Diez días, siete horas y doce minutos después del último contacto de las coleccionistas.Jules destapó la bandeja de la comida y Olivia arrugó la nariz con asco. Ese día le tocaba caldo de calcetín usado y puré requemado. No sabía por qué no ponía eso en el cartel asignado a su comida en vez de: Caldo vegetal casero y puré cremoso. Ya claro, y ella era mormona.
Por lo menos ya no debía permanecer en cuidados intensivos. Los días anteriores no habían sido lo que se podía decir sencillos. Había estado en un sube y baja de estabilidad médica, los médicos se estaban ganando el sueldo con ella. Los tuvo en vilo mucho tiempo. Por lo visto el golpe en la cabeza, junto con la pérdida se sangre y la falta de oxigeno no era la mejor de las combinaciones. Tuvieron miedo de que le hubiera quedado alguna secuela cerebral, pero, después de diez días, llegaron a la conclusión de que estaba fuera de peligro. Y aunque fue incapaz de agradecerlo de viva voz, pues desde entonces estaba algo afónica, si que les mostró su entusiasmo levantándose y recogiendo sus cosas con el trasero al aire por el camisón.
"Da mucho asco" -escribió Olivia en su bloc de notas.
-No seas quejica. En el restaurante de mi barrio fríen el pescado con aceite de coche y sigo viva. Así que empieza -le dijo Jules poniéndole la bandeja frente a las narices.
Olivia puso los ojos en blanco e inspiró profundamente para hacer de tripas corazón. Le iba a costar mucho tragarse eso a lo que llamaban comida. ¿Dónde estaba Annabel con su fantástica crema de champiñones? Desde que se había echado novio estaba más despistada que de costumbre. El amor de su reciente relación de apenas diez días había enfatizado su carácter más empalagoso, con todo algodón de azúcar, canciones de Mariah Carey y flotar a un palmo del suelo sobre algodones. Así había sido los primeros diez días. Bueno, Olivia estuvo medio inconsciente los siete primeros, pero por lo que había visto los tres días anteriores, no tenía muchas dudas. Solo esperaba que no se olvidase de su desatendido apetito.
En la primera cucharada de puré, la garganta le raspó de forma horrible. Samantha había apretado con todas sus fuerzas en un intento por no dejar cabos sueltos. En esos diez días recluida en cuidados intensivos, Olivia había tenido mucho tiempo para pensar y alucinar. Porque cuando estás medicado hasta las cejas, sin nada que ver excepto las paredes blancas, y entre la vida o la muerte, tu cerebro suele evadirse en alucinaciones de tu subconsciente. O al menos eso le ocurrió a Olivia. Sus pensamientos se habían transformado en vividas alucinaciones. Algunas buenas y otras malas. Su mente había jugado con sus miedos y esperanzas, llevándola a sitios que jamás creyó. Y conforme pasaban los días iba recordando pequeños fragmentos. Como Jules en ese momento, obligándola a comer esa asquerosa comida.
"Mientras estaba en observación aluciné contigo" -escribió en un intento por darse un respiro de la asquerosa comida.
-Que me suelan decir eso no hace menos extraño que me lo digas tú -contestó Jules metiéndole una cucharada de caldo a la fuerza.
Olivia arrugó la nariz y siguió escribiendo.
"Muy graciosa. No, aluciné que te ponías verde de la ira, en plan Hulk, por lo de la foto entre Seth y tú".
Olivia rió entre dientes al ver como Jules probaba la comida y la escupía de nuevo, para después sacar la bandeja al pasillo. Luego leyó lo escrito y alzó la ceja despectivamente.
-¿En serio? Soy más elegante que todo eso.
"¿Mr. Hyde?".
-Escucha, bonita. Si fuera tan vengativa, habría dejado que esa loca te ahogara. -Olivia frunció el ceño sin entender. Todavía no le habían explicado con detalle lo que había ocurrido cuando se quedó inconsciente-. No dice mucho de ti que entre tus amigas más cuerdas me encuentre yo.
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Las coleccionistas de romances
רומנטיקה¿Si te dieran la posibilidad de ahorrarte decisiones complicadas lo harías? Ellas aceptarán ese juego, que pondrá sobre la mesa todas sus malas decisiones.