Capítulo 6

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Sibylle Stone

A pesar de que mi corazón martilleaba con fuerza contra mis costillas debido a las fuertes emociones que estaba sintiendo, pude mantener la compostura en todo momento.

Ver a Amancio Ortega era una cosa pero tener a Fiamma D'Altrui sentada a tan solo dos lugares del mío había sido lo más.

Ella me sonrió con cortesía e incluso se despidió de mi al salir.

—Tú debes de ser Sibylle, ¿no?— cuestionó cuando abandonamos la sala de reuniones.

—Si, esa soy yo.— murmuré por lo bajo, tan maravillada al oírla decir mi nombre.

—Richard habló de ti en varias ocasiones, halaba mucho tu trabajo.— me hizo saber con una hermosa sonrisa en los labios.

—¿En serio?— cuestioné anonadada.

Pensé que las palabras bonitas sólo eran un plan para convencerme de que me quedara con su labia... Pero si a sus amigos más cercanos les hablaba de mi entonces debería de ser verdad.

—Por supuesto, él ve mucho potencial en ti... Y yo me atrevo a defender la idea, de momento solo estás en tus prácticas pero vas a crecer mucho en este mundo.— me guiñó un ojo.

Casi me sonrojo.

—Eso es muy amable de tu parte, gracias.

—No me las des, soy sincera.— dijo encogiéndose de hombros—. ¿Sabes? Creo que deberías de venir a la cena del sábado, hace dos años Erick presentó a su novia la periodista allí... Tal vez es ahora un buen momento para que Richard te presente a ti.

—Oh, no... Nosotros no estamos saliendo así que no tendría ningún sentido hacerlo.— dije rápidamente—. El único trato que tenemos es profesional, que no se malinterpreten las cosas.

Se atreve a sonreír de forma burlona ante mis palabras, como si no me creyera en lo más mínimo o como si acaso insinuara algo más.

—Puedes seguir mintiéndote a ti misma, pero ambas sabemos que no solo tenéis trato profesional... Y eso está bien, créeme.— dijo al tiempo que ponía una de sus manos en mi hombro—. Hacéis linda pareja, no le tomes importancia a todo lo demás.

—Llevo aquí días, sería imposible que entre nosotros hubiera algo además...

Me callo antes de soltar el secreto que tanto me había estado torturando, no es como si a ella le importara que fuera asexual.

—¿No te parece guapo?— preguntó al tiempo que dirigía su mirada al magnate Camacho, este se encontraba hablando con Amancio Ortega con una sonrisa en los labios.

Me tomo un momento para apreciarlo más, por supuesto que me parecía guapo, quien dijera que Richard Camacho era feo tenía serios problemas de vista. Estaba como quería y, además, todo lo que se ponía le quedaba jodidamente bien. Actualmente tenía el cabello teñido de rubio y le favorecía mucho pero lo había visto meses atrás con el cabello de color rojo e incluso azul, y de ambas formas le sentaba increíble.

Inconscientemente me relamí los labios y la mujer que estaba a mi lado se dio cuenta de ello por lo que se echó a reír.

—No respondas, ya me quedó claro.— murmuró divertida—. Me tengo que ir porque he quedado con mi esposo pero le hablaré a Richard por WhatsApp para la cena de este fin de semana.

—No lo hagas, no es necesario.

—Me gusta ser cupido.— me dijo guiñándome un ojo, se acercó a Richard para despedirse de él al igual que del señor Ortega y finalmente abandonó la empresa.

Yo por mi parte me dejé caer en uno de los sofás que allí había e intenté no acosarlo tanto visualmente, solo había admitido que era guapo no que fuera el amor de mi vida.

Richard Camacho era uno de los hombres más codiciados en la actualidad, a millones de personas les gustaría compartir su vida con él.

¿Podía ser el hombre perfecto?

Probablemente.

No veía ningún defecto en él... Y eso que yo le veía defectos a todo el mundo, era como un don que Dios me había dado.

El magnate Camacho no los tenía, al menos por lo que pude conocer de él... Era simplemente perfecto y normalmente las personas perfectas gustan. Tenía todo lo necesario para enloquecer a cualquiera, pero... ¿Tenía lo suficiente para enloquecerme a mi?

Él gira el rostro y sus ojos conectan con los míos durante segundos que parecen una eternidad, sonríe de lado dándole un toque mucho más sensual e intercambia las últimas palabras con Amancio Ortega antes de despedirse de él.

Dejo escapar una bocanada de aire que no sabía que estaba reteniendo cuando él comienza a caminar en mi dirección. No era consciente de cómo estaba mi respiración en estos momentos, de como mi corazón golpeaba en mi pecho con frenesí, de mis palmas sudorosas o de cómo apretaba mis piernas.

Empezaba a cuestionar mi asexualidad.

Si fuera asexual no sentiría esto en este momento, no me sentiría atraída por él ni mucho menos lo desearía como lo estoy haciendo.

¿Qué me estaba pasando...?

Magnate CamachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora