Annabel(14): Lista de deseos

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Sorpresa! Estoy convencida de que no esperabais que volviera tan pronto. Bueno, pues sorpresa! Me puse las pilas para compensaros por vuestra paciencia estas semanas atrás y aquí os traigo a Annabel. Comenzamos con los cierres de cada una y la cuenta atrás de esta historia. Me ha salido largo este capítulo, no sé si Olivia y Jules me saldrán tan largos, pero es que tenía tantas ganas de escribir sobre Annabel...
Bueno, aquí os lo dejo. No lloréis y disfrutadlo XD.
Un besote enorme y muchas gracias. Cuidaros!


Nueve horas después del último contacto de las coleccionistas.

Había logrado acomodarse en el sillón de la sala de espera. Como Olivia estaba en cuidados intensivos, no las habían dejado quedarse con ella. Y por su vida que quería estar a su lado. Cuando la vio sumergida en el agua creyó que era demasiado tarde. Nunca se había sentido tan asustada en su vida como cuando vio a esa desequilibrada ahogando a su amiga. Tal vez por eso no podía dormir. Aunque cualquiera que la viera pensaría que era por el escaso espacio que le proporcionaba aquel viejo sillón forrado con tela de terciopelo verde y orejones. La realidad era que cada vez que cerraba los ojos solo podía ver a Olivia inmóvil bajo el agua. Si Jules no hubiera dejado a la tal Samantha inconsciente, de algún tipo de golpe callejero que le pareció increíblemente eficaz, nadie sabía si Olivia habría sobrevivido.

Se giró, poniendo el trasero lo más adentro posible, mientras dejaba sobresalir los pies descalzos sobre el brazo del sillón. Se retorcía como un gato dentro de un saco. No lograría descansar ahí, pero al menos cerraría los ojos. Sí, eso bastaría.

Cerró los ojos tras un leve parpadeo y el agua y la sangre volvieron.

Se levantó de sopetón y se dirigió a paso ligero hasta la maquina de bebidas. Echó un vistazo al reloj que colgaba justo encima de la puerta. Estaba a punto de dar las cuatro de la madrugada, el café no era aconsejable. Ni el té. Ni nada con cafeína. Eso le dejaba con pocas opciones aparte del agua. Al final se decantó por un zumo de naranja.

Como no quería volver a ese viejo sillón, decidió dar un paseo hasta una terraza ajardinada que había en la última planta. Estaba convencida de que algo de aire fresco le iría bien. Se aproximó a un saliente y se sentó de espaldas a la ciudad. A Annabel nunca le habían dado miedo las alturas. Al menos no de una forma terrorífica. Los cinco pisos de altura tras ella no le aterrorizaban tanto como la idea de que esa noche hubiera podido pasar algo irreparable, aparte de que había fallado a su palabra de ir a la inauguración de la nueva pensión del pueblo. ¿Cómo estaría su hermano? Tal vez volvería a hablarla a través de su Ipad. Esa idea no le satisfizo en exceso, realmente estaba entusiasmada de lo mucho que había mejorado su relación en los últimos meses. Él la llamaba o mensajeaba a menudo. Incluso se habían propuesto hacer frente a su madre en común para contarle que Eric había decidido provecho a su pasión por el dibujo aprendiendo a tatuar en el estudio de Dalton. Annabel sonrió al recordar esa buena noticia y se llevó la mano instintivamente al antebrazo. Dalton estaba entusiasmado por tener un aprendiz que le ayudase en el manejo del estudio, y parecía que había encontrado en el hermano de Annabel el ayudante perfecto. El uno no podía estar más contento ni el otro más entusiasmado. Les auguraba un futuro prometedor.

Sorbió por la pajita de su zumo y arrugó un poco la nariz. Aquel zumo era terrible, sin embargo sorbió todo el contenido de una sola vez y sacó el móvil sin descolgar la pajita de su boca.

-¿Quién es? -contestó una voz adormilada y molesta.

Annabel miró su reloj y puso los ojos en blanco al recordar la hora que era.

-¿Noah?

-¿Annabel? Por Dios, ¿eres tú? ¿Sabes qué maldita hora es?

Oyó una voz de fondo, sin duda el prometido de Noah quejándose a voz en grito por las horas que eran. Su vecina le contestó de malas formas, instándolo a que cerrase su bocaza de una buena vez.

Las coleccionistas de romancesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora