Tres días después (II)

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TRES AÑOS ANTES

–  Mañana a las siete quiero a todo el mundo disfrazado en la puerta del local!! –  Didier grita saliendo de la cocina sin mirar por dónde anda y chocándose con Aleksei que justo estaba entrando.

– ¿Cuándo vas a aprender a mirar por dónde vas?

–  Perdón, jefe. Mañana le espero. No me falle. – le apunta con el dedo y vuelve a chocarse, esta vez llevándose una silla por delante.

Es increíble que este chico siga vivo con lo torpe que es. Y aún más, conduciendo una moto todos los días.

Increíble, repito.

Ya hemos acabado el turno del domingo, mañana es día libre para todos, pero aun así todos nos veremos mañana gracias al cumpleaños de disfraces que ha organizado La novia de Didier por su cumpleaños.

Los compañeros empiezan a marcharse y me quedo yo sola con Aleksei. No tengo muy claro si mis compañeros saben que vivo desde hace un año con el jefe, pero si lo saben, jamás me han hecho un comentario al respecto. Alguna vez lo que hemos dicho es que vivíamos cerca.

Yo con la excusa de que solo hay un vestuario, espero a que todos se cambien y después, cuando todos han acabado y se han ido, paso a cambiarme. Por eso supongo que no les extraña que siempre salga la última y con el jefe.

–  Venga, ve a cambiarte.

–  Espera que acabo de secar estas ollas.

–  Déjamelo a mi – dice Aleksei quitándome el trapo de las manos.

–  Usted manda, jefe. –  digo alzando las palmas de las manos y saliendo de la cocina.

🧑🏼‍🍳

– ¿De qué vas a ir disfrazada?

– Ya te he dicho mil veces que no te lo voy a decir – digo mirando como arranca cuando el semáforo torna a verde – ¡Estás pesadito, eh!

–  Pero bueno, ¿qué manera es esa de hablarle a tu jefe?

Pongo los ojos en blanco mientras miro hacia fuera a través del cristal.
Las calles de Paris de noche son hechizantes para mí, podría pasarme horas mirando por la ventana. Es cierto como dicen que Paris es la ciudad de la luz, porque tiene un encanto especial. La luz aquí brilla de otra manera, brilla con elegancia y belleza.

– ¿Y tú? ¿Tú de qué vas a ir?- le miro devolviéndole la pregunta.

–  Yo me he comprado una careta de esas que van todas enteras en la cabeza, y listo.

–  Qué soso eres. - digo volviendo mi cara hacia la ventanilla.

–  Soso no, simplemente me da vergüenza que la gente me mire, nunca me ha gustado disfrazarme.

–  Yo es que no he tenido muchas ocasiones para disfrazarme. Lo más parecido a una fiesta de disfraces que se ha celebrado en el Monasterio era la función de Navidad donde en el Nacimiento te podía tocar de pastorcillo, buey, mula o con mucha suerte de Virgen María.

–  Me hubiera gustado a mi verte de Virgen María. –  dice divertido.

–  Que va. Nunca me dejaron participar, y mucho menos ser Virgen María. Decían que yo pegaba más como María Magdalena. –  digo pulsando el botón de nuestra planta ya dentro del ascensor de casa.

La cara de Aleksei cambia y se le oscurece el rostro.

– ¿Qué te pasa?- arrugo la mirada.

–  Nada. Que no entiendo cómo puede haber gente tan mala. Y menos con los niños–  aprieta los puños de la rabia.

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