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Estuvo preguntándose todo ese rato el porqué el pelirrojo no bebía. Varias veces le había ofrecido un par de tragos, pero se había negado rotundamente y limitandose a mirarlo con curiosidad. Esos ojos rubíes parecían examinarlo con detenimiento, recorriendo desde su vestimenta hasta la forma en la que llevaba la copa a su boca y lo hacía sentir un poco extraño.

—¿Pasa algo? —se atrevió al fin a decir. El contrario negó aún sin apartar su vista.

—¿Que haces normalmente aquí? Dudo que solo bebas.

—Oh, ¿te interesa? —respondió con un leve tono de burla. —Al estar a solas solo se puede conversar, cantar y tomar. Depende lo que el cliente pida.

—Ya veo... —murmuró. El contrario sin borrar su sonrisa, se levantó de su lugar y caminó hasta la salida para asegurarse de que ya no estaban las empleadas a la vista. Una vez se aseguró, le indicó al pelirrojo seguirlo. —¿Qué haces?

—Salgamos de aquí.

—¿Puedes hacer eso?

Negó divertido. Cerró la puerta tras de ambos y fueron hasta la salida sin ser vistos.

La risita de Kaeya se escuchó después de un rato, parecía ser una risa nerviosa. Diluc estaba curioso, observaba sus movimientos y gestos sin decir nada.

—Bien, con esto rompimos la regla de no salir del lugar con el cliente. —Diluc parecía no prestar demasiada atención ya que su vista estaba en su teléfono tratando de contactar a su chofer. Suspiró al percatarse de tener la batería baja. —¿Quieres usar el mío?

—No es necesario. Supongo que caminaré hasta casa.

—¿Seguro? Es un barrio peligroso, con la ropa que traes serás el blanco fácil. —el pelirrojo también pensó en eso después de ver las calles con poca iluminación. El metro tampoco pasaría a altas horas de la noche y la verdad era que no quería ser una molestia para Kaeya. —Vivo cerca, si quieres puedes quedarte a pasar la noche.

—En serio no es necesario...

—Dejame insistir. Después de todo, aceptaste ayudarme e incluso me ofreciste un empleo. Debo pagarte con algo.

Al final aceptó sin ver otra opción. Kaeya sabía que Zhongli no llegaría a casa esa noche por su trabajo, así que no veía el problema para que se quedese esa noche e irse temprano en la mañana.

Después de un silencio que ninguno de los dos quería romper, llegaron al hogar del peliazul y Diluc no pudo evitar sentirse incómodo. La situación ya de por sí le parecía extraña, recién conocía a ese apuesto hombre y estaba en su hogar. Sentía que estaba cruzando la línea de la amabilidad.

—Hay algo que me he estado preguntando, ¿no te gusta beber?

—No lo hago seguido.

—Que suerte. —se relajó en el sofá al lado del pelirrojo. —Mi trabajo es beber todos los días, es cansado.

—Beber en exceso es malo para la salud.

—Tienes razón. Aunque no me dejo demasiado, no suelo llevarme por el alcohol y eso me hace perfecto para el trabajo —suspiró. —. Mala suerte la mía.

—No creo que sea tan mala. Beber aveces ayuda a olvidar los problemas aunque no los arregla. —Kaeya arqueó una ceja.

—Uhm, no es de mi incumbencia, pero parece que la tienes complicada, ¿eh?

—Algo así... —murmuró recordando que tenía otras cosas que hacer, pero prefirió no asistir.

Aunque no tuviese tan bien la idea de que se trataba la reservación, sería su excusa para no asistir a la otra cena que su padre había hecho para él y su ahora futura prometida. Por supuesto que no iría, pero significaría que su padre tocara la puerta de su hogar a primera hora o incluso que lo llamara repetidas veces hasta lograr dar con él.

Sentía pena por Katheryne, conocía a esa chica y era demasiado amable con él y su padre pese a que el pelirrojo menor la ignorara. No estaba de acuerdo con ese matrimonio y nunca lo estaría.

Salió de sus pensamientos al ver al contrario acercarse a él. Diluc se alejó por incercia e hizo reír a Kaeya.

—Lo siento, solo que no parecías estar aquí. ¿Estás bien?

—Uhm, si.

—Eres malo mintiendo, ¿sabías? —no era la primera vez que escuchaba aquello. —Tal vez no sepa que es lo que suceda en tu vida, pero por ahora no debes preocuparte por eso. Deberías divertirte también.

—¿Divertirme? Es lo que menos puedo hacer con mi trabajo. —el contrario no se imaginaba el tipo de trabajo que hacía, solo estaba seguro que se trataría de algo estresante y de cierta manera podía comprenderlo.

—¿Entonces es estrés?

Una vez el contrario asintió, Kaeya decidió jalarlo de su mano para atraerlo a él. El pelirrojo por supuesto que quiso alejarse, pero no sé lo iba a permitir.

—¿Q-qué haces?

—Ayudar a desestresarte. Tómalo como otra forma de agradecimiento por lo de hoy. —dicho esto, decidió unir sus labios.

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