XXIII

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Sus ojos buscaron su la figura del pelinegro con desesperación. Al momento de leer el mensaje de texto que recibió no pensó dos veces en llegar lo más rápido que sus piernas le permitieron al lugar acordado, fue recibido por una sonrisa cálida al momento de encontrarlo y tragó grueso esperando lo peor.

—Zhongli, tu...— murmuró él chico y antes de terminar, el nombrado asintió. —¿Por qué...?

—No quiero hacer las cosas incómodas, Childe. Eres un buen chico y no hay duda de eso, sin embargo, no quiero que hagas una idea equivocada porque conozco tus sentimientos —se detuvo y rió un poco por lo iba a decir. —. Estás enamorado de otra persona.

Se quedó callado. Era la verdad, estaba enamorado de Diluc por más que le doliera aceptarlo y lo podían justificar sus acciones tan tontas que la última de todas ellas lo ha alejado por completo, pero al final de todo estaba seguro que jamás sería correspondido de todas maneras. Dolía, dolía que fuese así, debía aceptarlo de una vez por todas y vio en Zhongli algo que jamás había visto en alguien más.

—No tienes que dejar tu trabajo por esto —habló finalmente. —. Sabes que puedes trabajar aquí junto a todos los demás, Albedo ha estado muy emocionado de conocerte... Puedo no venir si así lo deseas.

—Puedo estar bien un tiempo —respondió de una manera bastante calmada que incluso aterraba a Childe de una menta indescriptible. —. Han sucedido demasiadas cosas con Kaeya, la familia Ragnvindr y sé que eres amigo de Diluc. No deseo causarte más problemas. Puedes llamarme cuando necesites de mi, ¿bien?

Dicho esto se marchó no sin antes acariciar su rostro y regalarle una media sonrisa. Childe se quedó en su lugar mirándolo sin saber exactamente qué hacer después de eso. Internamente agradeció aquello, estaba demostrando que le importaba su espacio, pero al mismo tiempo estaba dejándole completamente solo y con sus sentimientos hechos un caos total.

Más de una vez quiso correr tras él; pedirle que no dejará su empleo por esa clase de cosas y que mantuvieran el contacto. Que olvidara lo que ocurrió esa noche, que olvidara que estaba enamorado de otra persona y simplemente disfrutar una conversación trivial de ese programa que tanto le gustaba a Childe. Solo eso deseaba pedirle si lo detenía. Vio en su rostro tan complicado de leer que no estaba para nada bien al igual que él sobre todo esto, entendía que lidiar con los sentimientos no era fácil y no sabía que era lo que Zhongli sentía porque jamás lo diría. Era frustrante y aunque así fuera, no lo obligaría a quedarse.

Decidió que también era lo mejor aclarar todo lo que ocurría en su vida.

Regresó a casa con sus ánimos nulos, realmente pensaba si debería ir a la dichosa fiesta después de todo ese escándalo que veía en todos lados: la televisión no paraba de hablar sobre Diluc y Kaeya al igual que sus redes infestadas de las mismas fotografías que odiaba ver. No odiaba a Kaeya, no podía hacerlo, estaba más molesto con Diluc que con nadie más y consigo mismo. Así que tomó lo que creyó más conveniente e intentando dibujar una media sonrisa llegaría a dónde la fiesta de la empresa esperando aquella sorpresa que el pelirrojo le había comentado y estaba nervioso de ver de qué rayos se trataba.

Su hombro fue tocado y al girarse vio una sonrisa encantadora: Katheryne. Se veía tan radiate que casi le daba un poco de envidia.

—Creí que vendrías con Diluc.

—Cambio de planes —musitó recordando las palabras del pelirrojo. —, me llamó hace unas horas y me pidió que viniera. Donna vendrá después. —Childe asintió solamente. —¿Qué sucedió con Zhongli?

—Justo lo que no quería que sucediera...

—Lo siento, cariño —su voz sonó tan dulce. Una de sus manos tomó la suya para reconfortarlo. —. Espero todo se arregle. Si te hace sentir mejor, yo también estuve enamorada mucho tiempo y aunque sabía que no sería correspondida me aferré. Me hacía daño, finalmente abrí mi corazón a nuevas personas y a veces me culpo por no haberlo hecho antes —le sonrió levemente. —. Te deseo suerte.

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