Sibylle StoneNo necesitaba estar sola para encontrar esa paz mental que tanto ansiaba, lo único que me hacía falta era pasar más tiempo con Richard fuera del ámbito laboral.
—Ya estamos en la edad de ser sinceros con lo que queremos.— dijo mientras recogía la mesa—. Voy a respetar tus decisiones, bien quieras una relación o simplemente compartir cama conmigo.
¿Cómo le explicaba que yo lo quería todo con él pero que no estaba lista para ello?
Mi silencio habló por sí solo, él pareció entenderlo porque no dijo nada durante los siguientes minutos.
Y es que tal vez no me había entendido y había malinterpretado todo.
—Richard, yo...
—No importa, Sibylle.— me interrumpió—. Lo que siento por ti no va a cambiar aunque me rechaces, suena masoquista pero es la cruda realidad.
—No te estoy rechazando, quiero un tiempo para aclararme.
—Quieres tiempo pero también quieres seguir acostándote conmigo, ¿irónico, no crees?— pregunta al tiempo que se encargaba de echar las cosas en el lavavajillas.
Razón no le faltaba...
—No te estoy cuestionando ni mucho menos, Sibylle, pero quiero que pienses por ambos y no solo por ti.— mira en mi dirección encogiéndose de hombros—. Voy a darme una ducha y a vestirme, después te llevo a casa para que también puedas hacer lo mismo.
Asiento ligeramente y lo sigo con la mirada cuando sube por las escaleras, dejándome sola con su perro.
—¿Tú que opinas?— cuestioné acariciando su cabeza—. Me gusta mucho tu dueño pero... En fin, problemas de humanos.
El perro ladra como si entendiera a la perfección de lo que estoy hablando y a mi me es inevitable reír.
Aprovecho para recorrer la casa, cada cuarto al que entro me sorprende más que el anterior. No tenía ni la menor idea de quién había diseñado la casa ni de quien la había construido, pero sin duda alguna era una fantasía.
Mi boca se abre y mis ojos miran sorprendidos las paredes del cuarto en el que me encontraba ahora, lleno de cuadros pintados por él mismo. Había algunos paisajes pero la gran mayoría eran retratos que parecían fotos.
Los únicos muebles que había eran un largo sofá de color blanco, una mesa de cristal que tenía un montón de dibujos encima al igual que todo el material de pintura y algún que otro caballete.
—¿Qué cojones haces aquí?— su voz me hace saltar en mi lugar—. Lo siento, no quería asustarte.
—No sabía que pintabas.— murmuré tomando alguno de los dibujos que había encima de la mesa, algunos estaban hechos a carboncillo y se veían increíbles.
Estos fueron arrebatados de mis manos para volver a situarse en donde se encontraban, las mejillas del magnate estaban ligeramente sonrojadas mientras que negaba con la cabeza.
—Se supone que no deberías de saberlo.
—¿Por qué no? Aquí solo hay arte.— respondí sonriendo, sin embargo mi sonrisa se borró al ver que en la mesa había al menos cinco bocetos de alguien muy parecida a mi—. ¿Soy yo?
Estaba impresionada, no era para menos, nunca antes alguien me había plasmado en papel y de una forma tan bonita.
—No están terminados, no los mires.— murmuró apenado.
—¡Pero si son increíbles!— exclamé sonriendo de oreja a oreja, tal vez no estaban terminados pero se veían fabulosos de todos modos—. ¿Puedo quedarme con este?
—Eres tú la que está dibujada ahí, claro que puedes.— dijo encogiéndose de hombros.
—Gracias.— dije antes de besarlo, jadeó sorprendido contra mis labios pero me siguió el beso de inmediato, sus manos se posaron en mi cintura para pegarme más a su cuerpo y sus dientes atraparon mi labio inferior—. Por todo, hasta por dibujarme.
—No es nada, creo que te has vuelto mi musa.— respondió con una breve sonrisa en los labios—. Así que el que tiene que agradecer soy yo.
Que equivocado estaba.
Puse una de mis manos en su nuca para traerlo hacia mi una vez más y volver a unir nuestros labios, podría pasarme el día besándolo y no me quejaría en lo más mínimo.
—¿Eres consciente de que si seguimos así no vamos a llegar a tiempo a la reunión que tenemos?
—Que tienes, querrás decir...
—No, tú vas a acompañarme.— respondió con una sonrisa burlona en el rostro—. Así que vamos tirando para tu casa, así puedes darte una ducha y vestirte de forma decente.
—¿Tienes algún problema con mi forma de vestir?
—Muñeca, estás sin bragas y solo tienes puesta mi camisa de ayer... Me encanta como estás pero no voy a aceptar que vayas así vestida a la empresa.
Mis mejillas se tornan rojas de inmediato, había pasado por alto ese pequeño detalle.
—Tienes razón, deberíamos de irnos...
Él ríe y yo imito su acción, momentos como este son los que me gustaría vivir a diario.
Simplemente era necesario tener a Richard Camacho en el día a día.
✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨✨
|Comunicado|: Como ya sabréis, mi cuenta de Instagram ha sido borrada... Y estuve en depresión ayer y hoy. Voy a iniciar en una nueva cuenta @storiesscris, me jode muchísimo saber que pierdo a muchas personas en el camino, los edits, las historias y los One shots son lo de menos...
Se agradece si podéis ir a seguirme por allí, no prometo volver tal cual me fui, una se cansa de darlo todo e incluso más y a cambio recibir esto.
Gracias por estar ahí, por los mensajes que estuve recibiendo a lo largo del día de ayer... No tenéis ni idea de lo que significa para mi 🥺💖.
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Magnate Camacho
RomanceLa vida del magnate Richard Camacho siempre fue sencilla, se basaba en trabajar para alcanzar el éxito y una vez alcanzado, seguir trabajando para no perderlo. Los dolores de cabeza comienzan cuando una joven que trabajaba su empresa le empieza a at...