Capítulo 22

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Sibylle Stone

La conversación con Cyara me hace darme cuenta de muchas cosas, entre ellas que estoy terriblemente enamorada del magnate Camacho y que toda esta fantasía se terminará en cuanto vuelva a España.

"La única que tiene el poder de decidir cómo serán las cosas eres tú y solamente tú".

Sus palabras se repiten una y otra vez en mi cabeza, impidiéndome centrarme en el trabajo.

Mordisqueo el bolígrafo que tengo en mis dedos y desvío la mirada de los papeles que hay en la mesa, la mirada que me lanza mi compañero me hace darme cuenta que hoy no estaba siendo mi día.

—¿No piensas ponerte a trabajar o qué?— cuestionó alzando una ceja en mi dirección.

—No necesita ponerse a trabajar, le sale más rentable follarse al jefe.— se burla una de las mujeres que trabaja de relaciones públicas en la empresa.

Todos estallan en risas.

¿Se están riendo en mi puta cara?

Ah, no.

—Al menos a mí me funciona, no podemos decir lo mismo que tú que te quedas en el intento.— respondo dándole una falsa sonrisa.

Recojo los papeles de le mesa al tiempo que me levanto, camino hacia el ascensor con la cabeza en alto y sin mirar para atrás. A veces me costaba ser educada y más si se trataba de personas como esas.

Richard alza la mirada al verme entrar en su oficina y, a pesar de que su primera impresión es de confusión, sonríe ladeando la cabeza.

—¿Se han alineado los planetas para que tú vengas a verme?— cuestionó divertido.

—No... Disculpa pero, ¿te molesta si termino de trabajar aquí?— preguntón timidez.

Sus cejas se juntan y sus ojos bajan hasta que dan con los papeles que llevo en las manos.

—¿Ha pasado algo abajo?— preguntó levantándose de su silla.

—¡No! Por supuesto que no.— me apresuré en decir—. Es solo que no me concreto con tanto ruido y...

—No está permitido que se formen alborotos, si eso está sucediendo debería de hacer al respecto.— dijo negando con la cabeza.

Si es que no hago más que cagarla con cada frase que digo, que maravilla.

A veces vale la pena quedarse callada y así te evitas el drama que puede ocasionar...

Pero no, Sibylle Stone siempre tenía que hacer las cosas más difíciles.

—Nena, te conozco lo suficiente como para saber que hay algo más.— tomó lo que yo traía en mis manos y lo dejó caer en su escritorio—. No me molestas así, al contrario, adoro tu compañía... Pero sé que no estás siendo del todo sincera conmigo y eso me jode.

—No puedo ser sincera contigo.— murmuré tras tragar saliva—. Son ellos o yo, y no te haré decidir entre ambos.

—Sabes que te elegiría a ti siempre.— confiese tomando mi rostro con sus manos—. Siempre, nena.

Tomo una profunda respiración antes de asentir levemente.

Richard era vida, era calma, paz, tranquilidad... Era fuego, furia, pasión...

Y sobre todo, era lo que yo quería y necesitaba.

—Saben que nos acostamos.— solté bajando la mirada, me causaba una vergüenza tremenda mirarlo a los ojos en una situación como esta.

—Mírame.— pidió con la voz suave—. Sibylle... Pon tus ojitos en los míos, por favor.

Lo hago, porque con ese tonito nadie podría resistirse a algo que le pidiera.

—¿Te han molestado por ello?

—Me han hecho un comentario de muy mal gusto...— confesé—. Pero se lo devolví, creo que no se la mejor manera pero...

—La gatita tenía que sacar las garras, por supuesto.— sonrió de lado—. ¿Qué tipo de comentario?

No contesto, porque en mi opinión es humillante hacia mi persona.

—Sibylle, tienes que poner de tu parte.— me dice apoyando su frente con la mía—. Estoy casi seguro de lo que se insinúa por los pasillos de la empresa pero quiero que seas tú quien me lo diga.

—Infravaloran mi trabajo.— admito—. Dicen que no tiene caso que trabaje porque como me follo al jefe...

Chasquea su lengua antes de dejar un beso en la punta de mi nariz.

—Eres una de las chicas que más trabaja aquí, a pesar de que solo estás en tus prácticas, la envidia hace mierdas de este estilo... Pero quiero que sepas algo, lo que haces es jodidamente increíble, tú eres una mujer de diez en todos los aspectos, te dejas la piel en el trabajo y das todo de ti siempre, con mucha fuerza, ilusión y empeño. No dejes que ellos te hagan sentir mal.

Quiero llorar...

Y no sé si por suerte o por desgracia pero no solo se queda en el verbo querer, rompo a llorar aferrándome a su cuerpo y él no duda en envolverme con sus brazos.

—Prometo ponerlos en su lugar a todos.— dice dejando un beso en mi sien.

—No quiero perjudicarte a ti con esto.

—No lo harás, recuerda que ser el jefe aquí tiene sus beneficios.

Magnate CamachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora