EPÍLOGO

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Habían pasado tres años desde que Sibylle Stone conoció al magnate Camacho, en aquel entonces todos pensaban que solo se trataría de un lío fugaz, que pronto se cansarían el uno del otro...

¿Había sido sido así...?

—¡Richard! ¿Qué mierda es esto?— exclamó la joven con una carpeta que sacó del despacho que su marido tenía en casa.

—Oh, eso...— soltó una risa nerviosa mientras los colores se le subían—. Verás... Cuando te fuiste yo quería ir a buscarte pero no tenía ni la menor idea de por dónde empezar así que le pedí información a un colega.

—Solo le faltó poner el color de mis bragas.— espetó poniendo los ojos en blanco.

—Oh, no necesito pedirle información a él para eso.— murmuró divertido mientras sus ojos bajaban por sus piernas—. Si te alzas un poco más el vestido...

—¡Richard!— exclamó avergonzada.

—Es broma, es broma...— respondió riendo—. Sé de sobra que son de color negro.

Sibylle se sonrojó en exceso, había empezado a usar lencería de ese color cuando se enteró que era el favorito de Richard.

—Oh, nena, llevamos un año casados y te pones roja cuando hablamos de tus bragas.— rió acercándose a ella—. Eres adorable.

Besó su mejilla con dulzura y tomó su mano con la suya, acarició el anillo de oro que llevaba en su dedo anular idéntico al suyo y sonrió de oreja a oreja.

—Te amo.— le dijo dándole un guiño de ojo.

—Sabes que yo a ti también te amo.— respondió ladeando su cabeza—. No quiero arruinar el momento romántico... Pero tengo hambre.

Sibylle había pasado su etapa de embarazo sin ningún tipo de antojo o algo parecido, sin embargo, una vez que tuvo a su hijo empezó a tener hambre a cada instante del día.

—Entonces vamos a alimentarte, bonita.— murmuró divertido.

La guió hasta el sofá y la hizo sentarse allí, dejó la comida en la pequeña mesa que tenían enfrente y aprovechó el momento para darle él mismo de comer en la boca.

—Puedo comer sola...

—Soy consciente de eso.— se burló para después robarle un beso—. Ya voy tarde a la reunión con los chicos así que... Pueden esperar otro ratito más.

—Eres el peor amigo.— se queja ella.

—Soy el mejor, esos cabrones tienen suerte de tenerme.— dice alzando sus cejas.

—Puede...— se encoge de hombros—. Pero la que tiene aquí más suerte soy yo, solo mírame... Estoy casada con el amor de mi vida y tengo un hijo precioso con él.

Ambos soltaron un suspiro de ensueño, acto seguido se escuchó llorar al primogénito de estos en el piso de arriba.

—Hablando del rey de Roma...— dice Richard levantándose del sofá.

—Roma no es una monarquía y por lo tanto no puede tener rey.— le hizo saber Sibylle.

—Bien, ya sabemos quien es el guapo y quien la inteligente en la familia.— se burló—. Voy a por Fer.

Su mujer asintió mientras terminaba de comer sin su ayuda, fue cuestión de minutos para que Richard bajara con su hijo en brazos, este ya no se encontraba llorando pues llevaba un chupete de color blanco en su boca y agarraba con una de sus manos el dedo de su padre.

—Buenos días Nando, ven aquí que mami te quiere comer a besos.— dijo Sibylle extendiéndole sus brazos, su esposo sonrió antes de dejárselo para que ella cumpliera con su labor—. ¿Tienes hambre?

—Yo si...— dijo Richard al saber lo que se venía a continuación.

Ella lo miró de forma divertida mientras bajaba la tira de su vestido.

—Que suerte que no te he preguntado a ti.

—Es que te ves muy apetecible, tus pechos han crecido y envidio a nuestro hijo por pasarse la mayor parte del día con ellos en la boca.

—Bueno, él está por el día y tú por la noche, así que no te quejes desgraciado.

El magnate rió mientras tomaba asiento a su lado, Sibylle aprovechó para apoyar su cabeza en su hombro mientras observaban a su hijo alimentarse.

Fernando Camacho tenía apenas meses pero en tan poco tiempo había traído muchísima felicidad a la casa en donde vivían. Su padre lo llamaba por "Fer" y su madre prefería el apodo de "Nando".

—Os amo muchísimo.— susurró Richard besando la frente de su esposa.

—Te amamos muchísimo más, señor Camacho.— respondió con una sonrisa en los labios.

Fer se durmió en cuanto terminó de comer, Sibylle lo dejó en los brazos de su padre mientras se acomodaba el vestido.

—Tengo que ir al baño, vuelvo en un instante.— dejó un beso en su mejilla antes de levantarse e ir al cuarto de baño que tenían en la planta baja de la casa, simplemente por el hecho de que le daba pereza subir al de arriba.

Richard observó a su hijo en sus brazos, con cuidado acarició su rostro con uno de sus dedos y dejó pequeños besos por este.

—Futuro magnate Camacho.— sonrió orgulloso.

No había sido fácil, pero lo fácil estaba sobrevalorado. Lo difícil siempre atraía más, a pesar de que podía doler el doble.

Ellos lo habían conseguido, teniendo éxito en cada pequeño paso que daban juntos.

Y es que lo más importante no era lo vivido sino lo que quedaba por vivir.

|| F I N AL ||

Magnate CamachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora