Llovía. Llovía a mares.
-Chloe, mi amor, ¿qué te ha dicho Susan?- se acercó Emma a su hija para despojarla del abrigo y comprobar que no se había mojado demasiado.
-Que ya me lo advirtió la semana pasada- sonrió ella.
-¿Y cuándo parará?- a Agatha era el único detalle que realmente le interesaba.
-Pues... no sabe, pero dice que a la tierra le hace falta así que cuanta más lluvia mejor-.
-Ya, pero a mí eso ahora mismo me da igual- aquella lluvia retrasaba todos sus planes y eso la molestaba en gordo.
-¿Cariño, por qué no te vas a dar una vuelta?- le soltó Emma a su mujer, pues los días así no la aguantaba.
-¡Porque llueve!- le hizo una mueca burlona con el gesto y luego se acercó a besarla.
-Porque lluev...- empezó a imitar a su mujer después de recibir su beso y devolvérselo, pero calló al escuchar como se abría la puerta.
-Hola- saludó Daryl escuetamente mientras entraba, revolviéndose el pelo, que estaba tan empapado como su ropa.
-¡Hola!- sonrió Emma, con la mirada clavada en su mujer para tratar de evitar que dijera cualquier comentario de los suyos. -Quítate las botas antes de pasar- siguió hablando, aunque él pareció no escucharla.
-¿Y Carol?- le importaba una mierda el barro de sus zapatos, la lluvia y... cualquiera de los reproches que quisieran soltarle por haberse pasado toda la semana metido en la carpintería con Adam.
-Está arriba- fue Chloe quien le respondió.
-Bajará ahora a hacer el almuerzo- puntualizó Emma, haciendo un soberano esfuerzo por no volver a sonreír al ver que no solo había aparecido en mitad de la mañana sino que también preguntaba por ella. -¿Quieres ir a cambiarte?- y aunque no quisiera también tendría que ir.
-Luego-.
Necesitaba verla primero, porque ya iba tarde. Iba una semana tarde, más de una semana en realidad.
-Voy a beber agua- pensó con rapidez.
Podría subir directamente, llamar a la puerta y esperar a que le abriera, decirle -lo siento- o mejor... -perdóname tú a mí-, añadir un -te escuché esta mañana-, seguir reconociendo que -no sé por qué no te contesté, creo que... me moría de vergüenza-. Algo. Subir y decirle algo, por minúsculo que fuera, por idiota que le pareciera a él.
Podría, sí, pero vio más sensato ir a la cocina.
Sacó el walkie del enganche de su cinturón y lo dejó sobre la encimera. Quizás eso le bastaría a Carol, era lista... tan lista como el hambre así que... a ella no le haría falta nada más para comprender lo capullo que había sido aquella mañana.
Inspiró. Espiró.
No quería darle demasiadas vueltas a sus palabras, a lo muy equivocada que estaba, a sus te quiero... No quería pensar en su voz rota y las lágrimas que seguramente hubiera llegado a derramar. No quería sentir como la culpa le ahogaba ahora a él, aunque era toda suya.
-Hey...- lo sorprendió su voz, que llegó a él como un susurro indeciso al que solo le hubiera gustado responder con un abrazo, pero no se atrevió.
Tomó aire y se giró para mirarla: el pelo recogido, unos vaqueros anchos y una camisa color tierra que estaba seguro de habérsela visto puesta a Agatha algún día.
-Hola- susurró también, sin atreverse a fijar su atención en su rostro.
-¿Estás bien?- Carol tenía ganas de huir, subir a su habitación otra vez y encerrarse para no salir nunca más de allí, pero aún así se quedó.