Capítulo 25 (FINAL)

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Richard Camacho

Dos meses después

Dos malditos meses habían pasado desde que la tuve en mis brazos por última vez, la última imagen que tengo suya en mi mente es en el aeropuerto cuando me volteó a ver con una sonrisa en los labios antes de subirse al avión.

Le había pedido que volviera, le rogué y supliqué veces y veces...

No lo hizo.

No volví a tener noticias suyas y yo no me atreví a llamarla porque soy un gilipollas con orgullo. Muchas veces me emborraché hasta no recordar ni mi nombre ni mi apellido, pero los suyos seguían estando en mi cabeza.

Me pasé semanas repitiéndome que no había significado nada para ella, que ya me había olvidado o reemplazado... Pero mi lado masoquista seguía recordándola, tenía ese atisbo de esperanza en que entraría por las puertas de la empresa y me sonreiría como solía hacer siempre, que me diría que ahora ya nada ni nadie podría separarnos... Y que fuera un "felices para siempre".

—Ella no volverá.— dijo Zabdiel soltando un suspiro—. Tal vez estabas equivocado en que era el amor de tu vida, no te agobies por eso...

—Por favor, déjame solo.— pedí soltando un sonoro suspiro.

—Richard... Hay muchas mujeres en el mundo.

—Pero ninguna como ella.

—Si te pones en ese plan ya te digo yo a ti que no llegarás demasiado lejos.— murmuró al tiempo que se levantaba.

—No quiero que me ayudes, quiero que me comprendas... ¿Cómo te sentirías tú si Keshia se va de tu lado?— cuestiono dejándolo sin habla y sin una respuesta para darme—. Bien, pues eso es todo.

—Iría a por ella, le pediría explicaciones de porque no ha regresado conmigo si todo entre nosotros estaba bien.— dice antes de salir de mi oficina.

Como si fuera fácil...

Podría hacerlo, por supuesto, pero tampoco quería ser un dolor de cabeza para ella. No insistiría más, ella había tomado una decisión y a mi solo me quedaba respetarla.

Hay que aprender que todo en la vida cumple su ciclo, decir adiós es algo básico para crecer. Las personas son etapas, y las etapas son lecciones.

De puta madre, la teoría me la sé pero me rehuso a aplicarla.

Dejo escapar otro suspiro, últimamente no hacía más que suspirar, tomo mi teléfono móvil y busco a alguien que podría ayudarme en esto, había hecho esto antes con Cyara Ross y Keshia Miller, no debería de ser diferente con el amor de mi vida.

—Tienes medio día para conseguirme el lugar en donde vive.— digo antes de colgar la llamada, mientras tanto tendría tiempo de coger mi avión privado y volar hacia su país.

Me levanto de mi asiento y voy directo a la puerta. Sin embargo, cuando estoy a punto de abrirla alguien más lo hace por mi y esta impacta en mi cara.

—¡Jodida mierda!— exclamó dolorido llevándome las manos al rostro.

—¡Oh por Dios!— exclama una voz que mis oídos extrañaban escuchar—. Lo siento, de verdad... ¿A donde ibas tan apurado?

—A buscarte.— confieso mientras le doy una rápida visual a su cuerpo, estaba exactamente igual que hace meses puede que incluso más hermosa.

—Bueno... Yo venía a buscarte a ti.— dice sonriente—. Espero que no sea demasiado tarde, tras terminar mi carrera y recibir matrícula de honor he tenido ciertos problemas en casa... Después de un mes me castigué a mi misma diciéndome que era una mala idea volver porque seguro que tú no lo deseabas y...

Interrumpo sus palabras juntando nuestros labios, ya habría tiempo más tarde para explicaciones... ¡Maldita sea! No quería explicaciones, la quería a ella.

Añoraba besarla y tenerla en mis brazos, sin duda son mis cosas favoritas hasta el momento, no quiero pensar como sería no poder hacerlo.

—Te amo, Richard.— susurra contra mi boca, mi corazón se salta un latido ante su inesperada confesión—. Tenía miedo de decirlo meses atrás pero... Te amo desde la tercera semana, creo que incluso desde la segunda.

—Pues espero que siga siendo así hasta los últimos días que estemos con vida.— digo rozando mi nariz con la suya—. Te amo, Sibylle.

—¿Todavía me sigues eligiendo a mí por encima del resto?— pregunta mirándome, sus ojitos se empañan y yo me juro internamente que le comeré la carita a besos.

—Siempre.— susurré dando un pequeño beso en sus labios—. Tienes una pregunta que responderme, a pesar de que la respondes cinco meses tarde...

Ella me mira llena de confusión y yo sonrío ampliamente, camino hasta mi escritorio y saco del último cajón la pequeña caja aterciopelada que tanto tiempo llevaba ahí.

—Dios mío, vas en serio.— dice sacudiendo su cabeza—. Yo... Yo...

—Tranquila, si no te salen las palabras siempre te queda la opción de asentir con la cabeza.— murmuro divertido—. ¿Quieres ser mi novia?

Ella asiente con la cabeza antes de chillarlo, yo río de forma inevitable y tras colocar el anillo en su dedo procedo a llenarla de besos.

—Es oficial.— susurré antes de atacar su boca una vez más.

Tenía claro que era el amor de mi vida. Ella, Sibylle Stone, la chica española que había estado de prácticas en mi empresa.

Supongo que después de todo el final de nuestra historia había sido de fantasía, por supuesto que solo era el comienzo de algo nuevo, diferente y nuestro.

Magnate CamachoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora