Jules(14): En un renuncio.

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Bueno, os he dejado un resumen de Jules antes de este capítulo. Perdonad si los desvaríos en el resumen se me han ido de las manos, espero que sirva para refrescar la memoria. Os traigo a Jules, espero que os guste, me he demorado pero es cap largo.
Un besote enorme y muchas gracias por vuestra paciencia, lecturas, votos y comentarios. Sois de lo más bonicas. Un besote enorme y cuidaros :).
Si os ha gustado, tenéis comentarios o dudas, ya sabéis.

El pelo de su vecino, de madrugada, era de un negro pálido y frío. La luz todavía no tenía la fuerza necesaria para que se reflejaran algunos cabellos más claros. Jules se sorprendía de lo bien que quedaba su vecino a esas horas de la madrugada. Ella estaría con el pelo enmarañado, los ojos entreabiertos y la funda de la almohada húmeda. En cambio, él parecía estar en alguna especie de sueño inmortal. El condenado era bueno hasta para eso.

Jules pensó que podría hacer de loca obsesionada toda la mañana. Mirándolo y tocándole el pelo mientras dormía. Tal vez podría cortarle un rizo y guardarlo en una pequeña caja de madera, que guardaría bajo la cama, y la sacaría cada noche para poder olfatearlo antes de dormir. No sería extraño. Al menos si no se lo contaba a nadie. Jules estaba convencida de que esa relación la iba a volver loca. En tan poco tiempo, todo su pasado con su vecino se había desvanecido en la nada. Ya no recordaba por qué lo odiaba, ni qué era lo que le hacía tan insoportable; no recordaba por qué no se había fijado en como se le elevaba más una comisura del labio cuando sonreía, ni como se mordía una única uña, la del pulgar de la mano izquierda. Podía achacarlo a los prejuicios, pero eso solo era la punta del iceberg. Jules tenía una única regla en sus gustos, nunca fijarse en nada que no pudiera permitirse. Y ella no podía permitirse un novio rico. Sabía que era un coste caro a largo plazo, y nunca había estado dispuesta a pagarlo. Hasta ahora.

-Deja de mirarme -le dijo un somnoliento Seth sin abrir los ojos ni moverse.

Jules puso los ojos en blanco y resopló, dejándolo solo para ir a ducharse.

Cuando volvió, dejó caer la toalla que la tapaba y fue al armario. Esa día, Seth volvería para finiquitar el negocio de su cliente con el del señor Fisher, y estaba decidida a ponerlo un poco nervioso. Por una vez dejó de lado sus vestidos holgados y sus medias tupidas; cogió unos pantalones negros ceñidos, que se compró en una tienda de oportunidades, y un jersey rojo, que le regaló Brisa, con un hombro caído. No era lo más sexy, pero sí más insinuante que su ropa habitual.

-¿Vas a ir así a trabajar? -oyó desde la cama.

-¿Y tú? ¿Piensas ir a trabajar? -dijo volviéndose y apoyándose de forma casual contra la pared.

-Desde luego que no si vas así.

Jules soltó un chillido ahogado de pura indignación. Y cruzó los brazos sobre el pecho, haciendo que cayera más la manga.

-Ese hombro me despista. ¿Y esos pantalones? ¿Por qué no sabía de su existencia? Tú lo que quieres es que tu jefe negocie un mejor trato a mi costa -dijo sentado en la cama cubierto por el edredón. Incluso así se le veía espigado-. Quiero que vuelvan las puntillas.

Jules soltó otro chillido ahogado.

-¿Estás insinuando que mis puntillas no son sexys? -preguntó con aguda indignación.

-Insinúo que hoy prefiero tu ropa vieja.

Los ojos de Jules se encendieron en una llama de odio que traspasó a Seth, el cual supo al momento que había errado en sus palabras.

De pronto, Jules recordó por qué odiaba a su vecino.

-Mi ropa vieja... -repitió en voz baja.

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