Capítulo 12

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Sibylle Stone

El vestido quedaba perfectamente ajustado en mi cuerpo, el color hacía resaltar el moreno de mi piel y los zapatos de tacón me hacían ver unos centímetros más alta.

Me miro al espejo una última vez para comprobar que todo en mi look estaba bien.

Efectivamente, me veía espectacular.

Guardo mi teléfono en el bolso y cuelgo este de mi hombro, Richard se encontraba fuera cuando salí, apoyado en el coche de color gris que le pertenecía.

—Señorita Stone, brilla más que las estrellas de esta noche.— murmuró sonriente, alzó la mirada al cielo y asintió ligeramente.

Ladeo la cabeza mientras lo miro, se veía impecable como siempre. Llevaba un traje de color azul marino y una camisa de color blanco, su cabello estaba perfectamente peinado.

—Gracias, usted también luce muy guapo.— le digo guiñándole un ojo.

Su suave risa inunda mis oídos, es uno de los sonidos más agradables que he oído jamás.

—Tenemos una cena pendiente con los magnates y las chicas.— dijo mientras me abría la puerta del lado del copiloto—. Señorita...

—Gracias.— le sonreí cortésmente y me subí al coche. Él cerró la puerta para después rodear el coche y subir en el asiento de piloto.

—Tranquila, ya conoces a esos hijos de puta, ellas son encantadoras.— me hizo saber.

En ningún momento le mencioné que ya había conocido a Cyara hace unos días y por pura casualidad, sería divertido ver su cara en la cena.

Una suave melodía sonaba en la radio durante el trayecto hacia el restaurante, cerré los ojos dejándome llevar por la letra y la melodía. Hablaba de una historia de amor donde la chispa lo era todo desde el primer día.

Casi reí internamente, mi "relación" con el magnate Camacho era algo parecido.

Nadie se acostaría con su jefe una semana después de conocerlo. Nadie.

Éramos una bonita excepción...

—Hemos llegado, bonita.— anunció sonriente, salió del coche y yo imité su acción—. Se supone que yo debería de abrir tu puerta...

—Olvida la caballerosidad conmigo.— dije negando con la cabeza—. No es mi estilo.

—Me di cuenta.— respondió burlón.

En un gesto que no me esperaba, tomó mi mano con la suya y entrelazó nuestros dedos. Su mano era más grande que la mía y eso hacía que encajaran a la perfección.

Caminamos juntos dentro del restaurante y fue suficiente con que dijera su apellido para que alguien nos guiara hasta el salón principal en donde se encontraban todos.

—¡Buenas noches!— gritó Erick en cuanto nos vio entrar allí.

Todos empiezan a saludarse, no sé en qué momento mi mano se suelta de la de Richard pero cuando me doy cuenta ya tengo a varias chicas frente a mi.

—Me alegra tanto que hayas venido.— dijo Fiamma abrazándome.

—A mi me alegra volver a verte.— dijo Cyara guiñándome un ojo.

—Lo mismo digo.— respondo sonriente.

—Oh, déjame que te las presente.— dice Cyara señalando a las dos chicas que, en realidad ya conocía gracias a los medios de comunicación—. Ella es Keshia, mujer de Zabdiel, y ella es Lailany, mujer de Erick.

—Un gusto.— digo dando un asentimiento en su dirección.

—El gusto es nuestro.— dice Keshia sonriente.

—Nos agrada saber que el grupo ya está completo.— dice Leilany mirándome.

No, definitivamente o estaba completo... Ellas estaban asimilando que yo estaba saliendo con Richard tal y como lo hacían ellas con los demás magnates.

—No es lo que parece.— respondí negando con la cabeza.

—Típica frase de que realmente es lo que parece.— dijo Cyara con diversión.

—Touché... Pero recordad que la cupido soy yo, cuando lanzo mi flecha no fallo... Y mi flecha la tenéis vosotros dos en estos momentos.— dijo alzando sus cejas.

Reí por lo bajo, no veía a la italiana como cupido pero tampoco iba a negárselo. Si acertaba en los negocios, ¿por qué no lo haría en las relaciones? Al fin y al cabo, la vida era como un negocio, había que invertir en unos asuntos, apostar, arriesgar...

Tal vez tuviera razón, solo tal vez.

—Chicas, ¿pasamos a cenar?— preguntó Richard volviendo a donde nosotras estábamos, una de sus manos se posó en mi espalda baja y una sonrisa se instaló en mis labios cuando nos miramos.

—A cenar, Richard, ella es el postre.— vaciló Fiamma antes de sentarse al lado de Joel.

Menos mal que no solía sonrojarme con frecuencia...

—Órdenes de Fiamma y no mías.— susurró para que solo yo pudiera escucharlo.

—¿Disculpa?

—Eres mi postre, Sibylle.— dejó un corto beso en mis labios, acto seguido me llevó a la mesa y me dijo que lugar debía de ocupar.

La cena transcurrió con fluidez, Richard había teñido razón una vez más y es que había resultado muy ameno y agradable. Ellos eran increíbles como personas y ellas también, se notaba de lejos que no solo eran socios y amigos, eran una familia dentro de todo esto.

Una familia de la que ya me estaba haciendo parte...

Magnate CamachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora