XXXVII

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—Todo estará bien, ¿si? No te preocupes tanto.

Las palabras de Diluc tranquilizaron un poco al contrario quien no había dicho nada al respecto, pero podía leerse tan bien en su rostro que estaba preocupado por él y ni siquiera había partido.

—Si sucede algo, llámame. —el pelirrojo por quinta vez en ese día le dijo que lo haría.

Finalmente la limusina llegó y ambos se despidieron. El camino no sería tan largo, pero necesitaban de un lugar tranquilo para discutirlo y finalmente decidieron hacerlo donde alguna vez fue el hogar de Diluc cuando pequeño.

Ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que estuvo ahí. Dejó ese lugar tan pronto consiguió donde vivir siendo tan jóven y fue porque realmente no quería estar en el mismo lugar donde su padre después de volverse más intenso él después de la muerte de su madre. Si de verdad Crepus Ragnvindr estaba arrepentido, debía aceptarlo ahí mismo o de lo contrario Diluc estaría convencido que nunca cambiaría.

Fue recibido por su padre. Le pidió entrar y tomar asiento en el salón principal siendo divididos por una gran mesa de madera viniendose uno al otro.

—Este lugar luce igual a cómo lo recuerdo.

—No quise arruinar la decoración que hizo tu madre. Todo se encuentra tal y como ella lo dejó... —habló tranquilamente dando un vistazo rápido al lugar. Tal parecía que no pasaba tanto tiempo ahí tampoco. —¿No viene contigo está vez?

—Insistió, pero tuve que hacerle entender que está vez solo seríamos tu y yo. Además, sigue molesto por lo que dijiste —pausó un momento y medio sonrió. —. Ambos seguimos molestos.

—No los culpo. En realidad creí que no vendrías.

—Te escucho. —se acomdó en su lugar y se cruzó de brazos.

El contrario suspiró notablemente cansado, lo notó en cuanto lo vió y sabía de cierta manera que era debido al trabajo en la empresa. No era un hombre tan mayor; sin embargo, ya no estaba para encargarse de tanto trabajo.

—Yo... —murmuró. —En serio lamento haberte hecho pasar por cosas tan horribles. No solo lo de la boda, sobre todo.

Diluc no dijo nada. Se mantuvo en silencio y con su mirada fija en él. Crepus tampoco esperaba que creyera en sus palabras, no cuando era tan difícil expresarse.

—No busco que me perdones. Te hice daño y no puedo perdonarme las tonterías que se pasaron por la mente en todos estos años... Solo quiero que sepas no importa con quién quieras estar, tienes mi apoyo. También sacrifiqué para estar con tu madre y, bueno, lo menos que puedo hacer es dejar que tengas una vida con quién desees compartirla.

—Detente —pidió cuando terminó. —, por favor. Solo detente.

El Sr. Ragnvindr lo hizo, apretó un poco sus labios creyendo que en cualquier momento el contrario podría irse. Diluc se levantó se su lugar y prácticamente corrió para dónde se encontraba. Se levantó lo más rápido que pudo y su atrapado por lo brazos de su hijo.

Tardó un poco en aceptarlo, pero lo hizo.

—Te perdono, padre. —pronunció después de un tiempo. Escucharlo finalmente le hizo llorar pues no pensó que podría hacerlo, perdonar todo lo que hizo y que prácticamente estuvo a punto de arruinar su vida.

Se separaron al cabo de unos momentos y Diluc mencionó que no era necesario llorar. Esperó por mucho tiempo escucharlo siendo tan sincero, que cuando lo fue en serio sintió la inmensa necesidad de abrazarlo.

—Puedes regresar cuando quieras.

—Y tú puedes venir a vernos cuando quieras, padre. Lo siento, pero no planeo regresar. Tengo una buena vida de la cual hacerme cargo. —su padre asintió entendiendo eso a la perfección. Temía que esa fuese su decisión y al final resultó ser cierta.

—Lo sé. Ningguang me lo dijo el mismo día que te entregó la nota. Me pidió que no te lo dijera —intentó reír. —. Cuídate.

—Lo haré, padre. Ya no soy un niño.

—Lo siento, no puedo acostumbrarme a esto aún... —murmuró con una media sonrisa. —Cuida de él también, ¿está bien?

Asintió antes de irse. Suspiró con alivió una vez entró de nuevo a la limusina para dirijirse a su hogar y el solo imaginar lo preocupado que podía estar Kaeya para ese entonces lo hizo sonreír.

Llegó a casa bastante rápido y no tuvo que molestarse en abrir la puerta para cuando el peliazul salió de inmediato a verlo. Estuvo todo este tiempo mirando por la ventana hasta verle salir del vehículo y no pensó dos veces en correr hasta la puerta para comenzar a hacer miles de preguntas. Diluc no contestó a ningún, en su rostro seguía dibujada su sonrisa y eso fue suficiente para tranquilizar al contrario.

Una vez Diluc entró, Kaeya cerró la puerta para después ser rodeado por los brazos del contrario.

—¿Diluc? —pronunció su nombre al mismo tiempo que colocaba sus manos en la espalda para corresponder ese abrazo tan repentino.

—Fue muy difícil... —habló duras penas. Lo abrazó con más fuerzas antes de proseguir. —Fue muy difícil no querer llorar, Kaeya...

Después de eso todo lo que Kaeya podía escuchar eran los sollozos del contrario en su hombro. Acarició su cabello rojizo intentando consolarlo mientras que él mismo intentaba aguantar sus lágrimas. En su lugar sonrió y cerró ojos esperando que Diluc ese deshogara y estaría con él toda la noche si era necesario.

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