Y él también lo sabía.

Magnate CamachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora