Idiotas

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No debían ser más de las seis de la mañana, pero Daryl ya llevaba unas tres horas tirado en el césped del jardín, observando como las estrellas y constelaciones cambiaban lentamente de lugar como si no tuvieran nada más que hacer que seguir el recorrido marcado por la luna.

Cuarto menguante.

El día que salieron de Alexandria había luna nueva, un cielo oscuro y cerrado que odió porque pensó que sería el mismo en el que tendría que dejar atrás a Carol. Despedirse de ella sin verla y sin poder decirle adiós, eso pensó, pero sin embargo... allí estaban ahora.

Se había impuesto frente a él para acompañarle, había dejado atrás gran parte de toda la tristeza que aún mantenía antes de irse, le había salvado la vida y le acababa de besar.

Sí, le había besado. Estaba seguro. No lo había soñado. Se lo confirmaba el hecho de que su pulso aún seguía acelerado y que en sus labios aún podía sentir la suavidad de los de Carol.

Su boca se había acercado a la suya y se habían rozado, se habían atrapado, se habían acariciado... O... puede que solo hubiese sido ella la que hubiera hecho tal cosa, porque él se había puesto tan nervioso que ni siquiera recordaba haberle respondido.

¿De verdad había sido tan idiota? ¿Cómo no había aprovechado para abrazarla al menos? ¿Porqué no le había dicho cuánto la quería?

Cerró los ojos y respiró profundamente.

Llevaba toda la noche así, dudando sobre si había hecho las cosas bien o no, sobre si él de verdad era el hombre que Carol necesitaba o incluso sobre si ella le había besado por lástima o... por que era el único al que aún podía aferrarse.

-¿Daryl?- la parpadeante luz de una vela y la voz de Agatha le impidieron continuar fustigándose. -¿Qué haces ahí?- se fue acercando.

-Nada- suspiró.

-¿Y por qué no sigues haciendo nada en tu cama?-.

-¿Por qué no estás tú en la tuya?-.

-Porque... he ido a beber agua a la cocina, me he encontrado la puerta de tu habitación abierta y... me ha parecido necesario buscarte- le explicó, -pero si molesto me voy- se sentó junto a él.

-No te vas a ir- entendió.

-Si quieres...- sopló la vela, -ya no estoy- sonrió pese a que acababan de quedarse en la más absoluta oscuridad.

Daryl también sonrió, aunque lo negaría mil veces si alguien se lo preguntara.

-Y ahora que estás solo otra vez... ¿puedes decirle al viento si te encuentras bien?- le preocupaba que, después de la charla que habían tenido aquella tarde, su ánimo hubiera quedado algo enrarecido.

-Estoy bien- y, en realidad, jamás eso había sido tan verdad.

-Daryl...- protestó, porque pensaba que le mentía.

-Estoy bien- repitió y luego suspiró otra vez.

-Claro, y yo nací ayer- bufó. -Que la quieras no está mal y... tampoco que te cueste pensar el modo en el que decírselo, pero ya te lo dije antes, estoy segura de que Carol también te quiere, así que...- estaba dispuesta a seguir hablando, pero prefirió detenerse al sentir como él se incorporaba para quedar sentado junto a ella.

-¿De verdad lo crees?- antes, por la tarde, no le había contestado, había permanecido en silencio y había esperado a que Emma volviera del baño para intentar, sin éxito, cambiar el rumbo de la conversación, pero ahora era diferente.

-¡Eh!- buscó rápidamente el paquete de cerillas para volver a encender la vela y mirarle.

-¿Qué?- entrecerró los ojos ante la repentina luz que le empezó a apuntar directamente a la cara.

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