Un año en París

681 62 15
                                    

TRES AÑOS ANTES

–  ¿Te ayudo?

–  Si, por favor. Este aparato del infierno me está volviendo loca. No entiendo nada.

–  Dame anda.

Aleksei coge el móvil nuevo de mis manos y se sienta a mi lado en la isla de la cocina. Acerco mi banqueta más a la suya para ver la pantalla bien.
Hace unos meses tanta cercanía me hubiera asustado, pero ya no. Ya tenemos confianza entre nosotros. Llevamos ocho meses compartiendo piso y para pasar todo el día juntos, nos llevamos bastante bien. Vamos juntos de casa al trabajo y del trabajo a casa, y aunque procuramos tener algo de espacio personal para ir al gimnasio o salir a correr a mediodía, seguimos pasando muchas horas juntos.
Vladimir viene casi todos los domingos por la noche a casa. Como los lunes cerramos el restaurante y Vladimir también libra en la discoteca, nos quedamos los tres viendo películas o series hasta las tantas.
Yo siempre me pongo en medio, para evitar que los hermanos se peleen. Es increíble como siendo dos adultos hechos y derechos puedan quererse y discutir tanto, todo al mismo tiempo.

Ayer fue uno de esos días de manta y peli, y Vladimir se ha ido a su casa hace un rato. Le hemos ofrecido que se quedara a dormir aquí, pero dice que es demasiado dormir dos noches seguidas conmigo.
Las pesadillas/recuerdos casi han remitido, pero parece ser que anoche tuve alguna, aunque no recuerdo nada. Me ha comentado Vladimir que decía no sé qué de un jardín con tulipanes. Y lamentablemente solo con ese dato ya sé perfectamente que mal recuerdo/pesadilla tuve anoche. Si conscientemente no me acordaba de eso, ahora el grandullón lo acaba de traer a mi mente sin querer. En ese jardín fue en el que Fray Jackson abusó de mí por primera vez. El encargado del protocolo y las buenas maneras me obligó a chupársela de rodillas en el jardín de Tulipanes. A los muy cerdos les debía de poner mucho ver a una niña de 15 años entre sus piernas.

Vladimir no sabe nada de todo esto, pero Alek, sí.

Hace unos meses pasé una semana horrible. Todas las noches eran pesadilla tras pesadilla. Aleksei venía a mi cama de madrugada e intentaba tranquilizarme mientras me abrazaba. La quinta noche no pude contenerme más y le conté todo. Le conté la historia de mi vida, la horrible historia de mi vida. Me desahogue como el que lo hace con un psicólogo, y él me escuchó atento y sin pronunciar palabra. Dejó que se lo contara sin interrumpirme y sinceramente agradecí que así fuera. Mientras le contaba lo que el gordo de Guster, entre otros, me había hecho abría los ojos y se llevaba las manos a la cabeza resoplando. Su mirada era una mezcla de pena, lástima , comprensión y rabia, mucha rabia. Agarraba mis manos y me secaba las lágrimas cuando brotaban de mis ojos.
Aquella noche nos unió muchísimo. Jamás le había contado eso a nadie y el cariño que me mostró al hacerlo me hizo sentir mucho mejor.
Aleksei me dijo que aún estaba a tiempo de denunciarlo, pero cuando me negué rotundamente, no insistió más. Solo me abrazó y dormimos juntos cada noche de la siguiente semana.
Incomprensiblemente el tenerlo durmiendo a mi lado, me tranquilizaba y conseguía que las pesadillas no aparecieran.

– ¿Quieres que cambie el PIN o te dejo el que viene por defecto?

Arrugo mi mirada porque no entiendo muy bien lo que me pregunta.

–  Joder Samy, ¿sabes lo que es el PIN? –  pregunta divertido.

–  Más o menos – miento.

–  A ver, el PIN es para cuando apagas y enciendes el teléfono. Y después puedes poner un código numérico para desbloquearlo, o un patrón.

–  Jajaja. ¿Un patrón? ¿Un patrón de barco? Jajaja. No entiendo nada.

Me carcajeo apoyando mi cara en su hombro. Y él ríe también al ver que no entiendo nada de tecnología. Me recuerda a cuando cogí el ordenador por primera vez en mi vida.

Escort en París ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora