Richard CamachoCamino con la cabeza en alto fuera de mi oficina, no me importaba tener los dos primeros botones de mi camisa sueltos e ir sin americana, me daba un look bastante sofisticado.
Le hago un gesto a mi secretaria de que se acerque, esta lo hace con pasos cortos y con la mirada en el suelo.
—¿Sabes? Me enteré por ahí de que últimamente corren muchos chismes por la empresa.— murmuré casi con un tono desinteresado.
—No sé de que me habla, señor.— dice por lo bajo—. Si es por lo de hace un momento, no tiene que preocuparse que de mi boca no saldrá nada...
—¡Oh! Por supuesto que no me preocupaba por ese detalle, solo quería informarte de que no me gusta la gente chismosa.— susurro como si fuera un secreto y solo ella pudiera escucharme, veo con claridad como pasa saliva por su garganta—. ¿Y sabes que le pasa a la gente chismosa en esta empresa?
Niega con la cabeza con timidez y yo sonrío de forma descarada.
—La despedimos.
El tono de su piel palidece, tengo que aguantarme las ganas de reír porque le debo un mínimo respeto y profesionalidad como jefe suyo que soy.
—No habrá ningún chisme circulando por la empresa, señor.— aseguró tras dar un leve asentimiento.
—Bien, ahora puedes volver al trabajo.
La miro mientras camina de vuelta a su puesto, con la mirada busco a Sibylle y sonrío al verla bajar las escaleras con toda la elegancia del mundo.
Camino en su dirección y abro la boca dispuesto a hablar, sin embargo, ella pasa por mi lado sin mirarme ni dirigirme la palabra.
—Señorita Stone, ¿que sucede?— cuestioné confuso—. Hace unos minutos estábamos bien, ¿no es así?
—Señor Camacho, alguien más tiene ganas de hablar con usted.— respondió con una sonrisa sarcástica en los labios—. Y se veía bastante alterada porque no le devolvía las llamadas.
Mierda...
Por un momento me había olvidado de ella.
—Prometo que te lo explicaré todo con calma y detalles, no saques conclusiones de forma precipitada.
—No tienes nada que explicarme.
—Tal vez no tengo pero si quiero, así que por favor...
Ella suelta un suspiro mientras niega con la cabeza, sé que mis palabras no la convencen pero finalmente decide asentir y darse por vencida.
—Ahora voy a trabajar, que no vengo aquí solo para mirar tu cara.— dice chasqueando su lengua, sin decir nada más se retira para volver al trabajo y a mi no me queda otro remedio más que ir a mi oficina y enfrentarme a la realidad.
Me preparo mentalmente para lo que venía a continuación...
En ningún momento establecimos un nombre a lo nuestro, simplemente nos acostábamos de vez en cuando y ya...
No veía la necesidad de reclamar ahora.
Lleno mis pulmones de aire antes de entrar a mi oficina, efectivamente había una mujer allí que caminaba de un lado a otro como solía hacer yo cuando me encontraba nervioso.
—Me dijeron que querías hablar conmigo.— dije con la voz suave, no era necesario llegar ya cabreado porque las cosas se nos podían salir de control.
—Y lo dices como si no tuviéramos cosas de las que hablar.— responde sarcástica.
—Para mí está todo hablado.
—¿Tú eres tonto?— cuestiona haciendo que frunza el ceño.
—¿Disculpa?
—Perdona, yo...
—Si has venido aquí solo para insultarme te recomiendo que te vayas porque lo que me tengas que decir me entrará por un oído y me saldrá por el otro.— admito al tiempo que señalo la puerta con la cabeza.
Ella niega rápidamente mientras se aproxima a mi, por instinto retrocedo un par de pasos.
—No, Richard, no... He venido para hablar contigo y no me voy a ir hasta haberlo hecho.— dice mirándome a los ojos—. ¿Qué ha pasado con nosotros?
—No ha pasado nada, simplemente se apagó la llama de deseo que nos consumía.
—Habla por ti, a mi me sigues poniendo cachonda como el primer día.— admite encogiéndose de hombros.
—Siento decir que el sentimiento no es mutuo... Y para que esto funcione tendríamos que poner de nuestra parte los dos.
—¿Estás cortando conmigo?— pregunta indignada.
—No estoy cortando contigo por la simple razón de que no había nada entre nosotros, creo que estamos ya en una edad en donde hay que empezar a definir nuestro futuro. Sintiéndolo mucho, no formas parte del mío.
Sus ojos se empañan, sé que no le he roto el corazón porque ella no estaba enamorada de mi pero aún así se siente dolida.
Ser un hijo de puta estaba en mis características principales, no era un secreto a voces...
Prefería que fuera así a que siguiéramos mintiéndonos por más tiempo.
Ella era hermosa, tenía un cuerpo delgado con curvas en donde era necesario, su cabello estaba teñido con mechas californianas, tenía unos bonitos ojos de color azul que llamarían la atención de cualquiera.
Pero ya no me sentía atraído por ella... No cuando Sibylle me enloquecía hasta puntos extremos.
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Magnate Camacho
RomanceLa vida del magnate Richard Camacho siempre fue sencilla, se basaba en trabajar para alcanzar el éxito y una vez alcanzado, seguir trabajando para no perderlo. Los dolores de cabeza comienzan cuando una joven que trabajaba su empresa le empieza a at...