II

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El insomnio lo mantuvo hasta la luz de la mañana ese día. Tomando un taza de té tras otra para al final optar por beber café el cual aborrecía, pero el sabor del té lo llevaría en su paladar un buen rato.

Escuchó la puerta abrirse y sonrió de lado imaginando la cara que debe traer su compañero después de trabajar todo la noche. Al menos no se sentía tan solo por el hecho de no haber descansado nada. Salió de la habitación y se topó con su compañero tendido bocarriba sobre el sofá, cubriendo sus ojos con su brazo y soltando un exagerado suspiró demostrando su cansancio. El pelinegro simplemente río por lo bajo mirándolo.

-¿Noche difícil? -se burló. Su compañero se incorporó apenas manteniendo sus ojos abiertos. -¿Café?

-Por favor... -suplicó. Al poco rato le entregó la taza y bebió importandole poco que estuviera caliente. -Amargo.

-No tomo café, no tengo idea como lo preparas.

-¿Tampoco lograste dormir?

-Llegué tarde, de nuevo -suspiró leve haciendo que el contrario riera por lo bajo. -. Al menos puedo enterarme de varios cosas.

-Oh, ¿pasó algo?

-¿Un matrimonio arreglado suena a algo tan fuera de la ficción? -al terminar de decir aquello, el contrario casi se atraganta con el café caliente. -No mueras, necesito que pagues la renta.

-Ganas lo suficiente para pagarla, Zhongli... -negó aún tratando de recuperarse de aquello. -¿En serio hablas de eso? ¿En el año que vivimos?

-Asi es. Me dió un poco de pena y pagué la botella que bebía. Paga la renta, por favor.

Bufó. Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro al imaginarse a su compañero dar su sueldo por algo así, conociendo lo tacaño que podría llegar a ser y eso le parecía más divertido.

-¿Qué hay de ti? -preguntó después de un largo rato el pelinegro. Su compañero movió su cabeza, demostrando su frustración y dejando el café de lado.

-Lo de siempre. Beber y ser el alma de la fiesta.

-No hablo de eso, tonto -regañó. -. Hablo de lo de renunciar. ¿No ibas a hacerlo?

Renunciar no era sencillo. Quería dejar de ser un chico host desde hacía tanto tiempo, ya no se sentía tan bien física y emocionalmente par seguir tomando y pretender que todo es diversión. Le gustaba la atención, pero estaba cansado.

Innumerables veces deseó irse, vivir una vida normal en un trabajo aburrido como Zhongli. Ese departamento no era lujoso, básicamente era uno normal que se podía costear con un trabajo de medio tiempo y comía lo que su compañero preparaba porque sus habilidades culinarias eran un poco cuestionables. Sin embargo, la encargada no dejaría ir a su rostro estrella de ninguna forma, no mientras pueda generarle buenas ganancias y por el momento era complicado.

-No hubo suerte.

Zhongli lo imaginaba. Igual quiso preguntar solo por tener una pequeña esperanza en que pudiese dejar su trabajo.

-Sabes que el empleo sigue en pie. Hablé con mi jefe y aceptó esperarte si podías salir de ahí.

-Gracias.

-Agradeceme con que vayas a darte una ducha, el olor del alcohol que desprendes me da náuseas. -el contrario río ante ese comentario y decidió hacerle caso. Se daría un merecida ducha, comería algo y dormiría hasta dentro de dos días si pudiese.

Zhongli tendría que ir al trabajo ese fin de semana, no tenía de otra si quería recuperar el dinero de esa botella por su tonta decisión. Al menos se sentía un poco mejor al pensar que su compañero descansaría ese fin de semana.

-Te veo en una semana. -se despidió yendo a su habitación.

-Descansa, Kaeya. -Zhongli tomó las llaves y se iría poco después.

No le comentó a su compañero que vería a su jefe, la idea de reunirse con él fuera del lugar de trabajo noble emocionaba para nada, pero su quería mantener el puesto libre para Kaeya estaba haciendo un poco más de esfuerzo.

Por muy extraño que sonara, nunca lo había visto.

Sí, su jefe era desconocido para él y para la mayoría de quienes trabajaban en el restaurante. Cuando se trata de jefe no se habla de un solo superior, literalmente trata con el dueño del lugar. Solo se había llegado a comunicar por teléfono y conocía su voz aunque sabía que por ese medio tal vez sonría diferente a la vida real y sin ninguna referencia, nervioso por el café y con ojeras encima estaba yendo al trabajo.

Llegó al trabajo portando lo más decente que tenía y sintiendo apenas que el sol calentaba un poco porque era de mañana. Se detuvo a esperar afuera, no quería entrar e interrumpir los labores antes de abrir y esperó en su lugar unos minutos hasta ver cómo poco a poco había más tránsito en las calles.

Mirando su teléfono celular intentando distraerse, se cansó luego de un rato y lo apagó para darse cuenta que a su par había un chico mirando también lo que estaba en su teléfono e inmediato se alejó un tanto sorprendido.

-¿Te asusté? Lo siento, ví que estabas muy concentrado y quise ver.

-¿Haces eso con todos? -preguntó un tanto confundido. El chico río, parecía muy animado y para nada avergonzado a comparación de Zhongli.

-Claro que no, solo quería saber lo que una persona como tú podría ver. ¿Estabas leyendo? Si lees en ese formato te dañarás la vista. -respondió muy seguro de si mismo.

-Uhm, ¿quien eres?

-Oh, que desconsiderado de mi parte. Soy Childe.

Zhongli pudo haber tirado su teléfono si no fuese porque ya se encontraba en su bolsillo. Ese chico de cabello alborotado anaranjado, ropa tan casual, ojos azules profundos y sonrisa radiante era su jefe. Fácilmente podría confundirlo con un estudiante sino fuese porque conocía su nombre.

-¿Childe? ¿Dueño del restaurante? -preguntó con temor. El contrario asintió como si fuese lo más casual del mundo.

-¡Si! Un regalo de mi padre. Yo quería una jugueteria, pero que hacerle -se encogió de hombros e hizo un gesto de desagrado. -. En fin, ¿tú eres Zhongli?

-Asi es, señor...

-¿"Señor"? -repitió aguantando una risa. Ver la expresión en Zhongli le causaba más gracia. -Olvidate de formalidades y vayamos a pasearnos.

-¿Qué hay del trabajo...? -preguntó de inmediato aún sin comprender del todo la situación tan rara.

-Hablemos de eso después. -tomó la mano de y casi lo arrastró a seguirlo. Zhongli pensó en no volver a tomar café en un largo tiempo mientras seguía al joven de cabellos anaranjados por la calles de Mondstandt.

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