XXV

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Katheryne se presentó en el hogar de Diluc esa noche después de todo el alboroto causado. No sé sorprendió en absoluto en verla, estaba esperándola notará agradecerle su paciencia y su apoyo.

La pelinegra estaba divirtiéndose con todo el asunto, aunque también estaba preocupada por ambos. Era verdad que Diluc aún tenía que lidiar con su padre principalmente, esto era el climax de todo y quizás el final de todo no estaba tan cerca como ella creía que estaba; sin embargo, Diluc tenía más cosas en mente de lo que podía imaginar.

-¿Qué es lo que sigue? -habló la pelinegra después de dar un sorbo de su taza de té ofrecido por el contrario.

-Es obvio que tengo que hablar con mi padre y pienso hacerlo mañana mismo. Ya no me gustaría continuar con este teatro tanto tiempo, debe ser agotador para ti y para Kaeya.

-No te preocupes por mi, en realidad pienso que es una experiencia que nadie va a olvidar. -rió ella y Dilic asintió creyendo exactamente lo mismo. -¿Kaeya no está contigo?

-No quise pedirle quedarse -suspiró. -. Espero no suceda nada malo con esto.

-¿Sabes? Es extraño todo esto -el contrario frunció el ceño ligeramente no entendiendo aquello. -. En todo este tiempo que te conozco, solo te habías preocupado por ti, tu padre y a veces por Childe. Es tan raro que ahora te preocupes tanto por Kaeya. No me lo tomes a mal, quiero decir que es muy tierno.

-¿Lo crees?

-¡Claro! -asintió felizmente. -Eso me gusta de ti, pareces un tipo de persona con carácter fuerte, pero tus acciones siempre demuestran lo mucho que te importam las personas a tu alrededor. Solo mírate, estás sacrificando demasiado por él. De verdad que debió haber llegado a tu corazón -luego de eso habló por lo bajo. -. Que envidia...

Soltó una risita para después decir que era broma. Diluc pensó en ello y si, es verdad lo que la sonriente chica había dicho. Había caído en los encantos de ese hombre que lo estaba llevando a hacer cada locura, al principio creía que estaba haciéndolo por esa cosa extraña del matrimonio, pero ahora solo quería ser libre y que Kaeya también lo fuese.

Después de la charla, la pelinegra se despidió deseándole la mejor suerte pues tendría que confrontar a su padre el día de mañana. Diluc le dijo que estaría bien, podía regresar a casa y al mismo tiempo se disculpó por todos los problemas que le causó en estos últimos días.

Finalmente llegó el día siguiente dónde ni siquiera fue necesario ir hasta el trabajo para ver a su padre pues quería hablar con el joven pelirrojo antes de cualquier cosa. Al abrir la puerta sintió la mirada furiosa puesta en él, se dio la vuelta y se dirigió a la cocina para seguir tomando su café mientras acomodaba su ropa. La mirada a su padre era de indiferencia, no le importaba ni un poco lo que tuviese que decir, ya había pensado la noche anterior lo que tenía que decir siendo lo más breve y directo.

-Ni siquiera sé por dónde comenzar... -murmuró.

-No soy un niño, así que no hace falta regaños.

-¿Que no lo eres? No lo has demostrado estos días, yo solo veo a un mocoso malagradecido. Siento que todo lo que he hecho ha sido completamente en vano.

Diluc no pudo aguantar más y rió levemente. Aquello solo hizo que el momento tenso cambiará repentinamente.

-Padre, he hecho absolutamente todo lo que has deseado desde que tengo memoria -se colocó frente a su padre está vez más serio. -: estudié lo que quisiste en otra nación, tomé la compañía como lo deseaste, me convertí en el hombre que me repetias que fuera y aquí estoy. Manejaste mi vida y ahora que me niego a tu estúpida idea del matrimonio con Katheryne, ¿me dices que todo ha sido en vano?

Crepus no dijo nada. Desvió la mirada un momento mientras que los rubíes intensos de su hijo lo veían esperando algo de él.

-Siempre supe que eras infeliz por eso. Por eso quise que te cansaras con Katheryne, no solo porque nuestra familia la conoce sino porque es una buena chica. Ella te haría feliz.

-¿No me haría más infeliz estar casado con una mujer que no amo? -respondió de inmediato.

-Ambos podrían aprender a amarse.

-Padre, ¿por qué haces esto? -se atrevió a preguntar. -¿Que es lo que hice mal?

-Preguntas eso como si creyeras que te odio -el contrario asintió. -. No lo hago, solo no quiero que me odies a mi.

-Haces todo lo contrario -medio sonrió después de decir eso. -. Padre, solo quiero que entiendas que no voy a casarme con Katheryne, amo a otra persona y si no quieres verlo, entonces no dudes que me verás llevandote la contraria.

-Por Dios, Diluc... -suspiró.

-Padre, estoy enamorado de un hombre y haría lo que fuera por él. Ojalá te quede claro eso.

Crepus se fue después de eso. Diluc apenas pudo notar su rostro y no estaba seguro de que se trataba. Sin importar nada, ya había tomado su decisión y si aquello conlleva a que su padre llegué a odiarlo, entonces lo aceptaría.

Por otro lado, tenía en mente hablar con Childe. Después de todo el alboroto causado y sobretodo lo que Kaeya había dicho sobre él, debía disculparse por causarle molestias; sabía que no podía hacerle cambiar sus sentimientos, pero al menos quería intentar no romper lazos con el de cabellos anaranjados y tampoco quería tirar sus años de amistad a la basura. Le debe mucho más de lo que piensa.

Lo más gracioso de todo es que pese a la conversación que tuvo con su padre, quería ver al peliazul.

Cuando mencionó aquello de amarlo ni siquiera lo pensó. Solo salió de su boca con una seguridad que incluso lo llegó a sorprender. Probablemente lo que dijo Katheryne anoche sea cierto.

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