Hola a todas, lo prometido es deuda. Que ya sé que el cap de Annabel os dejó algo traspuetas.
Seth estaba emocionado con la cita. Había pasado tanto tiempo planeándola. Con otra chica habría pensado algo más tradicional, pero con Jules quería ir un poco más allá. Sorprenderla. Llevaba unos cuantos días más rara de lo que ya era. Y le inquietaba. Desde que volvió de su quedada con las coleccionistas, la veía alicaída. Intentó preguntarle, pero ella solo cambió de tema como si no fuera importante.
Otro tema que preocupaba a Seth era el trabajo. Su padre le estaba atosigando para que trabajara más. Le mandaba los casos más aparatosos, que no por ello importantes. Y ni hablemos del mal humor que se le puso al enterarse que le había retirado de la fusión con el cliente de Fisher. Había sido de la noche a la mañana, sin tan siquiera comentárselo antes. No podía hacerle eso. Seth había trabajado muy duro por esa fusión. Se dejó el alma durante varios meses, planeando, rectificando y arreglando todos los puntos del contrato. Y cuando ya casi estaba finiquitada, se la daba a Sander. Un compañero trepa. Su padre le repetía que lo hacía porque no podía darle privilegios solo por ser su hijo, pero él sabía que no era por eso.
Al salir del portal, tropezó con un hombre vestido de negro. Ya lo había visto varias mañanas, casi hasta ya eran amigos. Le deseó buen día y fue a la oficina. Era demasiado temprano, incluso de noche todavía, pero quería trabajar el mayor tiempo posible. Quería tener todo terminado antes de las cuatro para poder ultimar los detalles de la cita.
El bufete estaba casi vacío. Tan solo unos cuantos auxiliares y la luz del despacho de su padre. Antes de ir, fue a la máquina de café. Lo necesitaba si quería afrontar el día. Y a su padre. El café mataba dos pájaros de un tiro. La cafeína le despejaba y el vaso entre las manos le impedía hacer ningún gesto grosero.
—Buenos días, padre —saludó abriendo la puerta.
El señor Collingwood le echó un vistazo por encima de la montura de sus gafas e hizo un gesto para que se sentara. Seth obedeció sin rechistar ni soltar el café.
—Te necesito todo el día aquí. El caso Warren me está dando problemas. Tú serás mi segundo abogado.
—Tengo planes.
—¿Qué planes?
—Con Jules.
—¿Con quién?
—Clare es Jules. Jules es Clare. ¿Recuerdas?
El señor Collingwood tenía una memoria terrible fuera del trabajo. Ni siquiera recordaba si se había puesto calzoncillos, solo que el caso Warren se celebraba el próximo lunes.
—Bueno, pues cancélalo. Esto es muy importante —le atajó, volviendo a sus papeles. Estaba convencido de que su hijo cedería.
—¿Qué? Ni hablar.
El señor Collingwood dejó lo que estaba haciendo y miró a Seth como si se hubiera teñido de verde por arte de magia.
—Esto no es una discusión. Soy tu jefe y te necesito aquí todo el día —repitió con seriedad.
—¿Por qué? No sé nada del caso Warren. Me lo negaste porque aún no estaba preparado.
—He cambiado de opinión.
—Que oportuno —bufó fastidiado.
Collingwood padre se quitó las gafas y echó la mirada más horripilante que se podía echar a un hijo.
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Las coleccionistas de romances
Romance¿Si te dieran la posibilidad de ahorrarte decisiones complicadas lo harías? Ellas aceptarán ese juego, que pondrá sobre la mesa todas sus malas decisiones.