Capítulo 5

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Richard Camacho

Sonrío de forma socarrona al ver como se remueve incómoda en su asiento, juega con los dedos de sus manos y me mira a los ojos dubitativa.

—No voy a aceptar tal cosa.— dice negando con la cabeza. Sin embargo, ella no parece estar segura de sus palabras.

—Nadie te hará una oferta como esto en ninguna otra empresa.— le hago saber, presionarla un poco no sería mala idea.

—Ni siquiera sabes como trabajo, no me has dado tiempo de demostrar que soy buena en esto...

—Sibylle, me sé tu expediente académico casi de memoria.— admito, ella me mira sorprendida tras escuchar mis palabras—. Nunca has tenido una mala nota, le has puesto todo tu empeño para sacar la carrera con matrícula de honor. Eres una alumna de diez, confío en que también serás una trabajadora de igual cualificación.

Me había dado el lujo de poder revisar su expediente e incluso de hablar con alguno de sus profesores, todos hablaban bien de ella tanto como estudiante como persona. Era, sin duda, una chica admirable.

Llevaba muy poco tiempo trabajando en la empresa pero había podido ver las ganas que le ponía a cada pequeña cosa que hacía. Era inteligente y sabía hacer las cosas.

—Aún así, es una decisión precipitada para ambos.— refuta con firmeza.

—No quiero una respuesta ahora, Sibylle.— digo al tiempo que miro el reloj en mi muñeca izquierda—. Tienes todavía tres meses para pensarlo, mi opinión con respecto a ti no va a cambiar ni siquiera un poquito.

—No puedes estar seguro de eso.

—No quieras ser más terca que yo.— respondí con una sonrisa burlona en los labios—. Tengo una reunión con importante socio español, ¿quieres acompañarme?

—No debería.

—¿Por qué no? Soy el jefe y te estoy invitando a asistir a la reunión.— digo cruzándome de brazos—. Si no quieres venir solo me tienes que decir que no y prometo no insistir.

Atrapó su labio inferior con sus dientes, recién me daba cuenta que solía hacer ese gesto cada vez que se pensaba la respuesta a algo. Finalmente, se levantó del lugar en el que estaba sentada y me miró asintiendo.

—Vamos.

Sonreí orgulloso, no era por echarme rositas pero normalmente siempre conseguía lo que quería. ¿Caprichoso? Tal vez un poco.

—¿Y... Quien es el socio?— preguntó curiosa cuando abandonamos la oficina.

—Amancio Ortega.— confesé con simpleza, no era un secreto a voces que había estado trabajando con tres de los magnates de Estados Unidos para crear nuevas cadenas en su línea de ropa.

Las últimas construcciones habían sido hace tan solo meses en países asiáticos, a pesar de que la empresa tenía su base en España estaba más extendida que nunca por todo el mundo.

—No me jodas.— dijo negando con la cabeza—. ¿Amancio Ortega? ¿El de Inditex?

—Ese mismo, ¿acaso hay otro hombre que se llame igual que él y se dedique a los negocios?— me burlé al tiempo que abría la puerta de la sala de reuniones y le dejaba entrar a ella primero.

—No estoy lista para esto, creo que es mejor que tú hables a sola con él y...

—¿A solas?— chasquee mi lengua—. La señora  D'Altrui y el magnate Colón también forman parte del proyecto, Italia es un país fundamental en estos momentos para Zara y el creador de la marca no puede desaprovechar la oportunidad de negociar con la italiana.

—Creo que no es el mejor momento para decir que admiro a esa mujer con toda mi alma.— murmuró por lo bajo algo que yo ya sabía, de lo contrario no le habría mandado venir.

La tesis final de su carrera trató de ella; Fiamma D'Altrui. De todo lo que conllevaba ser una mujer que se dedicaba a los negocios, los inconvenientes y dificultades para llegar a donde estaba.

Era más que obvio que su lado feminista se sentía muy orgulloso de que una mujer hiciera tal cosa, creo que todos nos sentíamos así.

Por desgracia, durante mucho tiempo las mujeres fueron infravaloradas en este tipo de trabajos ya que según ellos era una labor para hombres. No solo Fiamma sino todas esas mujeres que se dedicaban a esta profesión habían demostrado todo lo contrario, había derrumbado todos los muros y le habían gritado al mundo que las mujeres sabían hacer el mismo trabajo y de una forma increíble.

—¿De mayor quieres ser como ella?— cuestioné alzando una ceja.

—Todas las niñas de hoy en día quieren ser como Fiamma D'Altrui cuando sean mayores.— dijo sonriente—. ¿Por qué iba a ser yo la excepción?

—Tú no eres una niña...

—Depende de las circunstancias, puedo ser una niña cuando me lo propongo.— me guiñó un ojo haciéndome sonreír.

No sabía si tomarme eso como un vacile o un coqueteo... Pero lo que tenía muy claro ya era que su actitud cada día me gustaba más.

Ninguna de las personas que trabajaba para mi se atrevería a vacilarme y a guiñarme un ojo, tal vez porque yo no soportaría ese tipo de cosas. A la empresa se venía a trabajar y punto.

Ella era la excepción.

Magnate CamachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora