Sibylle StoneBajo de mi nube de éxtasis cuando siento el semen del magnate escurrir por mis muslos, habíamos sido unos irresponsables que acababan de follar en los baños de un restaurante de lujo, cualquier estirado de su clase podría haber entrado y se formaría la polémica del año "El magnate Camacho teniendo sexo con una jovencita que, ¡oh sorpresa!, trabaja en su empresa".
—¿Qué has dicho?— cuestioné, sabiendo que antes de que gimiera su nombre estaba diciéndome algo.
—Te estaba pidiendo que fueras mi novia.— murmuró apoyando su frente con la mía—. Así nos evitamos el lío de tener problemas por ser jefe y empleada.
—No voy a ser tu novia, los magnates no podéis ser tan precipitados en el momento de elegir pareja, al fin y al cabo la imagen cara el público es importante y...— sus labios me interrumpen pues devoran los míos con ansias, como si le importara entre cero y nada todo lo que le estaba diciendo.
Cuando se despega de mi me ayuda a bajarme del lavamanos y ambos arreglamos nuestra ropa como si no acabara de pasar nada.
—Estoy sin bragas.— reclamo.
—Y yo sin novia.— dice alzando sus manos.
—No voy a ser tu novia, Richard...
—No vas a tener tus bragas de vuelta, Sibylle...— dice con una sonrisa burlona en los labios.
—¡No puedo andar sin bragas!— reclamo lo que es obvio.
—Y yo no puedo andar por ahí sin que seamos novios, solo mira las ganas que nos tenemos el uno al otro...
—Se llama atracción sexual, solo eso.— digo por lo bajo.
—Una pena.— se encoge de hombros—. Estarás sin bragas esta noche, solo eso.
Me guiña un ojo antes de salir del baño, me miro al espejo y trato de acomodar mi cabello para que no sea tan obvio que acabo de tener sexo y tras soltar un suspiro decido salir.
Nadie en la mesa dijo nada al respecto, a pesar de que si nos miraron, decidieron continuar con la conversación en la que estaban.
—¿Cuándo vuelves para España, Sibylle?— preguntó Zabdiel ladeando la cabeza—. ¿O ya tienes planeado quedarte aquí?
—En dos meses se terminan mis prácticas, debo de volver si o si.— confieso—. Tengo que recibir mi título y todas esas vainas.
—¿Y no vas a volver?— preguntó ahora Erick.
—Probablemente lo haga.— asiento ligeramente con la cabeza, sus miradas no me preocupaban, solo la oscura y penetrante mirada del magnate Camacho. No se asimilaba en nada a la lujuriosa mirada de hace minutos, ahora se veía mucho más serio e incluso intimidante.
Puede pasar de mojarte las bragas a que sientas miedo por cual será su próxima acción.
La conversación tornaba ahora en como Fiamma había decidido dar el salto de Italia a Estados Unidos, pero tanto Richard como yo estábamos muy ocupados desafiándonos con la mirada.
No me faltaban ganas de aceptar su propuesta y de ser su novia, pero no quería ser el tipo de chica lanzada que con solo conocernos de una semana y media ya estábamos saliendo.
Richard me había hecho sentir un sinfín de emociones en todo este tiempo, pero no era algo que le admitiría por ahora. Con él todo estaba bien, yo me sentía mejor que nunca.
Pero eso no quería decir que fuera a ser así siempre, eso era a lo que más le temía yo.
¿Y si él solo sentía deseo sexual por mi?
Tal vez después de habernos acostado un par de veces perdía el interés en mi, yo saldría más afectada de todo esto pues había descubierto que no era asexual gracias a él.
Le debía tanto y, sin embargo, estaba dispuesta a darle tan poco... Era una jodida egoísta.
Pasa al menos una hora y media más para que comencemos a despedirnos los unos de los otros, como si mañana no se fueran a ver todos en la oficina...
—Deberías de venir en las próximas cenas, ha sido agradable tenerte por aquí.— dijo Joel sonriéndome, podía entender porque Fiamma se había sentido atraída por él desde el primer momento.
—Es un gusto que formes parte del grupo.— murmuró Erick mientras se sacaba su chaqueta y la dejaba en los hombros de su novia.
Sonrío agradecida a ambos, ha sido una velada muy buena en todos los aspectos pero yo solo quería que esta noche finalizara, me encontraba cansada a nivel mental. Necesitaba un momento de paz y tranquilidad a solas.
—Vamos, bonita, te llevo a casa.— dijo Richard pasando su brazo por mi cintura, su tacto quemaba y no estaba segura de si era en el buen sentido o en el malo.
Me guió hasta su coche y antes de que me abriera la puerta me incliné para dejar mis labios sobre su oreja.
—¿Por qué no mejor me llevas a tu casa?— susurré, acto seguido mordisquee suavemente su lóbulo.
—Solo tenías que pedirlo.— susurra en respuesta, sus labios están curvados en una maliciosa sonrisa, esa que trae consigo problemas pero que aún así me encanta a mas no poder.
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Magnate Camacho
Roman d'amourLa vida del magnate Richard Camacho siempre fue sencilla, se basaba en trabajar para alcanzar el éxito y una vez alcanzado, seguir trabajando para no perderlo. Los dolores de cabeza comienzan cuando una joven que trabajaba su empresa le empieza a at...