¿Cuántos minutos habían pasado?
Daba igual. A ellos se les estaban haciendo segundos.
Era tan placentera la carnosidad de sus labios, tan dulce el sabor de sus bocas, tan fuertes y a la vez tan suaves sus caricias.
Por dentro, ambos estaban siendo sacudidos por el mayor de los terremotos, mil descargas eléctricas les recorrían el cuerpo y el corazón latía con tanta prisa que a veces hasta perdía el compás.
Ella era a quien estaba besando. A Carol.
-Mmm...- salió de la garganta de uno de los dos.
Él era a quien estaba besando. A Daryl.
Una respiración profunda se adentró en la garganta del otro.
Las manos de ambos seguían buscando hueco para posarse, pero es que cada rincón de sus cuerpos era perfecto y era demasiado difícil decidirse a acariciar y tocar solo uno.
Daryl bajaba desde su cuello a sus hombros, acompañaba a sus brazos y luego descendía a sus caderas. Aquella camisa con la que antes pensaba que estaba preciosa, ahora le molestaba al punto de llegar a odiarla. Quería sentir su piel y no aquella tela. Quería tocarla a ella, así que segundos más tarde subía. Su cintura, su costillas... trataba de no rozar siquiera sus pechos, aunque quisiese, aunque su instinto más primitivo lo deseara con todas sus fuerzas... otra vez sus hombros, su cuello, su rostro...
Una exhalación.
Le gustaba tanto notar su boca poseyendo la suya, abriéndose para abarcar un poco más.
-Mmm...- Carol había imaginado tantas veces aquel momento, había soñado tanto con tenerlo tan cerca que una parte de ella se murió de miedo al oírse a sí misma gemir así.
Su mano derecha se enredó en su pelo mojado y lleno de harina, la dejó caer a su cuello y lo atrajo un poco más hacia sí para profundizar aquel beso y enredar su lengua a la suya.
Les estaba costando respirar, iban a ahogarse y no les importaba.
O sí.
Y milagrosamente las manos de él se colaron entre sus bocas, su pulgar cruzó los labios de Carol mientras ambos cargaban sus pulmones de oxígeno y aprovechaban para mirarse unos segundos a los ojos.
Llevaban años encontrando la paz en aquel reflejo azul, pero ahora se vieron un poco más, sin aquel velo de miedo, timidez e inseguridad.
-Carol...- estuvo dispuesto a decirle, pero prefirió volver a cerrar los ojos, volver a cortar la distancia y volver a besar su boca como si aquel fuera su único objetivo en el mundo.
Cualquier te quiero valdría mucho menos que aquello ahora.
Una sonrisa se cruzó en la boca de ella mientras se esforzaba por aumentar la intensidad del beso y... en esas, sus manos volvieron a perderse por sus cuerpos.
Otra vez sus hombros, otra vez sus brazos, otra vez su cintura.
Quiso pegarla un poco más a él, pero al pensarlo paró.
Su lengua se volvió a colar en su boca y se enredó a la de él aprovechando que había entrelazado de nuevo sus manos tras su nuca y podía pegarle a ella a placer.
Le quería tan cerca que...
Ahora fue Daryl quien gimió.
Carol aprovechó, paró y se echó ligeramente hacia atrás, lo justo para hacerle rabiar.
Pero, en vez de una protesta, él la siguió con un poco más de intensidad y, temiendo que volviera a escaparse, colocó sin darse cuenta sus manos tras su espalda.
-Mmm...- salió de su boca nuevamente, pero ahora de un modo inesperado porque le sintió de pronto completamente pegado a ella, porque podía notar cada parte de su cuerpo rozando el suyo.
Estaba excitada y eso la asustó.
No había espacio entre ellos y aun así Daryl avanzó más. Adelantó un par de pasos hacia ella sin dejar de devorarla.
Estaba excitado y ni lo pensó.
Se respiraron, se llenaron los pulmones del olor del otro y, aquel oxígeno perfumado los terminó de encender por completo.
Chocaron contra la encimera y Carol, queriendo sentirle más cerca, necesitando disfrutarle un poco más, dejándose llevar y haciendo cuanto su cuerpo le pedía, se subió a a ella con total agilidad.
Abrió sus piernas al ancho de las de él y bajó sus manos por su espalda para acabar allí donde esta perdía su nombre.
-Mmm...- otro gemido, esta vez de los dos.
Habían movido sus caderas presos de excitación, comprobando que no eran los únicos a los que les podían las ganas por deshacerse de la ropa, por sentirse con y por todo su cuerpo, por adentrarse en un placer que iba mucho más allá del que estaban experimento con sus besos.
-Daryl...- fue capaz de parar, dispuesta a proponerle ir a su habitación, irse de allí para tener un poco de más intimidad.
-Perdón- se separó al darse cuenta de que solo se había dejado llevar.
-No- lo atrajo hacia ella y le besó otra vez. -Sigue- rogó.
-Tal vez, mejor, yo...- intentó pensar con claridad, pero se lo ponía difícil. -El fuego- sonó a la excusa más peregrina que pudiera haber pronunciado, pero no, era verdad, había olvidado por completo que tenían aquella calabaza cocinándose en la cacerola.
-Mierda- se bajó de la encimera para apagarlo, ya luego, en otro momento, miraría si estaba hecha o no.
-Voy a ducharme, luego terminamos esto- pronunció, porque aunque solo quería quedarse, aunque se moría por besarla de nuevo... también necesitaba marcharse, darse un baño de agua fría y...
-¿Terminar el qué?- no lo dejó acabar sus pensamientos, porque tenía el corazón a mil, porque no había otra cosa en su mente que terminar lo que acaban de empezar, pero no tuvo claro que él se estuviera refiriendo a lo mismo en lo que ella estaba pensando.
-El almuerzo- simplificó no solo su respuesta sino también sus propias dudas. -Me voy a duchar-.
-Bien...- su voz no acompañó en absoluto a lo que decía.
-Carol...- no estaba huyendo, ni lo iba a hacer.
-¿Qué?-.
Un beso le contestó. Un beso suave y tan dulce que empató con la mirada que le siguió y, ahora, aquel te quiero quedó en el aire.