Olivia (1): La confianza se compra con Mofeta.

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Bueno...he tardado, lo sé. Mia culpa. No quiero poner excusas, pero no ha habido buenas noticias en mi familia últimamente y me está costando mucho centrarme en nada más. Os ruego que tengáis paciencia, intentaré subir regularmente pero no lo puedo asegurar. De todas formas, si que intentaré volver a subir esta semana lo que quedaría de este cap y he sido incapaz de escribir aún.

También os cuento que quizás tarda un par de caps más en ocurrir la acción, más que nada porque creo que os tenía que involucrar más en las vidas de Olivia y Annabel antes de empezar. pero ya iré soltando sorpresas para que no os quejéis XD Un besote y espero que os guste.

Y si tenéis quejas, comentarios, cosas bonicas, feas, lo que sea, ya sabéis. ^^3

Olivia

Abrió los ojos un poco y toda la habitación dio vueltas a su alrededor, o tal vez era ella la que daba vueltas. Le dolía tanto la cabeza que no sería capaz de dilucidar quien se movía y quien no. Una melodía que comenzó como algo lejano y ajeno a ese momento, terminó por taladrarle la cabeza. ¿Qué había ocurrido?

Olivia tanteo con las manos la superficie donde descansaba su agotado cuerpo. Era blando y agradable. No tardó en reconocer el tacto de las sábanas verdes estampadas de su cama. Algo bloqueó su exploración. Algo sólido y frío. Elevó la cabeza un poco y el papel pintado de la habitación dio vueltas tan rápido que perdió el equilibrio. Resopló presionándose el puente de la nariz y cerrando los ojos para recuperar algo de estabilidad.

-Que dolor, señor. -El tono del móvil siguió sonando. Tanteando con la mano libre, buscó hasta dar con el sonido-. ¿Diga?

-Buenos días, señorita Olivia -dijo una voz extraña al otro lado del aparato. Era como si alguien hubiera inalado helio.

-Serán para usted -dijo irritada, pensando solamente en el horrible pinchazo que notaba atravesándole la sesera. Tal era el dolor, que no se dio cuenta de que, quien le hablaba, no era conocido.

-Le dolerá la cabeza durante unas horas. Es un efecto común de estos somníferos. -Al oír aquello, Olivia se levantó de golpe y una pinzada le atravesó el cerebro. Maldijo por lo bajo y se volvió a tumbar. Ya lo empezaba a recordar todo-. No se levante, es mejor que esté tumbada un rato. Escuche bien, señorita Olivia. Anoche hizo un pacto, un pacto importante. Su vida cambiará para bien si sigue todas las instrucciones.

-¿Y si no las sigo? Sus instrucciones, digo.

-Habrá consecuencias.

Lo que le faltaba, que le vinieran con amenazas.

-Oiga, menos tonterías que no tengo la cabeza para misterios -espetó asqueada-. Yo no pedí ser de ese club, hermandad o lo que sea. Me han buscado ustedes a mí y encima, por lo que entendí, es un club de gente desgraciada como yo. Mire, paso. Bórreme de la lista y busque a la siguiente. Porque si quiero juntarme con fracasados, me acoplo un retrovisor en la cabeza y me echo un vistazo de vez en cuando.

-Antes de decidir. Miré su caja, señorita Olivia. Tiene una sorpresa.

No muy convencida, Olivia se levantó. Esa vez con más cuidado, no quería que se le terminara por perforar el cerebro del dolor. Sin despegarse el teléfono de la oreja palpó la caja negra que había junto a ella. Eso era lo que había tocado anteriormente. Esa caja negra con un lazo granate. Pero algo le llamó la atención. Unos agujeros en la tapa. Ahora que se daba cuenta...En su caja se oían respiraciones. ¿Y si le habían metido algún bicho agresivo? No quería morir a manos de un mapache hambriento o atufada por una mofeta. Una vez, un antiguo cliente que era famoso por su conocimiento de la naturaleza, le dijo que el olor de una mofeta se iba con tomate triturado. Olivia odiaba el tomate. Si una mofeta le atacaba, esperaba que hubiera otra caja con un mapache hambriento, porque no pensaba bañarse en tomate. Arrugando la nariz por ese pensamiento abrió aterrorizada la caja, pero nada sucedió. Se intentó acercar, hasta que un ruido la asustó. No, eso no era un ruido agresivo. Ese ruido lo había oído antes. Eran los ronquidos de... El corazón le dio un vuelco y se abalanzó sobre la caja para coger lo que había dentro de ella.

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