VII

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Un suspiro salió de los labios de Zhongli al ver a ese pequeño chico esbozar una sonrisa nerviosa hacía a él. Al final de todo, el pelinegro se tendría que disculpar con su amigo por no haber mantenido el puesto que había mantenido para él más tiempo. Pensó que un trabajo como el que tenía sería demasiado pues también significaba trabajar hasta tarde y trataría de ayudarle a buscar algo mejor.

El nuevo chico se veía animado, según escuchó de varios pues de trataba de un trabajo parcial para él debido a sus estudios y tomaría horarios especiales. Tuvo demasiada consideración por parte de quien ahora conocía mejor e inconcientemente sonrió al pensar que de verdad le daba importancia a la situación de quienes estaban en ese restaurante.

Había regresado después de la conversación con Childe, no veía la razón por la cual quedarse y ver el entusiasmo en ese chico algo dentro de él le indicaba que sería mejor irse.

No pasaría mucho tiempo cuando por su mente pasaría la idea de visitar a una vieja amiga. Aprovecharía el tiempo que nunca tenía y daría una vuelta. Con suerte, podría llegar hasta tarde a casa una vez que Kaeya se haya ido a su trabajo y dormir un poco más de la cuenta que buen necesitaba hacerlo y con urgencia.

En cuestión de minutos estaría caminando directo a casa de su amiga. Al tocar la puerta, sería abierta por un pequeña de cabellos rubios con una pequeña sonrisa y sus ojos curiosos hacía Zhongli. Este la saludó y la pequeña corrió para colocarse detrás de las piernas de la persona que el pelinegro buscaba: Jean.

—¿Zhongli? Hace tiempo no te veo.

—Ha pasado tiempo, desde la preparatoria. —mencionó sonriendo levemente. —¿Quien es la linda señorita detrás tuya?

—Ella es Klee, mi hermanita. —mencionó ella mirándola. Seguía tomada de ella aún mirando con un poco de temor a Zhongli frente a ella.

—¿Hermanita? —preguntó confundido.

—Asi es. Bárbara y yo habíamos estado viviendo con nuestro padre todo este tiempo desde que mi madre se fue. Falleció cuando Klee nació y mi padre quiso que nos hiciéramos cargo de ella.

—Lamento escucharlo... —Jean negó.

—No te preocupes. Pasa, habrá que ponernos en sintonía.

La pequeña niña seguía aferrada a Jean, no tenía la suficiente confianza como para hablar con él pelinegro aunque este intentará hacerlo y fracasara en sus intentos provocando la risa de Jean en medio de la conversación.

Habían pasado unos cuantos años desde que vio a Jean, por suerte había recordado la dirección después de todo ese tiempo y consideró verla porque no se trataba precisamente de una persona con un círculo de amigo amplio. Jean y Kaeya fueron sus amigos más cercanos en su época de la preparatoria y aunque fuese Zhongli un poco más mayor a ellos dos, la relación amistosa que poseian siempre le agradó que los de su propia clase.

Al final terminó quedándose viviendo con Kaeya. No estaba en sus planes, pero era mejor que vivir solo en Liyue como pensó en un inicio. La vida en Mondstandt pronto se adaptó a él y viceversa.

Así fue como transcurrió el día habiéndose puesto al día con Jean y fracasando en poder conversar con la pequeña rubia de ojos curiosos.

La noche cayó y rechazando de la manera más educada posible la invitación de Jean a cenar con ellas y la pequeña Klee, decidió ir a descansar. El día siguiente debía seguir con su rutina diaria y pensarlo hacía que sus ánimos fuesen directo hacia los suelos, pero de alguna manera lo aceptaba. Tomando el metro de regreso y caminando por las calles de Mondstandt finalmente llegaría, maldiciendo internamente por haber una iluminación tan mala a la hora de buscar sus llaves en su ropa solo para descubrir que todo esté tiempo la puerta estaba abierta.

Supuso que había olvidado cerrarla Kaeya antes de irse ya que no era la primera vez que pasaba. Entró y suspiró un tanto aliviado de que no hubiese entrado alguien al lugar o algo peor. Sin embargo, su paz sería interrumpida por sonidos que venían de la habitación de su amigo y caminando sin hacer mucho ruido; su rostro se llenó de sorpresa al mismo tiempo que maldijo en voz baja sabiendo que Kaeya no tenía la mínima vergüenza en haber llevado a alguien al lugar.

No tuvo de otra que salir. Prefería hacerlo que escuchar lo que estarían haciendo en esa habitación y ahí fue cuando se arrepintió de ni haberse quedado un poco más de tiempo donde Jean.

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