Un día cualquiera en París

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 – Venga pesada que ya tendríamos que estar allí!! – grita Fanny desde el salón.
– Que ya bajo, cansina!! – contesto yo desde arriba.

Por eso no me gusta trabajar con nadie, me agobia mucho que me controlen.

– Ya estoy aquí – digo entrando en el salón y apoyándome en la barra.

–  Ya estoy aquí –  digo entrando en el salón y apoyándome en la barra

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 – ¿Queréis que os lleve? – nos pregunta Vladimir.
– Pues mira sí, nos haces un favor – dice Fanny.

Vladimir nos deja en la puerta del hotel.


Es unos de los hoteles más caros de la ciudad, por no decir del país. El guardia de seguridad de la entrada nos saluda inclinando su cuerpo y con un gesto cortes de sus brazos, nos invita a pasar. Con nuestros vestidos y zapatos caros sabe que no nos estamos equivocando de destino. Además, el coche de lujo en el que nos ha traído Vladimir también ayuda a afianzar su confianza.
En la recepción indicamos el número de la habitación que vamos a visitar. El recepcionista llama a la habitación y enseguida nos dan paso.

Cuando llamamos a la puerta de la Suite nos recibe nuestro "anfitrión".
"Hola bellezas" – dice el hombre haciéndonos pasar.
La Suite es impresionante, tiene varias estancias. Primero un recibidor, donde dejamos nuestros abrigos, una enorme sala con sofás de color oro, una mesa baja de cristal en el centro y una enorme lámpara de araña sobre ella, y en la habitación contigua una enorme cama de 2 por 2.
Damos dos besos cariñosos al pasar al que se presenta como Frank. Aunque mi experiencia me dice que este no tiene por qué ser su nombre real. Los únicos que dicen su nombre real son los famosos, y porque no les queda más remedio.
– ¿Queréis una compita de Champagne? – nos pregunta acercándose a un botellero donde tiene una botella de Louis Roederer.

Conozco bien ese champagne, es la botella de moda entre la gente rica, todo este tipo de empresarios la piden siempre, es una forma de demostrar su poderío económico

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Conozco bien ese champagne, es la botella de moda entre la gente rica, todo este tipo de empresarios la piden siempre, es una forma de demostrar su poderío económico. Vale 14.000€ la botella.

Brindamos los tres.
– Por una noche fantástica – dice el empresario de mediana edad.
– Por una noche fantástica – repito.
– Y muy placentera – dice Fanny guiñándole un ojo.
Nos invita a sentarnos en un sillón a las dos juntas y él se sienta enfrente, en uno individual, sin quitarnos ojo.

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