Capítulo 13

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Richard Camacho

Llevo la copa de vino a mis labios y le doy un sorbo, la plática durante la cena fue más que agradable, solo quedaba el postre.

Veo a Sibylle disculparse mientras se levanta, la sigo con la mirada hasta que me doy cuenta de que entra en el cuarto de baño.

Una sonrisa se tuerce en mis labios de inmediato, no podría ponérmelo más fácil.

—Chicos, regreso en un momento.— anuncio levantándome de mi asiento, la mirada que intercambio con Christopher me da a entender que sabe lo que haré a continuación.

—Sin prisas, Camacho.— aconsejó guiñándome el ojo derecho.

Mordí mi labio inferior para evitar reír y asentí en su dirección antes de caminar hacia el baño, concretamente hacia el de las mujeres.

—Señor, creo que se equivoca, el lavabo de los caballeros está al otro lado.— me informó un camarero mientras me dedicaba una sonrisa de cortesía.

—Descuida, sé para donde voy.

Entro al baño y cierro la puerta de este, lo primero que ven mis ojos es a Sibylle lavando sus manos, ni siquiera alza la mirada al darse cuenta que alguien más acaba de entrar.

Nuestras miradas chocan en el reflejo del espejo y ella no luce sorprendida debido a mi presencia allí.

—Te has tardado más de lo que creía.— murmuró con una sonrisa divertida en los labios.

—¿Perdona?— cuestioné alzando una ceja.

—Eres muy predecible, Camacho.— respondió encogiéndose de hombros.

—En realidad ya te informé anteriormente de que serías mi postre.— le hice saber acercándome a ella—. Afuera están sirviendo el postre así que es el momento para nosotros disfrutar del nuestro.

—¿Y a ti quien te dijo que yo te quería a ti de postre?— preguntó divertida.

—Porque no has dejado de mirar en esta dirección desde hace minutos.— llevé una de mis manos al bulto que se estaba formando en mi entrepierna, la tela apretaba con fuerza haciendo sentir dolor en la erección.

Sonrió de forma descarada y se relamió los labios mientras me miraba maliciosa.

Era imposible no ponerse cachondo con una mujer como ella, si con solo una de sus felinas miradas te calentaba más que un microondas al desayuno.

—Eres un hombre inteligente, Camacho.— susurró poniendo su mano sobre la mía.

—¿Eres consciente de como me pones?— pregunté en apenas un susurro.

—Tú a mi me pones peor.— respondió en el mismo tono de voz.

En un gesto que no me esperaba para nada, tomó mi mano para llevársela por debajo del vestido, mis dedos tocaron la empapada tela de sus bragas. Ahogué un gemido en mi garganta, ambos estábamos cachondísimos.

—Deberíamos de hacer algo al respecto, ¿no crees? — preguntó antes de atrapar su labio inferior con sus dientes.

La alcé sujetándola por los muslos e hice que se sentara en el lavamanos,  un jadeo se escapó de sus labios ante mi acción.

—Por supuesto que lo creo, déjamelo a mi.— le guiñé un ojo antes de subir su vestido, me agaché para quedar a la altura de su entrepierna y con lentitud bajé sus bragas, guardé estas en el bolsillo de mi pantalón antes de iniciar la acción.

Soplé, haciendo trampa, para que los escalofríos hicieran acto de presencia en su cuerpo. Combinar el frío con el calor siempre era una buena y explosiva opción.

Mis labios saborearon su dulce humedad antes de que mi lengua comenzara a enseñarle lo que era el buen sexo oral.

No me declaraba un experto en ello ni mucho menos pero sabía que era hábil con la lengua, y a juzgar por las reacciones fe Sibylle podría confirmarlo.

Sus dedos se enredaban en mi cabello mientras me empujaba para conseguir tenerme más cerca.

—Por favor, por favor...— pidió jadeante.

Probablemente fuera la primera vez que le comían el coño y me sentía orgulloso de que fuera mi boca quien lo hiciera, algunos se ganaban el cielo y otros este tipo de manjares.

Sentirla palpitar en mis labios era una buena señal, no hacía más que enviar la sangre de mi cuerpo a una zona en particular para ponerme a mi también palpitante.

Ella quería más de mi y yo quería más de ella.

—Shh, no te vas a correr en mi boca porque quiero que lo hagas cundo yo esté dentro de ti.— dije poniéndome en pie y liberando mi polla de dentro de mis pantalones.

Estaba más que empalmado, no necesitaba masturbarme antes. Simplemente me alineé en ella para después embestir en su interior y penetrarla con tanta facilidad...

Mi cuerpo bien podría acostumbrarse al suyo, ni siquiera era cuestión de tiempo porque cada vez me gustaba más y más.

—No sé que tan bien está esto de follarse a mi jefe.— gimoteó aferrándose a mi.

—No quiero ser tu jefe y que tu seas mi empleada.— tomé su rostro con mis manos, nuestras respiraciones se mezclaban—. Sé mi novia, Sibylle.

Ella en respuesta clavó sus uñas en mis hombros y gimió mi nombre, sus piernas temblaron alrededor de mi cintura y fue cuestión de segundos que mi polla estuviera mojada por sus fluidos.

Magnate CamachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora