Atados

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Arrastraba sus pies sobre el suelo porque ya no le quedaban fuerzas. Solo seguía caminando hacia delante, dando un paso tras otro, hasta allí. Hasta aquel portón que tantas veces había cruzado.

-¡¿Carol?!- oyó gritar mientras sus ojos leían de nuevo un cartel que conocía de memoria.

"Bienvenido a Alexandria".

-¡Carol!- abrió Ezequiel la puerta y corrió hacia ella para abrazarla de un modo que no pudo corresponder.

-¿Y el tío Daryl?- la voz de Judith la sorprendió a sus espaldas para atormentarla.

-Llévatela- susurró Carol antes de alejar como al rey. -Llévatela- le rogó.

-¿Qué ha pasado?- vio a Jerry acercándose hacia ellos.

-¿Dónde está Daryl, Carol?- no supo en qué momento Maggie se había colocado a su lado, pero ahí estaba.

-N...- hizo un mohín y una nueva lágrima recorrió el camino que ya otras habían trazado en mitad de sus mejillas.

-Ey, ey...- la agarró Jerry antes de que terminara dando con sus rodillas en el suelo.

-¿Y Daryl? ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está Daryl?- volvieron a sucederse las preguntas de todos.

-Daryl...- musitó ella y agarró la mano de Maggie para coger con ella su pistola.

-Carol- intentó resistirse.

-Dispárame- suplicó.

-No- y aún así no evitó que Carol colocase la pistola en su frente.

-Por favor- cerró los ojos y deslizó sus dedos para acariciar los de Maggie y obligarla a apretar el gatillo.

...boom...

El ruido de algo cayendo, chocando contra el suelo y rompiéndose en pedazos la hizo abrir los ojos para darse cuenta de que no estaba en la entrada de Alexandria, sino en una cama.

Una cama de una habitación que no recordaba haber visto en la vida.

-Por fin despiertas...- llegó a sus oídos el cálido susurro de una niña de unos diez o doce años a la que encontró junto a la puerta, cargando en sus manos con los trozos de cerámica de lo que antes debía haber sido un vaso.

-¿Eh?- tragó Carol saliva y volvió a cerrar y a abrir los ojos esperando encontrarse otra vez en mitad del bosque, pero no. Ahí seguían estando las vigas de madera del techo, el ventanal a su izquierda, el edredón sobre ella y...

-¡Mamá!- el grito de la pequeña la obligó a volver a mirarla, aunque esta salió de la habitación solo un segundo después.

-¡Chloe!- se oyó a una mujer al otro lado de la pared junto a unas pisadas que corrían por acercarse. -¿No te habíamos dicho que no entraras?- la regañó.

-Quería traerle agua, pero... se me ha caído el vaso y se ha despertado- le explicó la niña con total inocencia.

-Ve abajo, anda- le pidió ahora más tranquila y esperó a que se alejara para coger el arco que había dejado junto a la puerta.

Luego tomó aire para decidirse a entrar y, una vez dentro, suspiró al verla con los ojos cerrados otra vez y casi en la misma postura en la que Emma y ella la habían dejado horas antes.

-¿Despierta?- fue la única forma que se le ocurrió en aquel momento para saludarla.

Y Carol, al oírla, la miró y entendió que lo que acababa de soñar no había sido una pesadilla, que la pesadilla era aquella: la realidad de que lo ocurrido con Daryl había sido cierto, que sí se había cortado con su cuchillo, que su herida sí se había infectado, que sí le había subido la fiebre y que... desesperada por salvarle, sí le había suplicado ayuda a aquella mujer en el río.

TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora